Aún No es Tiempo

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(Segunda Parte)


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Ni el mismo comprendía en que momento había pasado de ser un respetado asesino a un secuestrador, pensaba mientras veía a aquel bello ser que había volado su cabeza sin necesidad de un arma.

Ella se veía como un bello ángel durmiendo aferrada al pequeño cuerpo de su pequeña sobrina, las dos mujeres por las cuales era capaz de destruir el mundo entero con sus propias manos.

__ En dos horas aterrizamos, Señor__ dijo, el joven asistente de vuelo.

__ Entiendo__ respondió, viendo cómo se alejaba el joven  mientras seguía contemplando a los únicos seres quienes habitaban en ese frío y refugiado corazón.

Se preguntaba si la definición de " Secuestrador" iba con él, ya que la joven ojiazul había suplicado por permanecer a su lado y haber visto recorrer una lágrima por aquel dulce y cautivador rostro había bastado para que él haya enloquecido, deseando nunca más verla derramar alguna.

Después de haber dado con el captor de su sobrina, mejor dicho captora, se había encargado de ella.
No había sido necesario ni siquiera ensuciar sus manos, el joven moreno de ojos azules, conocido como su mano derecha, se había encargado de la maldita mujer quien había sido la única osada, o mejor dicho desquiciada en atreverse a tomar lo más preciado de el, incluso llegandolo a amenazar con matar a la pequeña Rin, si este no cumplía con entregarle los bellos ojos de su ex-victima, la misma que ahora yacía durmiendo frente a él, en el acolchonado y sofisticado asiento
de su jet privado.

__ Maldita, arde en el infierno___ susurró mientras, bebía de su vaso de Whisky

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__ Maldita, arde en el infierno___ susurró mientras, bebía de su vaso de Whisky.

Kagura, así se llamaba la única mujer que había ocupado el título de novia, en su juventud.
Cuando la tragedia inundó su joven vida arrebatando a prácticamente a toda su preciada familia en aquel trágico accidente.
Quedando a cargo de una pequeña niña que no llegaba al año de edad, decidió abandonar a la malvada mujer quien no aceptaba la adopción de la niña por parte de él.

Solo contaba con 23 años en aquel entonces un joven próspero, quien la vida le jugo una de las peores pasadas.
No fue para el una tarea difícil abandonar a la mujer ya que nunca había tenido un sentimiento profundo por ella y en más de una ocasión la infidelidad había surgido de ambas partes.
Su relación se había basado en un acuerdo monetario en donde ambos primogénitos, fusionarian ambas empresas con un matrimonio consensuado.

Hasta aquel entonces el atractivo hombre estaba convencido que el amor no existía.
O al menos no existía para él, el amor verdadero era exclusivamente para su familia, con eso le bastaba.
Kagura era una mujer más, alguien para satisfacer sus bajos instintos.

Por eso al momento de hacer los correspondientes papeles para la adopción de la pequeña Rin, única hija de su hermano menor Inuyasha y de su querida cuñada Kikio, no pensó ni un minuto de tirar todo por la borda. Vendió la empresa Taisho, reconocida mundialmente.
Quedándose con toda la fortuna y dedicando todo el tiempo a lo único que realmente importaba en su vida a partir de ese entonces, Rin.

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