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—Se acabó. Es imposible. Me rindo.

—A lo mejor si dejaras de hacer lo que te da la gana y me prestaras atención de una maldita vez…

—Te llaman el rey de la docencia, ¿cierto?

—Es un movimiento sencillo, mierda, muy fácil, soltar el embrague lentamente y a la vez pisar el acelerador con suavidad. Nada más, Taehyung, nada más.

—¡La culpa es de esta cosa! No responde.

—Esta cosa —pronunció Jungkook entre dientes— merece respeto. Ha vivido más que tú y yo juntos. Fue el coche de Donggun, luego pasó a Eunhye y estoy a un par de negociaciones de llamarlo «mi pequeño».

—Pues merece jubilarse.

—Porque imagino que, con un Mercedes nuevecito, Michael Schumacher vería peligrar su puesto ante tus recién adquiridas habilidades como piloto de Fórmula 1, ¿no? —Destiló ironía y, si el castaño no hubiera estado totalmente petrificado con las manos aferradas al volante como si las sujetara con pegamento, le habría enseñado el dedo corazón sin dudarlo.

Taehyung bufó. Jungkook resopló como respuesta.

Solo ellos eran capaces de iniciar lo que prometía ser un plan con toques románticos que desembocara en… cada uno mirando hacia un lado muy dignos y enfurruñados dentro del viejo Seat gris que hacía ruidos agonizantes, sin aire acondicionado o radio que los distrajera.

—Hoy vas a aprender a conducir —Había sido el saludo de Jungkook desde el coche bajándose las gafas de sol de aviador cuando Taehyung salía de su casa con los jeans cortos oscuros, la camiseta blanca y unas ganas terribles de verlo.

—No tengo licencia.

—Claro, por eso te voy a enseñar.

Y, sin más, Taehyung se había subido de copiloto con una emoción en las entrañas que le había durado hasta llegar al solitario terreno despejado a las afueras, donde habían intercambiado posiciones dando paso a lo que a aquellas alturas ya denomina tortura. Al colocar el asiento, los espejos y girar la llave, sintió que se le iba a dar bien, pero nada más lejos de la realidad. Una hora después y tras perder la cuenta del número de intentos fallidos, se encontraba frustrado, irritado y con cierta sensación amarga de fracaso en la boca del estómago.

Además, la compañía no ayudaba.

¿Acaso Jungkook no se daba cuenta de que trataba de ser un alumno aplicado?, ¿que intentaba hacer lo que le decía? Pero nada funcionaba. Parecía que sí, se entusiasmaba, y la euforia se esfumaba al compás de los saltos secos del coche mientras su motor agonizaba hasta detenerse. Tampoco era que pretendiera salir de allí conduciendo como un corredor de carreras, se conformaba con moverse unos metros y cambiar de marcha a segunda.

Por un instante, deseó que apareciera algún oficial y acabar con el despropósito. La multa valdría su precio.

—Vamos otra vez. Has correr a esta belleza.

—¿Para que puedas compararme con… Hamilton? Paso.

—Intento motivarte y que no aflojes ahora que casi lo tienes.

—Pues se te da de la mierda, Jungkook.

Si quería ser sincero, debía reconocer que el chico había demostrado una paciencia infinita, sin alterarse ni un ápice, repitiendo una y otra vez las indicaciones y animándolo a seguir cada vez que fallaba, más o menos hasta que a él la impaciencia y los nervios le habían jugado una mala pasada, el pesimismo había tomado el poder y había asumido la cómoda derrota como la opción más razonable. Ahí la actitud de Jungkook había cambiado y daba la sensación de que se lo llevaba al terreno personal, molestándole el hecho de que tirara la toalla.

—Admito que soy un idiota…

—Por fin un poco de coherencia.

—Soy un idiota porque me desespera que… Taehyung, te miro y no veo límites, ¿sí? Puedes conseguirlo. Conducir, subir a la luna… Lo que sea, ¡mierda! Y me jode que tú no te des cuenta.

Lo observó. Jungkook tenía el ceño más fruncido que segundos antes, los labios apretados, la vista clavada al frente y hablaba con seriedad. Sin embargo, Taehyung sabía que al chico se le descubría en los pequeños detalles, la mano desplegada en su dirección, el hecho de que no hubiese comprobado el reloj en ninguna ocasión y el modo en el que confiaba en sus posibilidades de lograrlo incluso cuando el protagonista había dejado de hacerlo.

—Lo intento y, si sale mal…

—Volvemos mañana, pasado y todos los días hasta septiembre —resolvió—. Me educaron para no darme por vencido en aquello en lo que creo.

—¿Por qué tanto interés?

—Busco más apariciones en tu lista. Es un vicio, Kim —adornó la verdad y Taehyung fingió que no se daba cuenta.

Tomó una gran bocanada de aire. Inspiró y espiró. Las manos le sudaban y los últimos rayos de sol atravesaban la luna delantera impactando de lleno en sus ojos. Bien, mala visibilidad, la cosa mejoraba. Volvió a girar la llave, bajó el freno de mano y metió primera. Asintió y apretó los dientes con fuerza. Notó debajo el traqueteo. Sucedió como en las anteriores ocasiones, un pie despidiéndose de un pedal y otro acariciando en un movimiento armonizado. Esperó el instante en el que todo se torcía y se mordía la lengua para evitar gritar de pura impotencia…

Pero avanzó. Despacio. No más de cinco metros a velocidad de tortuga, sin embargo, ¡lo hizo! La sensación era tan alucinante que ni siquiera escuchaba sus propios gritos de impresión. Viró el volante por el placer tonto de cambiar de dirección; sentir que el coche de Donggun, Eunhye y posiblemente Jungkook, le obedecía. Funcionó.

Rio en voz alta y ladeó la cabeza para compartir la marea de sensaciones con el pelinegro.

—¡Estoy conduciendo! Esto es tremendo.

—Tremendo será que nos estrellemos. Mira hacia delante —advirtió Jungkook. Entonces bajó el tono de su voz y susurró—: Y disfruta.

La acción rebosaba de la magia reservada para las primeras veces, porque de eso trataba, de otra primera vez en Gwangyang. Con Jungkook, siempre con Jungkook. Podría repetirse, pero nunca sería igual, ni en la autoescuela ni en cualquier autopista. Tuvo la corazonada de que se encontraba ante un instante que nunca olvidaría y su pie se impulsó solo para pisar el freno. Faltaba la bajada del telón y sabía exactamente cómo quería que fuera.

—Esa sonrisa… No sé si temerla o adorarla —apuntó Jungkook cuando Taehyung volvió a poner el freno de mano y le dedicó todos sus sentidos.

—Las dos cosas.

En un arrebato inevitable, Taehyung se quitó el cinturón con prisa y se clavó las palancas que los separaban para terminar encima de él. Tenía la respiración acelerada. El chico le regaló una arrebatadora mirada de orgullo y le acunó la mejilla después de despejarle la frente de los mechones que se escurrían por sus ojos.

Taehyung no se resistió y lo besó, un beso vivo e intenso con el que pretendía revelarle «poco a poco mi lista tiene tu cara. Tu olor. Tu sabor. Tu tacto cálido. Tu sonido. Eres tú». Y quería hacerlo como mejor se les daba, con cercanía, pocas palabras y manos desesperadas tirando de la ropa.

Traspasarse, arrollarse y enredarse…











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La lista tiene nombre y apellido: «Jeon Jungkook».

:)

❀ Harumi ❀

That Summer ❀ KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora