7. Acónito

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Acónito (トリカブト): Deseo de muerte.


— Gracias por traerme, Haruchiyo. — le agradeció, viendo en dirección hacia el hospital.

— No fue nada...

— No planeo entrometerme más en tu vida, pero te aconsejo que hables con tus hermanos las cosas antes de que sea demasiado tarde.

— Aprecio el consejo, Waka — sonrió —, pero ya lo intenté muchas veces, ya no tiene caso. Hablaré con Takeomi pero sólo le haré saber que está en mal estado, nada más.

— Hmm, como quieras — se encogió de hombros, restándole importancia y abrió la puerta del auto —. Conduce con cuidado, mocoso.

Haruchiyo le sonrió a modo de despedida y arrancó tan pronto vio como Wakasa Imaushi entraba por la puerta principal del hospital, donde más de alguno se le acercaba con impaciencia a preguntarle cosas en cuanto llegó.

Todavía necesitaba descansar un poco más, pero no podía perder el tiempo, tenía muchas cosas que hacer ese día. Condujo en dirección a su casa sin detenerse a pensar en lo que le diría a su padre, pues era seguro que lo detendría para hacerle múltiples preguntas acerca de su paradero, o quizás —sólo quizás— lo ignoraría como en ocasiones anteriores, la probabilidad era baja, pero era mejor que nada.

La entrada a la zona residencial se hizo ver a escasos metros, exhaló lentamente y jugó con sus dedos sobre el manubrio del auto. La mansión Akashi era la residencia más grande entre todas, todos se detenían a verla sin excepción, pues dentro de Japón tenía uno de los mejores diseños modernos que conservaban el toque tradicional japonés. Los únicos que habían entrado a su casa eran Rindou, Ran, Hajime y Ryusui Nanami; Haruchiyo sabía que su padre no se atrevería a cuestionar sus visitas.

Tan pronto se aparcó dentro del garaje, un grupo de empleados ya lo estaba esperando, ofreciéndole todo tipo de atenciones. Haruchiyo los hizo retirarse con educación, a veces solían ser asfixiantes, pero no podía enojarse con ellos, era su trabajo después de todo. No podía bajar sus maletas ahora, probablemente su padre se daría cuenta de que salió de la ciudad, era mejor bajarlas en la madrugada, cuando todos estuvieran dormidos. Únicamente bajó su mochila y su teléfono, cerrando todo con llave.

Bostezó sonoramente y entró a la mansión después de que uno de los empleados le abriera la puerta. Como era de costumbre, todo estaba en completo silencio, pero esa vez podía sentir que Takeomi, Senju y su padre no estaban en la casa.

— ¿Nadie está en casa? — preguntó al mismo empleado que le abrió la puerta.

— Sólo el señor está fuera, de viaje por California. — contestó respetuosamente.

Takeomi apareció en medio del enorme recibidor, con un libro abierto y sus lentes puestos, en la otra mano tenía un cigarro a medio terminar.

— Haruchiyo, sube a mi oficina luego. — demandó sin voltear a verlo.

No contestó nada y subió las escaleras del lado derecho, mientras que Takeomi subió las del izquierdo, ambos yendo a las alas opuestas de la mansión. No era de su agrado tener una charla con su hermano mayor, pero prefería evitarse futuros contratiempos durante la semana, no es como que fueran a castigarlo, pero siendo honesto, necesitaba que su padre y Takeomi se mantuvieran lejos de sus asuntos, Senju le daba lo mismo.

Entró a su habitación y cerró con llave, dejó la mochila cuidadosamente sobre la cama, pues dentro iba el bolso con los recipientes para comida que Manjiro había usado para prepararle el almuerzo. No tuvo oportunidad de lavarlos en el hotel, y por lo visto, tampoco tendría oportunidad de lavarlos en su propia casa, vería qué hacer luego. Fue a bañarse y luego se vistió con su ropa para ejercitarse, metió ropa limpia en el bolso del gimnasio y se puso los zapatos deportivos.

El lenguaje de las flores. [manjiro & haruchiyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora