Cuando sonó el móvil, regresó al presente y se despertó sobresaltado sin tener muy claro si habían pasado cinco años o un segundo desde aquel verano en que había aprendido a conducir.
Había sido un sueño demasiado real. Todavía sentía sus labios implacables, los dedos clavados en su espalda y aquella sesión de sexo en el asiento delantero en la que el miedo a que los descubrieran era insignificante ante el brutal deseo; un deseo que no se había quedado en el universo onírico y lo arañaba.
Estiró la mano, agarró el teléfono que vibraba sobre la mesa y contestó.
—¿El técnico del seguro ha dado señales? —Su madre siempre directa al grano.
—Sí, mañana a primera hora se pasa.
La calefacción había pasado a mejor vida la tarde anterior. Una de las cosas que más le gustaba de la casa de Gwangyang era la capacidad de sus muros de mantener el frío dentro. Adoraba tener que taparse en verano mientras en Seúl la gente se derretía sobre los colchones con las ventanas abiertas de par en par u optaban por mantenerse encerrados con el aire acondicionado a todo lo que da.
En otoño era… distinto. Las bajas temperaturas de la calle no habían tardado en traspasar las paredes y sumarse a las del interior en cuanto la calefacción se había estropeado. Parecía que habitara en un iglú. De su boca salía vaho y no le extrañaría encontrarse con un pingüino en el pasillo o que una orca asesina se asomara simpática en la piscina.
Menos mal que tenían leña en el cobertizo. Le había costado, para qué negarlo, pero había logrado encender la lumbre en la chimenea para confinarse en el salón a puerta cerrada con un buen arsenal de mantas, la bata de su padre y calcetines gruesos por encima del pijama de invierno. Además, las provisiones de comida para llevar de su restaurante favorito del pueblo lo ayudaban a mantener el calor en el cuerpo: guisos contundentes, kimchi y carnes.
—¿Qué vas a hacer hasta entonces, cariño?
—Vigilar que el fuego no se apague y leer tu manuscrito.
Soohae le había dado una copia impresa de su nueva novela antes de que abandonara Seúl. La tenía encima de la mesa, aunque no sabía si era una idea muy inteligente sumergirse en esa clase de terror psicológico estando solo en una residencia en la que los suelos crujían y los ruiditos nocturnos del viento jugaban malas pasadas.
—¿Alguna teoría loca que compartir?
—Hablaré cuando tenga la teoría. Pero te adelanto que la trama me parece salvaje y el asesino un sádico primitivo. A veces me da miedo pensar que tienes estas cosas en la cabeza pululando libres, mamá.
—¿Por dónde vas?
—Víctima empalada y policías siguiendo la pista, intuyo que falsa, de la secta satánica.
La nueva novela estaba programada para salir a la venta en primavera. El plan era enviarle la primera versión de la historia a su editora más o menos en un mes vista, hasta ese momento Taehyung tenía la exclusiva, y esa primicia lo hacía sentir tremendamente privilegiado. Estar ante un documento inacabado en el que su opinión contaba, que su madre valorara y confiara en su inexperto criterio editorial, las horas de complicidad que les quedaban por delante analizando escenas, giros y diálogos… era algo suyo, solo de los dos.
Escuchó una voz masculina de fondo con algo similar a «déjense de tonterías y que el niño se vaya a dormir esta noche a uno de los hostales del pueblo».
—Tu padre y su proteccionismo extremo dicen que te quieren —resumió Soohae.
Taehyung sonrió, «el niño». Su padre nunca iba a cambiar, a pesar de que ya no era como antes, pues había rebajado los niveles de estrés por el bien suyo y de él.
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That Summer ❀ Kooktae
Romance•• Taehyung y Jungkook estaban destinados a colisionar en Gwangyang. El primero iba todos los veranos. El segundo vivía allí. Dos desconocidos que cayeron abrazados a la piscina aquel mes de julio. Cinco años después, Taehyung vuelve dispuesto a c...