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—Llevo un mes aquí... No veo avance, Freya —se quejó Meliah decepcionada consigo misma. Hacía un mes que había despertado y no veía demasiado progreso más allá de crear alguna pequeña chispa o mover alguna hoja.
—Tu poder saldrá cuando lo necesites, cuando lo equilibres. Eres más poderosa que todos aquí Meliah. Más que yo.
—No estoy tan segura, antes no dudaba de mi poder, pero ahora...
—Tu llama está dentro de ti. Tu llama es tuya y tú podrás manejarla cuando aprendas que no podrás dominarla, que solo os equilibrareis.
—Necesito que funcione...
—¡Mira Mel! —dijo la pequeña niña apareciendo con una flor parecida a la llamada "flor corazón sangrante"
—Es preciosa Aidne.
—Seguro que te da suerte con tus poderes.
—Seguro que sí —dijo Meliah abrazando a la pequeña. Esta se alejó muy feliz.
—Has hecho buenas migas con ella —dijo Freya a Meliah.
—Ajá... Hace unas semanas tuvo una pesadilla y vino a mi cabaña... Es una niña maravillosa. No entiendo por qué nadie quiere hacerse cargo de ella...
—La vida aquí es distinta...
—Puedo verlo...
—Todos somos una gran familia, pero a la vez somos independientes. Mataríamos los unos por los otros, pero no nos gusta coartar la libertad.
—Entiendo.
—Aunque hay personas... por las que merece la pena... —dijo Freya acariciando la mano de Meliah.

Meliah le dedicó una sonrisa y se alejó para seguir practicando. No quería tomar cariño a nadie. Quería irse. Aunque es verdad, que lo quería menos que hacía un mes recién había despertado.
Y por cada día que pasaba, la esperanza de volver se desvanecía y con ella el deseo de hacerlo. Cuando el Segundo mes llegó, se daba por perdida.

Nadie la había encontrado. Nadie había ido a por ella. Llegó a pensar que la habían olvidado. Ni si quería sus padres habían sido capaces de encontrarla, ni sus amigos. Ni Narcissa.

El dolor fue convirtiéndose en nostalgia, pues aquella gente la hacía sentir como en casa. Y aquella niña le daba un motivo para sonreír cada día. Conoció sus costumbres. Siguió sus rituales. Y pasaba las tardes hablando con las más ancianas del lugar. Practicando pociones, antiguos hechizos medicinales... Su corazón se llenaba un poquito más cada vez que la hacían sentir parte de aquello.
—Ahora añades esto y lo tapas rápidamente, así —dijo la anciana y Meliah imitó su gesto.
—¿Así? —dijo haciéndolo.
—Exacto, muy bien, ¿ves como se ha vuelto espeso? Ahora ya tienes una poción curativa.
—Guau, no tenía ni idea de que podían hacerse así... —dijo Meliah sorprendida.

Ciertamente estaba aprendiendo mucho en aquel lugar. Sus poderes parecían haberla abandonado desde el día en que despertó. Sus amistades no se limitaron a las hadas y las brujas. Todas las criaturas la respetaban, incluso más que a la mismísima Freya. Además aquel lobo negro como el carbón se había vuelto su inseparable compañero. Salían a pasear todas las madrugadas. Gracias a Meliah, aquel lobo también había hecho buenas migas con la pequeña Aidne.

Había caído la noche cuando Meliah se encontraba recostada sobre el lomo del enorme animal.
—¿Crees que me extrañan Nuit? Que me buscan... —aquel animal le proporcionó una suave caricia con su hocico. —Ya... yo ya no estoy tan segura... yo sin Magia no puedo salir de aquí... pero ellos pueden entrar... ¿No crees que si quisieran encontrarme ya lo habrían hecho?
—¿estás triste? —dijo Aidne apareciendo de la mano de Freya y sentándose en el regazo de Meliah.
—En absoluto —dijo dedicándole una sonrisa a la niña.
—Quería estar contigo —le dijo Freya sentándose a su lado. —En realidad... lo queríamos ambas.
Meliah le dedicó una sonrisa y llevó su vista al cielo.
—Está noche está preciosa... se ven todas las constelaciones... ¿Ves esa? Es la constelación de Orión —dijo señalando una —Y esa estrella, la más brillante, se llama Bellatrix... Y esa es la galaxia de Andrómeda... —Inevitablemente la imagen de ambas mujeres vinieron a su mente, acompañadas de la imagen de Narcissa. Una lágrima traviesa rodó por su mejilla. Pero pudo atraparla a tiempo, antes de que nadie pudiera percatarse de ello. Nadie excepto Nuit, que salió su mejilla contraria en señal de cariño.

—Me gustan mucho las estrellas —dijo Aidne.
—Te encantaría Hogwarts... tenemos una torre con un aparato gigante desde donde se ven todas ls estrellas que te puedas imaginar.
—¡Quiero ir a Hogwarts! —dijo la niña muy entusiasmada.
—Espero algún día poder llevarte conmigo —le dijo Meliah. —Espero volver... algún día...

Esa noche fue extraña. Meliah tenía una sensación de morriña constante que le impedía estar completamente feliz. Un pedacito de ella seguía preocupado por Hogwarts. Por sus amigos, por su familia, Freya le había confirmado que Voldemort se había desintegrado durante el destierro, pero esa era la única noticia que tenía de ese lugar que había sido y era su hogar.

Las sensaciones pasaban por ella como huracanes. Desordenadas e incalculables, incapaz de expresar lo que sentía con palabras. No quería irse, pero tampoco quedarse. Quería volver, pero no... Se sentía extraña e incomprendida pues no había nadie que estuviera en su situación. Eso no quita que los seres que había conocido la hicieran olvidar esa nostalgia a ratos. La hacían sentir que encajaba, que formaba parte de algo.
Curaba animales y criaturas mágicas. Se bañaba en las cascadas y salía a correr con los lobos junto a Freya. Estar ahí era una sensación agridulce.
Sin competiciones, sin guerras mágicas... Cultivando y recogiendo frutos y viviendo en el respeto con cada criatura, agradeciendo a la naturaleza y bañándose en el lago desnuda bajo la luz de la luna.

Aquel lugar era un indudable e inigualable paraíso que no creyó que existiera y mentiría si dijera que más de una vez no se planteó el quedarse para siempre. El olvidar su vida, sus poderes... Aunque esta idea solía salir rápido de su mente.
Quizá por la culpabilidad que sentía al pensar en abandonar Hogwarts, a sus padres y la vida tal y como la conocía...

Los días continuaron pasando como si de horas se tratase. No se daba por vencida pero tampoco poseía demasiadas esperanzas. La soledad la acompañaba a veces, sobre todo en sus noches. Pero la hacían sentir a gusto y acompañada. Era como el calor de una familia.

Una noche, mientras tomaba un paseo nocturno junto a Niut, notó movimientos extraños a la entrada del lugar. Y sus alarmas no tardaron en dispararse.

UNDER THE STORM (Narcissa Black)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora