C̶A̶P̶Í̶T̶U̶L̶O̶ ̶3̶2̶ ̶-̶ ̶L̶A̶ ̶F̶I̶E̶S̶T̶A̶ ̶V̶A̶ ̶A̶ ̶C̶O̶M̶E̶N̶Z̶A̶R̶

290 27 3
                                    


Ada Wong sentía que su vida perfectamente perfecta se le había ido de las manos por completo, y eso sólo tenía una solución posible: eliminar de la ecuación a Leon Scott Kennedy. El cachorro maleable de quien se había encaprichado en Raccoon se había convertido en una fiera salvaje e indomable. Si no podía dominarlo, no tenía más que acabar con él.

La inyección que acababa de administrarse en el brazo dolía como un demonio, pero nada comparado con su ego maltrecho. Había entrado en una espiral de autodestrucción que tan sólo Adrien Tallmark podría deshacer mediante la cura que estaba investigando, a juzgar por las afirmaciones de Svetlana Toskov.

—La maquinaria se ha activado ya —la voz arrogante de Albert Wesker afirmó a su espalda—. No dependas tanto de ese inhibidor o acabará por no hacerte efecto —añadió fríamente.

«O mejor conviértete en un BOW, arpía, y te usaré para deshacerme de esos dos sin tener que mover ni un solo dedo», deseó para sus adentros. «Pero entonces no podré volver a utilizarte, y me sirves como nadie. Qué ironía...».

La morena bufó con rabia.

—Sabes mejor que nadie que tengo los pulmones destrozados —le reprochó asesinándolo con la mirada—. Sin ese maldito virus no habría podido salir de la cama de hospital, siquiera. Lo que pase una vez me haya cargado a Kennedy me trae sin cuidado, pero he de mantener a este bicho a raya hasta que haya podido administrarle una muerte lenta y dolorosa con mis propias manos.

Por un momento, el rubio la miró de un modo enigmático.

—Déjalo vivir —propuso con voz fría.

—¿Cómo? —la morena preguntó con los ojos desorbitados por la sorpresa.

—Cárgate a su mujer ante sus ojos y déjalo vivir. Ya tendrás tiempo de acabar con él cuando se haya ahogado en su propia miseria. Yo voy a hacer eso con Redfield —aseguró sin inmutarse.

—Mierda, Wesker, eres un...

—No seas cínica, Wong, no me vengas con que, a estas alturas de tu vida, sólo has matado por necesidad —respondió socarrón.

Ada le dedicó una mirada desesperada por ocultar sus verdaderos sentimientos. Pero el hombre, un perro viejo ya, los vio perfectamente en sus ojos.

—Exactamente: placer. En determinadas situaciones, la muerte puede proporcionar un infinito placer, y lo sabes. Mañana, cuando su equipo haya salido a nuestra caza, tú y yo vamos a destrozarlos en su propia casa, ante sus propias narices, y no podrán hacer nada por evitarlo.

Dando la conversación por terminada, le dedicó una sonrisa carente de emociones y la dejó a solas de nuevo con sus propios demonios. La asiática inhaló hondo, sintiendo infinitamente frustrada cómo sus pulmones maltrechos protestaban a gritos, y apretó los puños con la fuerza que le proporcionaba el virus que le habían inoculado nada más despertar de su inconsciencia.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
R̴E̴S̴I̴D̴E̴N̴T̴ ̴E̴V̴I̴L̴ ̴-̴ ̴R̴E̴D̴E̴N̴C̴I̴Ó̴N̴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora