Semana rosa

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En capítulos anteriores, pasé una semana conviviendo con mi compañera otaku en donde terminé iendo masturbado y penetrando a la camarera futa. Luego, pasé una segunda semana con mi compañera gótica que me dió un disfraz de mucama y me sometió a ser su empleada y terminé haciéndole sexo oral. Ahora, me toca la tercera y penúltima semana con mis compañeras de Femboy Hooters y es con Pamela: una chica vestida de rosa muy femenina y aparentemente amigable.

DOMINGO

Fuimos hasta la casa de Pamela en su auto que ella misma conducía.

Pamela: Verás qué lindo la vamos a pasar juntas las dos. Será muy divertido.

Yo: Claro, si. Me alegro. Por cierto ¿tendrás por casualidad algo de ropa que me puedas prestar? de hombre, por su puesto.

A pesar de todas las experiencias que había pasado recientemente, me resistía todavía a aceptar la idea de ser una sissy afeminada. Es cierto: me gustó cojerme a una futanari, es cierto: me gustó probar espemisodia hecha con semen de hombres negros y es cierto: sucumbí a hacerle sexo oral a mi otra compañera la noche anterior en un momento de poca lucidez. Sin embargo, me aferraba a la idea de ser un varón. Me avergonzaba estos gustos que estaba probando en los últimos tiempos y no quería que nadie los supiera.

Pamela: Ay, mi querida amiguis, si tendré ropa para prestarte.

Llegamos a su casa en un vecindario perfectamente cuidado con vallas blancas y cesped verde y grandes casas de madera como en las series norteamericanas. Su casa era increíble: dos pisos de un hogar familiar gigantezco super yanky. Subí a mi nueva habitación. Un cuarto con una cama de dos plazas en donde predominaba el color rosa en todo. Almohadas con forma de corazón, sábanas rosa, la pared también rosada con estrellitas estampadas y ositos de peluche en la cama. Estaba al lado del dormitorio de Pamela. Al entrar, la miré serio.

Yo: No me digas que en serio voy a dormir acá.

Pamela: ¿qué? ¿cuál es el problema? ahí en el ropero tienes ropa para cambiarte ¡Nos vemos más tarde que vamos a salir juntas!

Se fue y me dejó sola. Digo... solo. Abrí el ropero y era lo que me temía: sólamente había ropa para mujeres. Intenté encontrar algo asexuado pero me costó mucho. Me puse un pantalón vaquero y un buso de lana. Al salir, me encontré con Pamela que me miró incrédula.

Pamela: ¿en serio? ¿esa es la ropa que elegiste para salir?

Yo: Es que... no tengo ganas de vestirme como mujer... yo en realidad... soy hetero... o algo así.

Pamela: ¡Tonterías! vamos ahora mismo al centro comercial.

Y hasta allí fuimos. Entramos a una tienda de ropa de mujeres y me obligó a probarme diferentes prendas. Lo primero que me dió fue una ajustadita tanga. Se sentía muy raro tener una ropa interior que me aprete tan fuerte. Sentía cómo se metía por entre mis nalgas. Debo admitir que no se sentía tan mal.

Al final, terminé llevándome un outfit que transparentaba la parte de arriba con un top blanco que dejaba mi estrecha cinturita al descubierto y una pollera cortita y blanca que no me permitía agacharme sin que se me vea todo.

Al final, terminé llevándome un outfit que transparentaba la parte de arriba con un top blanco que dejaba mi estrecha cinturita al descubierto y una pollera cortita y blanca que no me permitía agacharme sin que se me vea todo

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