C̶A̶P̶Í̶T̶U̶L̶O̶ ̶3̶3̶ ̶-̶ ̶E̶S̶P̶E̶R̶A̶R̶ ̶S̶I̶N̶ ̶E̶S̶P̶E̶R̶A̶N̶Z̶A̶

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Ada caminó junto a Wesker por el corredor que llevaba a las instalaciones subterráneas que habían sido cedidas a Leon y a su unidad. La arrogancia del rubio era más que evidente: se sentía todopoderoso, como siempre. Sin embargo, su intuición ponía en alerta a la mercenaria a cada paso que daba. Finalmente se detuvo ante la puerta blindada junto a él.

—Yo me quedo fuera —ella afirmó dejándolo atónito—. Algo no anda bien —le aseguró desconfiada.

Arrogante, él la miró con desdén.

—Reventaré la puerta de nuevo y te dejaré la salida despejada para que no sientas claustrofobia —se burló cruel.

—Tú ríete todo lo que quieras, pero aquí está pasando algo más de lo que parece —le advirtió sin dejarse provocar—. Yo vigilaré fuera —insistió tajante.

—Me avergüenzo de ti.

Dio una patada brutal a la puerta, que tembló y se combó aguantando a duras penas. Tenía que presentarse ante ellos "correctamente"; que no cometiesen el error de subestimarlo pensando que aquella niñata había logrado despojarlo de los dones que tan sólo él merecía. Un par de patadas más en lugares estratégicos culminaron el trabajo. Pero al entrar en el edificio, nadie lo estaba esperando armado hasta los dientes como él había creído.

Decepcionado por haber desperdiciado una puesta en escena tan magnífica, se adentró por la única puerta que vio, y que sabía de sobra que llevaba al estrecho y largo corredor que daba paso al resto de las instalaciones. Fue nada más traspasar la puerta, y una pesada compuerta cayó a peso cerrando la abertura. Del otro lado, una compuerta similar bloqueó la otra salida.

—¡Lo esperaba todo de vosotros, menos encontrarme con un par de miserables cobardes! —Wesker gritó a la nada, burlón.

De pronto, algo afilado se clavó en su cuello produciéndole una punzada de dolor. Lo agarró con mano firme y lo arrancó de un tirón, mientras buscaba con la mirada el origen de aquel lanzamiento. Tenía toda la pinta de ser un dardo somnífero. Soltó una risa soberbia, lo tiró al suelo y lo destrozó de un pisotón.

—Te queremos vivo, queremos que pagues como es debido por todos tus crímenes —la voz de Chris se hizo escuchar con firmeza—. No nos obligues a tener que matarte.

Una nueva carcajada orgullosa salió de sus labios mientras, furioso, comenzó una carrera frenética hacia el final del corredor para embestir la otra puerta con todas sus fuerzas. Numerosos dardos somníferos se clavaron por todo su cuerpo, que no lograron detener su embestida brutal.

Del otro lado, Leon y Chris apuntaron hacia la puerta con escopetas de gran calibre.

—Lo hemos intentado —Chris dijo fingiendo tristeza.

Leon lo miró sarcástico y sonrió.

—Tratemos de no destrozarlo, no es posible juzgar a los muertos.

—Al final, este tipo no deja de ser un BOW con mentalidad de BOW. No parará de luchar hasta que lo hayamos dejado moribundo.

—Si ha de ser así, que así sea, pero que no sea por nosotros.

El capitán emitió un leve gruñido cabreado, pero asintió.

Inesperadamente, el teléfono de Leon sonó con una llamada procedente del general Hamilton. El rubio miró a su compañero sorprendido y la aceptó.

—Estoy hasta los cojones de ti y de tu gente, Kennedy —Hamilton aseguró cabreado—. No me comunicaste que tu esposa salió con el convoy de tu unidad, la hiciste salir a escondidas y ahora nos ha venido con que quiere entrar. Le he permitido pasar, pero que sea la última vez que me la juegas, o lo pagarás muy caro —le advirtió con voz amenazadora, y colgó la llamada.

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