• ¡¿Pero porque?! •

V

╬Apagón╬

Noche sin luna más una tormenta eléctrica más una chica que vive sola en casa más corrientes de aire que soplaban con fuerza daban como resultado...

Una Amy furiosa, frustrada y bastante malhumorada.

Sosteniendo una linterna y con un chal sobre sus hombros, la joven salió de su casa para ver si sus vecinos tenían el mismo inconveniente que ella con la luz. Y en efecto, todo el pueblo estaba en completa obscuridad.

—Pfff, genial. —Comentó con sarcasmo— ¿Como esperan que una chica haga su sesión de belleza sin luz?

Volvió a entrar a su casa usando la escasa luz de su linterna para alumbrar el camino a su habitación, sorteando sus muebles para evitar cualquier golpe mientras murmuraba un par de maldiciones sobre su pésimo sistema eléctrico.

Llegó a su habitación y se encamino frente a su tocador para sentarse en la silla que estaba ahí. Dejó la linterna sobre la superficie del mueble paseando su vista sobre el mismo.

Una cantidad asombrosa de frascos, tubos con ungüentos, toallas húmedas, cepillos y una vela aromática podían apreciarse frente a ella que volvía a bufar de forma molesta. Tendría que pausar su sesión de relajación para el día siguiente y ella que se había esforzado en preparar los mil y un brebajes para arreglar y hacer más bonita su piel.

—Maaahh~ —La luz de la linterna parpadeo un par de veces hasta finalmente apagarse, sumiendo a la chica en una obscuridad total— Oh por chaos...

El aroma a lavanda inundó sus fosas nasales y en un intento por calmarse, inhaló con fuerza dejando que la suavidad del aroma relajase todos sus músculos, repitiendo el proceso un par de veces más.

—Uno, dos tres... Uno, dos, tres.... Aahh —Suspiró dejando salir el aire de sus pulmones con calma— Bien, ahora hay que dormir.

Con paciencia tanteo la mesa y fue cerrando frascos mientras tarareaba con suavidad, su noche de cuidado se había arruinado pero eso no la desanimaría, luego de recoger todo se iría directo a la cama y dormiría como un oso hasta el día siguiente sin importarle los pendientes que tuviera que hacer por la mañana.

Con una suave risa, pidió perdón mentalmente a Knuckles por dejarlo esperando en la biblioteca, el pobre chico le había pedido ayuda para resolver no sabe que rompecabezas pero ella estaría perdida en el séptimo sueño.

Una vez todo limpio y ordenado, Amy se puso de pie y con pasos lentos, anduvo cautelosa por la oscuridad, tratando de evitar golpearse con lo que fuera. Extendió sus manos hacia delante, a modo de juego mientras reía suavemente.

Tanteo el aire un par de veces hasta que su cuerpo se tenso y sus movimientos se detuvieron de golpe. No pudo gritar porque una enorme mano cubrió su cuello pero está no ejerció ningún tipo de presión, en su lugar, parecía una caricia ruda.

El cálido aliento golpeando sus orejas la sonrojo ligeramente y alteró su ritmo cardíaco a niveles altísimos, pero en ningún momento sintió temor a lo que pudiese suceder.

Los dedos de la mano que aún sostenían suavemente su cuello se deslizaron con lentitud hasta su mejilla donde se detuvieron un par de segundos antes de continuar con las caricias pausadas. La fémina contuvo el aliento, temerosa de que si emitía algún ruido todo aquello se detuviera.

Pudo sentir el calor ajeno sobre su espalda haciéndola querer apoyarse sobre este, pero sin ninguna intención de hacerlo en realidad. Quería alargar ese momento lo más que pudiera.

Pero toda esa emoción y calidez que la embargaron comenzó a transformarse en furia ciega.

¡Tres meses! ¡Noventa días estuvo buscándolo, esperando alguna señal de vida, algo lo que fuera! Y ahora, ese tonto venía como si nada a ... ¡¿A qué demonios había ido?!

Cómo si él supiera que ella estaba por gritarle, acercó sus labios a las orejas femeninas, estremeciendolas al momento en que su aliento rozó su piel.

—Deja de ser tan idiota...

Y con el flash de las luces, Shadow The Hedgehog desapareció dejando a Amy Rose sola en medio de su habitación.

Sonrojada, con el pulso a a toda velocidad y los nervios a flor de piel, la fémina se dejó caer en su cama acerco su mano a la almohada más cercana y sin más, soltó el más fuerte y nervioso de los gritos que nunca antes había emitido.