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"Segunda oportunidad"

   Cuando el Obscurus desaparece por completo, deja atrás a un pequeño niño.

Newt no podía creerlo ni entenderlo hasta que rápidamente cayó en cuenta de que era Credence Barebone, aunque no específicamente. El Credence Barebone que conoció tenía unos veinticinco años, mientras que el niño dormido ante él sólo parecía tener unos cinco. Estaba realmente confundido ¿qué significaba todo aquello y por qué Credence parecía haber regresado a su niñez?

Pero, sin tiempo para seguir pensando en una respuesta, el niño se movió alertando al mago. Estaba despertando.

Newton se asustó por un segundo, ahora tenía a un niño bajo su cuidado y él jamás había cuidado o interactuado con uno; los cachorros de criaturas no contaban, o al menos no lo creía.

Despertando lentamente, el pequeño niño en la nieve parpadea varias veces y se sienta; lleva una bata vieja para dormir y luce bastante desorientado mientras restrega sus ojos y observa los alrededores. Newt no lo culpaba, si él despertara en algún lugar desconocido, también estaría bastante confundido.

—Credence. —el mago castaño de rizos bastante desordenados por lo que recién había ocurrido con el Obscurus, pronunció el nombre del ahora niño, ganando rápidamente toda su atención. Los oscuros ojos del infante estaban llenos de dudas y miedos. —Credence ¿me recuerdas? —Newt intentó probar, no sabía cuáles eran las condiciones en que el pequeño neoyorquino había regresado, no sabía cuánto había cambiado. No sabía nada.

Por un segundo pensó que sólo la forma física de Barebone había cambiado, pero cuando negó y sus lágrimas brillaron al borde de sus ojos, Scamander entendió al fin que algo grande había sucedido.

Las tibias lágrimas que resbalaron por el rostro pálido del niño azabache se desbordaron hasta caer en la nieve mientras seguía negando con su cabeza. No sabía dónde estaba, no sabía quién era el hombre frente a él y no podía recordar nada luego de haberse ido a dormir a su cama en el orfanato.

Ver a un Credence tan pequeño, asustado, con el rostro lloroso y los labios apretados, presionó el corazón del mago de una forma tan horrible que Newt no pudo evitar acercarse la distancia que los separaba y abrazar al niño. —Está bien, Credence, todo está bien. —intentó calmarlo, acariciando su cabello mientras sentía el pequeño cuerpo entre sus brazos temblar y aferrarse a él. —Todo estará bien. —dijo más para sí mismo, pero no quería demostrar lo nervioso y confundido que él también estaba.

Luego de unos minutos sentados en la nieve, Credence pareció calmarse lo suficiente para soltar el férreo agarre que tenía a la camisa del hombre que lo sostenía.

—¿Estás mejor? —Newton preguntó cuando el niño se separó lentamente de él, su cara estaba roja y húmeda. Recibiendo un pequeño asentimiento, Credence se sintió demasiado avergonzado y desconfiado para alzar la mirada. —Eso es bueno ¿Te parece si nos levantamos y vamos por algo de té?

Apretando nuevamente sus labios, Barebone se tomó su tiempo para responder con otro tímido asentimiento. Seguía muy asustado y no sabía qué decir, hacer o pensar.

Sólo era un pequeño niño confundido.

Asintiendo también, aunque Credence no le estaba viendo, Newt se levantó de la nieve y consigo cargó al niño, manteniéndolo en sus brazos. Supuso que eso lo haría sentir más seguro hasta que las cosas fueran explicadas, o al menos un intentó de eso. Debía pensar qué hacer, aunque ahora la prioridad sólo era mantener a Credence cómodo y calmado.

El mago salió del hábitat y Credence, que observaba todo, por un segundo se asustó cuando vió a un muy extraño y grande rinoceronte. Sin embargo, luego del primer sentimiento de miedo, siguió la curiosidad y fascinación por lo que iba viendo en el camino. Había muchos animales raros, el lugar en donde estaban parecía algo sacado de un cuento, todo era muy extraño y diferente. Por el rabillo del ojo el mago notó la expresión maravillada y curiosa del niño en sus brazos, lo que logró hacerlo sonreír un poco, recordandose a sí mismo cuando descubrió a las fantásticas criaturas de su mundo.

Credence. | AFYDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora