En mi cuarta semana conviviendo con las camareras de Femboy Hooters en la isla Futanari, me toca compartir casa con Déborah: la musculosa mujer negra que me había "rescatado" luego de estar atascado en una ventana meses atrás. Recuerdo una cosa muy particular de esta mujer... muy particular y grande.
Ni bien llegamos a su casa, Déborah me apoyó contra la pared con sus dos brazos a los costados de mi cabeza y me miró fijo. Era una mujer enorme y corpulenta. No había forma de escapar de ella.
Déborah: Escúchame bien, putita en celo: a partir de ahora estarás bajo mi control total y absoluto. Vais a acompañarme a entrenar todas la mañanas, luego a trabajar y dormirás en la misma cama conmigo. Sólo habrán dos constantes en esta semana: control y mamadas ¿me despierto con una erección? me la mamas ¿estoy muy estresada por el trabajo? me la mamas ¿voy a la ducha del gimnasio? me la mamas. Cualquier excusa es válida para que pueda follarte la garganta con bestialidad y que me tragues toda la leche ¿entendido?
Yo: Si.
Déborah: ¿Sí qué?
Yo: Si... señora.
Se quedó callada. Entrecerró los ojos, dió una leve sonrisa con picardía y volvió a hablar.
Déborah: Podrías empezar ahora mismo para que te vayas acostumbrando.
Se bajó el pantalón deportivo y las bragas. Delante mío salió un gigantezco pene de 30 centímetros y dos bolas enormes como dos manzanas. Quedé boquiabierto. Nunca había visto algo tan grande en mi vida.
Yo: Guau... es... enorme.
El intenso olor de sus genitales entraba por mi nariz y me daba cosquilleos en el pitito. Hasta mi culo empezó a transpirar.
Déborah me agarró de los hombros y empujó al suelo haciendo que me agachara. Yo acerqué mi boquita con timidez y empecé a lamerle la puntita. Pensaba empezar lentamente porque no quería hacerme da...
Déborah: Por dios ¡empieza de una puta vez!
Me agarró con fuerza de la nuca y me apretó hacia ella metiéndome su anaconda en mi boquita. Me atraganté. El pene tocó mi campanilla y me vinieron arcadas. Eso no hizo que Déborah parara. Ella continuó moviéndome en torno a su pene con bestialidad, cada vez más intenso. Yo apenas podía respirar por la nariz. Mis ojos se pusieron llorosos y se me corrió el maquillaje que me había puesto mi anterior compañera de piso.
Pasaron unos minutos hasta que finalmente llegó el momento de la corrida. Déborah empezó a retorcerse y a gritar del placer.
Déborah: ¡CÓMEME LA POLLA! ¡CÓMEME! ¡ADICTA A LA LECHE! ¡PUTAAAAAA!
Su semen empezó a salir a chorros. Parecían valdes de esperma entrando a mi organismo. En un momento, Déborah me apretó la nariz con dos dedos impidiendo que pueda respirar. Empecé a toser e intenté apartarla con mis manos pero era demasiado fuerte. Tampoco podía correr la cabeza, me estaba apretando con fuerza.
Déborah: Cuando termines tu leche, te puedes retirar.
No me quedó más remedio. Seguí tragando como pude. Sin embargo, no podía respirar y, por unos segundos, todo se puso negro.
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Abrí los ojos. Estaba en el suelo y Déborah se estaba guardando el pene.
Déborah: Son los mejores orgasmos. Cuando la putita está apunto de morir asfixiada y no le queda más remedio que seguir tragando para sobrevivir. Es una reacción involuntaria sensacional.
Se fue a otra habitación.
Déborah: Ya puedes comenzar a preparar la cena.
Esto era una puta locura. No podía creer en lo que me estaba metiendo. Es verdad: En las últimas semanas había aprendido a aceptar mi lado femenino, desde penetrar a una futanari, a chupársela a otra y finalmente ser penetrado por una pero ¿esto? era un nivel de abuso increíble.
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Femboy Hooters
RandomLejos de aquí, existe una isla poco conocida. Se trata de una nación formada casi únicamente por futanaris. Si estás leyendo este relato ya sabés de que estoy hablando: mujeres con pene y un sobredimensionado libido. Una isla en donde peligra la het...