El comienzo

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Mi nombre era Cristian. Nací en Buenos aires y me vine con mi tío a vivir a España. Nunca fui un chico aplicado, siempre me dediqué a la joda y a la partuza. Mi tío me enseñó bien: "cojételas a todas, Cristian, no dejes a ni una sola sin voltearte" fue una de las pocas frases que recuerdo del viejo antes de morir de tanto fumar y se habían convertido en mi ideal de vida. Era adicto a la concha: no perdía oportunidad en levantarme la mina que fuera. Para mí, una semana en la que no garchara mínimo con tres mujeres distintas era una semana desperdiciada. Un claro ejemplo eran estas dos bandidas que, luego de tragarse mi lechita, empezaron a vestirse.

Hija: Por favor, Cristian, juradme que volveré a probar vuestra polla dentro de poco.

Yo: Sacá turno, gallega, vos sabés que tengo mucha concha por probar todavía.

Cuando estaba por terminar de ponerme los pantalones, escuchamos una puerta que se abría en el fondo.

Mauricio: ¡Hola ma! ¡ya estoy en casa!

Me dí vuelta todavía con el cierre bajo.

Mauricio: Cristian ¿qué haceis aquí tan temprano?

Yo: Eh, nada, pasaba por acá y dije... voy a pasar a despedirme de tu hermana y tu madre que ya son casi como una segunda familia para mí.

Les dí un abrazo a las dos putitas y ambas sonrieron. Aproveché para tocarle el culo a la madre.

Yo: Ah, cojonudo, espera que voy a cambiarme y ya saldremos a por unas cañas.

El imbécil no podría sospechar que me estaba garchando a su familia ni en un millón de años.

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Unas horas después estábamos en el bar los tres amigos. A Mauricio y a mí se sumó Julio.

Julio: No puedo creer que finalmente decidas irte de España, habiendo tantas oportunidades acá.

Julio era un amigo de mi tío más grande que nosotros, de unos 40 años. Estaba de visita por España y fascinado con el viejo continente. Otro día les contaré su historia.

Yo: Ya se los conté mil veces, no estoy consiguiendo nada acá. La promesa de España como el primer mundo es una mentira y yo voy a donde me lleve la brújula.

Julio: Mejor dicho, a donde te lleve el olor a concha ¿no es cierto?

Yo: Ey ¿qué tiene de malo intentar garcharse a todas las minas del planeta? las que no me den bola, se las dejo a ustedes.

Mauricio: Lo que no entiendo es porqué eligiste esta isla que nadie conoce: Leche Negra.

Yo: ¿Qué querés que te diga, Mauri? es lo que te conté por mensaje. Una gurisa me contó de esta isla en donde hay mucho trabajo y me vinieron ganas de ir a probar suerte a otro lado.

Julio: Igual yo te recomiendo a que no te cierres a un sólo lugar. Si ves que aparecen oportunidades en otros lados, viajá sin preocuparte. El mundo es tuyo.

Yo: Si, de una, Julito.

Mauricio: Venga, brindemos por nuestra amistad.

Nuestras copas chocar y los tres tragamos nuestras últimas cervezas que beberíamos juntos en muchos años. En ese momento, entró al bar un hombre trans. No era muy femenino: tenía sobre peso, su manzana de adán estaba muy marcada y era bastante fea. Prácticamente parecía un hombre con maquillaje.

Julio: Che, Cristian ¿le entrarías hasta a esa mina, por ejemplo?

Yo: Boludo, no me jodas, pasaré hambre pero tampoco voy a caer a ese nivel. Antes de volverme puto me pego un tiro en el bolero.

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