Cap. 4: El idioma de las rosas

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REENCUENTRO

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Capítulo 4: El idioma de las rosas

Sólo a metros de aquel pequeño y atestado bar escondido entre las interminables y enmarañadas calles de esa ciudad, estaba el demonio

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Sólo a metros de aquel pequeño y atestado bar escondido entre las interminables y enmarañadas calles de esa ciudad, estaba el demonio. Difuminado entre neblina y oscuridad, descansando uno de sus hombros en un viejo muro.

Mantenía sus ojos cerrados y sus brazos cruzados.

Desde ahí podía percibir la esencia de aquella humana entre la gente, pero no había sido eso lo que lo llamó a detenerse ahí afuera, sin entrar. No fue eso lo que lo obligó a quedarse ahí de pie, quieto y en silencio...

Había sido su voz.

Ella cantaba una melodía extraña para sus oídos y a la vez tan dolorosamente familiar...

Y sólo había bastado esa voz, para que aquel molesto hormigueo en su pecho comenzara a cosquillear, justo ahí donde ella había apoyado su mano. Justo ahí donde resonaban sus palabras...

"Mi nombre es Rin, señor Sesshomaru".

"No estoy mintiendo... No a usted".

Podía sentirla en su piel. Podía sentirla incluso más adentro que eso, más profundo. Su voz calaba en su cuerpo para repercutir en algún lugar extraño en su interior. Ahí donde su memoria hubiese deseado mantener enterrados aquellos recuerdos, convertidos en un secreto oculto del mundo y de él...

"Sesshomaru, ¿pensabas que podías transformarte en un Dios?"

¿Por qué de pronto dolía tanto? ¿Qué carajos estaba pasando con él? ¿Por qué se sentía tan frustrado? Ese sentimiento lo hacía sentir tan patético. Tan malditamente humano...

Lo había visto cientos de veces; la manera en que esas criaturas, cegadas por sus propios deseos y capaces de envenenarse a sí mismos, se envolvían en sus miedos, se aferraban a sus heridas y lloraban por ser ciegos...

Era exasperante.

Y quizás, hasta ese momento, jamás había notado lo envuelto que estaba él. Lo pesado que se había vuelto ese secreto y cómo comenzaba a aplastar su corazón... No hasta que había llegado esa humana y había abierto su pecho.

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