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Damien

El jueves solía ir a desayunar a la misma cafetería siempre junto a Connor y Peter, pero ese día nos lo encontramos cerrado por traspaso, lo cuál hizo que entráramos en un pequeño ataque de histeria. Solo teníamos una hora y no sabía dónde había otra cafetería en la que sirvieran desayunos fuera de la universidad. Fue Connor quién se acordó del Xi'an, la cafetería que había dos calles más al norte, así que nos dirigimos hacia allí y en dos minutos llegamos.

Nada más entrar, caí en cuenta que la chica que estaba tras el mostrador era Mei Ling, la amiga de Olimpia, la cual nos dedicó una sonrisa al vernos. Delante de ella, sentada en uno de los taburetes de la pequeña barra, estaba Poppy, la cuál me miró cuando Mei Ling le hizo un gesto con las manos. Me saludó con la mano y una pequeña y tímida sonrisa.

―Uff, creo que me he enamorado ―susurró Peter mirando a Poppy que había centrado su atención al café que removía con una cucharita.

―Es amiga de Olimpia ―susurré antes de mandarle a callar, pues Mei Ling se acercaba para atendernos.

―Buenos días, chicos. ¿Qué os pongo?

Pedimos lo que queríamos desayunar (algunos con más complicación que otros, pues cierto chico cuyo nombre empieza por Con y acaba por Nor era de lo más quisquilloso) y fuimos a una de las mesas.

―¿Amiga de Olimpia, dijiste? ¿Tu compañera de casa?

―Sí, ella. Tanto la pelirroja como la chica que nos ha atendido. Las conocí hace unos días en casa. Me caen bien.

―¿Cómo se llama la pelirroja del vestido? ―preguntó, como no, Peter.

―Poppy. Pero... Bueno, es sordomuda, así que...

―Oh.

―Sí, oh. No digo que sea un problema que ella sea sordomuda, pero sí que no sepas comunicarte con ella. Pero sabe leer labios.

―No necesita leerme los labios. ―Esbozó una sonrisa descarada y supe hacia adónde iban sus pensamientos.

―Con las amigas de Olimpia no quiero tonterías, Peter―le pedí apuntándolo con el dedo.

Tanto él como Connor me miraron. El primero con picardía, el segundo con precaución. Qué fácil era adivinar cómo era la personalidad de cada uno.

―No empecéis con gilipolleces.

―No hemos dicho nada ―comentó Connor, aún cauto―. Pero no te precipites.

―Tío, solo he pedido que no haga tonterías con las amigas de Olimpia.

―¿Y por qué? Solo es tu compañera de casa.

―Es mi compañera de casa, mi casera y me cae muy bien. No quiero tener que responsabilizarme de las malas acciones de tu polla, Peter.

Puso los ojos en blanco, pero no me lo discutió, porque sabía que acabaría siendo así. Peter no era mala persona, pero sí un capullo con las chicas con las que se veía. Yo solo era su amigo, no podía controlar lo que hacía o dejaba de hacer con su pene, pero sí podía meterme en medio cuando la persona con la que quería relacionarme me incumbía de alguna u otra forma. Y Olimpia lo hacía, por lo que Poppy también, aunque fuese indirectamente.

―Aquí tenéis.

Mei Ling dejó nuestro desayuno en nuestra mesa y cada uno pagó lo suyo con tarjeta para no tener que hacerlo luego. No sabíamos si más tarde el local estaría más lleno y nos convenía no llegar tarde a las clases de ese día.

―Muchas gracias, Mei Ling.

―Solo Mei ―sonrió antes de irse.

No me dio tiempo ni a presentarle a los chicos.

Lo bueno de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora