C̶A̶P̶Í̶T̶U̶L̶O̶ ̶2̶5̶ ̶-̶ ̶M̶E̶ ̶E̶S̶T̶O̶Y̶ ̶H̶A̶C̶I̶E̶N̶D̶O̶ ̶V̶I̶E̶J̶O̶

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—Todo tuyo, Birkin —Sherry creyó haber escuchado en sueños.

No sabía cuándo había comenzado a dormitar, pero se había quedado traspuesta. Se despertó sobresaltada y miró a su alrededor con alarma.

Frente a ella, Jill Valentine la miraba con desprecio.

—¿Cómo dices? —preguntó confusa.

—Joder, niña, no hace ni falta preguntarse porqué narices él te prefiere a ti: en el fondo, los dos sois una pareja de blandos románticos —afirmó desdeñosa—. Yo nunca le habría dado hijos, los niños no me gustan ni en pintura; y no me van los rollos sensibleros. Además, hay otro hombre en mi vida y Chris ya lo sabe. Así que, paso —dejó claro y se largó.

La joven rubia la observó irse atónita e incrédula. ¿Qué acababa de suceder? Pero no pudo planteárselo en serio, ya que el doctor entró en la sala y caminó directamente hacia ella.

—Usted es Sherry Birkin —afirmó dejándola aún más sorprendida.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque él me la ha descrito a la perfección. Y he de decir que es tan bella como afirma —le aseguró con una sonrisa conciliadora—. ¿Y la señora Kennedy? —quiso saber contrariado.

—Ella se ha marchado con su esposo, está embarazada y se sentía cansada.

—En ese caso, ella no debería haber estado aquí; pero eso ya no tiene remedio. Acompáñeme —le pidió—, él la está esperando.

Muy nerviosa, ella se asomó tímidamente a la habitación que el capitán ocupaba, y el doctor la empujó suavemente para que entrara sin vergüenza. Tumbado en la cama, Chris la vio llegar e inmediatamente su rostro mostró una sonrisa enamorada.

—¿No vas a abrazarme? —le pidió sonriente.

—¿Puedo?

—Debes, diría yo. Ven aquí, cerecita.

—¿Qué es eso de 'cerecita'? —preguntó suspicaz deteniéndose a medio camino y cruzándose de brazos frente a él.

—Sherry, Cherry... —Intentó encogerse de hombros alegremente con obviedad, pero el dolor de cabeza le obligó a cerrar los ojos con fuerza para poder soportarlo.

—Le he dicho que se mueva lo mínimo —el doctor lo amonestó severo.

—Lo siento —él respondió arrepentido.

—Y tanto que lo ha sentido. Les dejo. Y haga el favor de comportarse —le pidió exasperado.

Sherry se acercó a la cama y esperó a que remitiera su ataque de dolor. Sin embargo, él alzó una mano hacia ella aún con los ojos cerrados reclamando su atención. La rubia se apresuró a cogerla cariñosa.

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