—Me estás jodiendo.
—Si se te ocurre una idea mejor, adelante, dila. Admito sugerencias.
Jungkook miró al castaño. Hablaba en serio.
—Mierda —se quejó.
—Magnífica definición de la situación.
Taehyung evitó reírse mientras Jungkook maldecía por lo bajo frente a la ventana y calculaba la distancia que lo separaba del suelo del jardín y las serias posibilidades que tenía de partirse la boca.
Era el último sábado de agosto y hacía rato que había amanecido, aunque ellos se habían perdido el espectáculo de la naturaleza bastante entretenidos follando contra la pared. No era la primera vez que una noche de fiesta desembocaba en un final similar ese verano.
Habitualmente, hacían salidas con sus amigos y pasaban horas fingiendo indiferencia hasta encontrar la excusa perfecta para comerse la boca, casi siempre de un modo desesperado. Ese día, por ejemplo, la culpa la había tenido un shot de tequila y una rodaja de limón que no les había quedado más remedio que compartir.
Nadie en su sano juicio podía negar la atracción y las ganas que se tenían, del mismo modo que todos veían que ambos eran demasiado orgullosos para dar el paso y admitirlo.
—Está muy alto. Voy a abrirme la cabeza.
—La alternativa es que mis padres te rompan las piernas. Tú eliges.
—¿No se suponía que se iban de escapada a conocer un nuevo pueblo como todos los malditos fines de semana?
Taehyung no recordaba un verano que no fuese en Gwangyang. Su padre utilizaba el pequeño pueblo como refugio contra el estrés del negocio que dirigía y su madre, para escribir, leer o tomar un Margarita relajada en el jardín. No fue hasta ese mismo año, cuando cumplió los dieciocho años, que empezaron a dejarlo solo los fines de semana en casa para descubrir otros secretos de Jeolla del Sur.
Una jugosa independencia temporal de la que Jungkook y Taehyung se beneficiaban.
Sin embargo, algo había fallado en esa especie de crimen perfecto. Algo que Taehyung había detectado al salir al baño. Algo que lo había llevado a zarandear a su amante para despertarlo, tirarle la ropa en la cara y suplicarle que se fuera sin hacer ruido por el único sitio despejado.
—Ya ves, cambio de planes.
—Pues vaya putada.
—Como comprenderás, no puedo salir y reclamarles por haberme arruinado el polvo —Taehyung lo abrazó por detrás y le susurró al oído—. Además, es muy romántico.
—¿Te da morbo imaginarme con los huesos rotos?
—Que saltes por mi ventana, idiota —Le mordió el lóbulo antes de separarse—. Anda…
Jungkook supo que era entonces o nunca, y «nunca» venía acompañado de una escenita y tener que dar demasiadas explicaciones. Lanzó su chaqueta al césped. Si hubiese creído en Dios, se habría persignado; pero como no lo hacía, se giró de nuevo hacia el castaño.
—Un beso, ¿no? Por si muero… —Le dedicó un mohín ante el que Taehyung no se pudo resistir.
—Eres lo más dramático que existe —bromeó contra sus labios y sus lenguas se reencontraron y lucharon como si no acabaran de protagonizar una guerra. El pelinegro colocó las manos en su nuca, lo atrajo y… Taehyung se apartó—. Ni se le ocurra tratar de seducirme, señor Jeon.
—Usted se lo pierde, señor Kim.
Jungkook lo observó un segundo, con el cabello castaño revuelto, los ojos brillantes, los labios hinchados y vistiendo aquella pijama que lo hacía ver tan adorable. Tuvo que obligarse a darse la vuelta o se lanzaría de nuevo hacia él sin importarle las consecuencias.
Meneó la cabeza y se enfrentó al árbol que le ayudaría a bajar. Tenía una base robusta que aguantaría su peso sin doblarse. La cuestión era salvar el par de metros que lo separaban de su objetivo. Ninguno de los planes que se le ocurrían parecían cien por cien efectivos, así que se decantó por lanzarse a lo bruto y que pasara lo que tuviera que pasar.
Agarrarse fue sencillo. Deslizarse por la madera, no tanto. Resbaló abrazado al tronco, clavándose sus relieves y, cuando alcanzó el césped, notó el escozor de los rasguños en las palmas de las manos y la cara.
Estaba a punto de quejarse por el dolor, pero la visión del jardinero con los ojos muy abiertos por la sorpresa por lo que acababa de contemplar lo dejó paralizado. Era un chico joven, no mucho mayor que él, que se quitó los audífonos con cautela y se aferró al palo de la desbrozadora eléctrica para amenazarlo.
—¿Estás robando?
—¿Tengo pinta de acabar de desvalijar la casa? —Con un movimiento de barbilla le señaló el piso superior, donde el dueño parecía bastante divertido con la escena que se desarrollaba a sus pies—. Tengo que largarme antes de que nos descubran sus padres, ¿entiendes?
—Están de viaje —dudó.
—No, volvieron de improvisto y… —Escuchó la vibrante risa del castaño y de repente él fue el que comprendió—. ¿Qué hiciste, Taehyung?
—Roncas mucho cuando bebes —fue su disculpa por la mentira porque, evidentemente, nadie había regresado.
—¡Serás…! ¡Podría haberme pasado algo, mierda! —Recogió la chaqueta del suelo de mala gana y pasó de largo por delante del anonadado jardinero.
—¡Vamos, Jungkook, no exageres! ¡Estás bien y acabas de protagonizar una huida épica!
—¡Vete a la mierda! —le gritó sin girarse.
—¡Algún día escribirán poemas sobre este momento!
Como respuesta, Jungkook le enseñó el dedo corazón por encima del hombro y caminó hasta la puerta molesto. Muy molesto y…
Conocía bien a Taehyung. A la perfección. Sabía que era un niño caprichoso y malcriado y, a pesar de todo, cuando hacía algo así, que lo descolocaba, no era capaz de detener aquello que se le removía por dentro.
El fuego. La llama que avivaba.
Sacudió la cabeza y tomó el desvío que lo llevaba a casa.
Eran las ocho y media de la mañana cuando lo escuchó por detrás corriendo hacia él. No se detuvo, pero tampoco aumentó la velocidad. Simplemente lo dejó alcanzarlo y esperó a tenerlo enfrente para hablar.
—Si vienes a disculparte, ya te puedes ir dando la vuelta…
Lo que menos esperaba mientras pronunciaba esa frase es que Taehyung se lanzara en sus brazos.
—Lo siento, Jungkook.
Tampoco el ligero temblor de su cuerpo que sentía contra su pecho y el modo en el que sus manos se aferraban a su espalda cada vez con más fuerza.
—No puedes hacer algo así y después…
—Lo siento muchísimo.
Algo no encajaba. A Jungkook le costó separarse para averiguar de qué se trataba. Entonces lo vio.
Taehyung iba con la misma pijama con la que lo había dejado y unos zapatos de andar por casa de ositos que detestaba. Notó la tensión tirando de sus articulaciones al reparar en sus ojos húmedos, la palidez de su piel y el gesto desencajado de su cara.
—¿Qué ocurrió?
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:)
❀ Harumi ❀
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That Summer ❀ Kooktae
Romance•• Taehyung y Jungkook estaban destinados a colisionar en Gwangyang. El primero iba todos los veranos. El segundo vivía allí. Dos desconocidos que cayeron abrazados a la piscina aquel mes de julio. Cinco años después, Taehyung vuelve dispuesto a c...