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Olimpia

La pasada noche me sentí un poco ofendida por el comentario que hizo Damien al respecto de mi vida y mi relación con Michael. Su pregunta no me hizo ninguna gracia, pero meditándolo, sola en mi habitación, sin mi novio al lado hasta las doce de la noche que volvió oliendo a cerveza, entendí adónde quiso llegar con ese comentario. Y me sentí mal por haber sido tan borde con él, cuando su intención solo había sido que abriera los ojos ante la realidad de mi casa.

Lo primero que hice tras ducharme y bajar con Silver en brazos, fue hacerme el desayuno. En cuanto escuché la llave de la ducha del baño de Damien, supe que tardaría solo diez minutos en bajar, así que le preparé un sándwich de disculpa y su café usual.

Como ese día no puse música, Damien entró confiado en la cocina pensando que no estaría allí, y se quedó parado al verme. Trató de disimular su incomodidad, pero el pobre chico era más transparente que el agua y se notaba a leguas que no estaba cómodo.

―Buenos días...―saludó.

―Perdona por lo de ayer ―dije sin esperarme mucho más. Él me miró mientras encendía la cafetera, así que yo le acerqué el plato con el sándwich y la taza de café―. No quise ser tan borde contigo. Sé la razón por la que me lo dijiste y te pido perdón por haber reaccionado de esa forma. Yo...

Negó con la cabeza y se rascó la nuca con timidez, una que aún no había conocido en Damien.

―Yo no debería haber hecho ese comentario. Quizá no fue la mejor forma de decirte las cosas.

―Tú lo hiciste bien. Fui yo quién reaccionó mal, Damien. Solo me dijiste la verdad... ―Le acerqué un poco más su desayuno―. Esto es para ti.

―No debías...

―Es tuyo.

―Gracias ―murmuró mientras lo llevaba a la mesa.

Me senté al mismo tiempo que él, justo enfrente.

―Mi relación con Michael es bastante simple y cómoda. Normalmente me encargo yo de las cosas de casa porque él es un torpe de cuidado y antes de que me lave la ropa con lejía y la manche toda, prefiero hacerlo bien yo, ¿entiendes? Él suele limpiar lo que ensucia, solo que lleva unas semanas un poco mal por todo el tema de no encontrar trabajo.

―Entiendo...

Supe que se estaba callando lo que realmente me quería decir. Sus ojos se movían muy rápido de lado a lado mientras miraba su plato y sus dedos golpeteaban suavemente la mesa.

―No me enfadaré, puedes decirlo.

―Algún día te cansarás de justificarlo ―dijo entonces, levantando su mirada para fijarla en mí―. Si lo quieres, no deberías permitir que se suba a la parra.

―Esto es temporal. Está en una mala época, solo...

Su mirada me pedía a gritos que no lo justificara tanto, así que sellé mis labios. Y no sé qué me sorprendió más, si que se preocupara por mí y mi relación, o que entendiera a la perfección su mirada sin que tuviese que abrir la boca.

―En cuanto Michael encuentre trabajo, verás que no será el mismo hombre.

No sabría decir si lo dije tan convencida porque lo estaba o porque quería convencerme de que sería así. Aun así, Damien asintió con la cabeza.

―Quería comentarte una cosa...

―Soy toda oídos.

―Mi hermana se ha empeñado en ver dónde vivo y me ha pedido pasar por aquí esta tarde... ¿Crees que podría venir unos minutos a echarle un ojo a la casa?

Lo bueno de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora