C̶A̶P̶Í̶T̶U̶L̶O̶ ̶1̶2̶ ̶-̶ ̶¿̶ ̶A̶ ̶Q̶U̶É̶ ̶S̶E̶ ̶R̶E̶F̶I̶E̶R̶E̶?̶

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 Claire no podía dejar de llorar

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Claire no podía dejar de llorar. Estaba eufórica de alegría, pero también asustada, preocupada, alarmada e infinitamente nerviosa. Angustiada, había aprovechado la ausencia de Leon para intentar confirmar sus sospechas. Y estas habían sido más que confirmadas. No podía evitar sentirse vulnerable. Y sabía que, si para ella era de este modo, para Leon lo sería todavía más. Creía saber lo que iba a pasar. Y que pasase era lo último que deseaba.

Había otra opción: mantenerlo en secreto, al menos por un tiempo.

Esa era la posibilidad que estaba meditando, nerviosa, cuando escuchó el sonido del timbre. Se secó las lágrimas con las manos, como mejor pudo, y fue a abrir la puerta. Seguramente, sería Adrien en busca de Leon. Y así fue.

Cuando el hombre mayor la tuvo ante sí, inmediatamente se dio cuenta de que algo grave estaba pasando. Así que, no esperó a que ella lo invitara a pasar. Simplemente, se autoinvitó, entró y cerró la puerta tras ambos.

—¿Qué es lo que pasa? ¿Leon está bien? ¿Ha pasado algo? —intentó averiguar, súbitamente alarmado.

Conocía el trabajo del agente a la perfección. Y encontrar a su esposa de aquel modo no auguraba nada bueno. Él no había ido a recogerlo para salir a correr, como ambos hacían cada mañana. Aquello ya de por sí lo había puesto en alerta porque si Leon no podía salir a correr por el motivo que fuera, siempre le avisaba con tiempo suficiente. Pero aquella mañana, nada.

Claire, mirándolo acongojada, lo hizo pasar a la sala de estar y le indicó que se sentase. Ella se sentó en uno de los sofás y rompió en llanto de nuevo, desconsolada.

—¿Pero qué es lo que pasa, chiquilla? ¡Por lo que más quieras! ¡Habla ya, de una vez! ¿Leon está en peligro? ¿Yo he sido descubierto? ¿Qué? —insistió, mirándola desesperado.

—Estoy embarazada —ella confesó, por fin, entre llanto.

Tallmark la miró como si estuviese viviendo un episodio surrealista. De pronto, rompió a reír. Y ella le dedicó una mirada de reproche.

—Perdona, joven amiga. ¿Pero eso es todo? Lo raro es que esto no haya sucedido antes. Tú y ese descarado os pasáis el día armando un escándalo brutal en la cama. Bueno, en la cama es por decir algo. En innumerables ocasiones, he estado tentado de pediros a gritos que tengáis la decencia de cerrar las ventanas, al menos —le aseguró, divertido—. Sinceramente, no veo el problema.

El rostro de la pelirroja enrojeció como la grana, al escucharlo. Era cierto que ambos jamás se habían preocupado por disimular u ocultar sus actividades... lúdicas. Sin embargo, un segundo después continuó llorando sin control. Y su vecino comenzó a preocuparse de veras.

—¿Qué es lo que pasa, Claire? —le preguntó con voz suave, apaciguador.

—Leon aún no lo sabe. Y yo no sé si decírselo.

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