epílogo.

39 3 0
                                    

Estimados pasajeros, les informamos que ya hemos llegado a nuestro destino: Lowell, Middlesex. Massachusetts. Por favor, salgan educada y tranquilamente. Gracias.

Traté de despertar a Dean, que había estado todo el viaje dormido, a pesar de los lametones de Dieciocho y de mis suaves mordiscos en su nariz.

- Dean... vamos, despierta, ya hemos llegado.

Hizo un par de ruidos con la garganta, y se giró para ponerse de espaldas a mí.

- Dean, venga... no tienes cinco años.

- Un rato más, por favor.

- ¡Joder Dean, despierta de una vez! - la poca gente que quedaba cerca de nuestro asiento se giró a mirarme como si estuviera loca, a lo que yo respondí con una sonrisa de disculpa.

Traté de despertarle con golpes en la espalda hasta que reaccionó y se giró para mirarme a la cara.

- ¿Hemos llegado? -asentí- ¿y por qué no me lo has dicho antes? Venga, corre.

Lo miré con una ceja levantada y cara de "¿me estás tomando el pelo?"

- ¿Qué? -me miró extrañado.

- Nada, nada. Vayámonos.

Hacía años que no veía a mi hermano, y sin embargo, le estaba esperando en la puerta de la estación de trenes para que nos llevase a Dean y a mí a su casa.

Estaba nerviosa, no iba a mentir.

Quería conocer a su mujer y a mis sobrinos.

Quería abrazarles hasta no poder más. Llevarles a parque y luego a dar un paseo. O cenar todos juntos, como la familia que eramos antes.

Quería esa estabilidad que solo Dean y Sam me proporcionaban.

Sentí que Dean me empujaba en dirección a un banco cercano, y me estrechaba entre su costado y su brazo. Justo ahí, supe que estaría protegida.

- Uxia, mira, ¿no es ese el coche?

Levanté la cabeza medio adormilada. Teniendo en cuenta que era sobre las cinco de la mañana y que llevo sobre dos o tres días durmiendo dos horas era normal el cansancio.

Recogimos las maletas y caminamos al coche. En el momento que vi el pelo rubio de Sam comencé a correr para abrazarle.

Tenía ganas de llorar, de reír, de gritar de correr, de decirle lo mucho que le quería.

- Mi pequeña Xía, te he echado tanto de menos...

- Yo también grandullón, yo también.

Coloqué mi cabeza sobre su hombro, después de tantos años y seguía siendo un gnomo a su lado.

- Mira, este es Dean, mi... mi novio, supongo - sonreí avergonzada. No estaba acostumbrada a tener novio, mucho menos a presentarlos.

Sam me miró con una mezcla de sorpresa y admiración, porque él mejor que nadie sabía sobre mis problemas de compromiso y también era quien me ayudaba a llevarlos mejor.

- Encantado Dean, soy Sam, su hermano.

Dean simplemente asintió mientras sonreía.

- Esto... chicos, tengo algo de sueño y hambre, ¿podemos irnos ya? - intenté llamar su atención a la vez que daba pequeños saltos en mi sitio. Y al parecer lo hice bien, porque Sam reacción al momento.

- Oh, sí, claro, dejad que o ayude con las maletas.

×××

La casa era preciosa. Era la típica de dos pisos, pero en el ático había una habitación que tenía el salón y el dormitorios juntos, y luego el baño separado.

Kay era genial. Me recordaba a mi madre. Ambas poseían ese aire de positividad pero con los pies en la tierra. Ambas eran sarcásticas. Ambas te daban ganas de confiar en ellas.

Martha había salido a su madre, sin duda. Sus mismos ojos azules y el pelo rubio, casi blanco. Tranquila pero con mal carácter.

En cambio Bob era como su padre. Rubio y ojos oscuros. Impulsivo y coqueto.

Fue extraño cuando me vieron por primera vez. Bob se acercó a mí el primero para darme un abrazo, en cambio Martha estuvo alejada de nosotros todo el día. Siempre soñé con verlos, pero nunca pensé que sería en estás situaciones.

- Uxia, ¿estás bien? Estás muy callada...

Sonreí.

- Sí Dean, estoy genial -respondí cansada.

- ¿Seguro?

- Sí, pero es que está pasando todo tan deprisa... incluso yo necesito descansar a veces.

- Lo sé, pero no estás arrepentida de esto, ¿verdad? Sabes que puedo hacer lo que sea, pero contigo.

No sabía que responder a eso, es decir, nunca antes me lo habían dicho. Y no quería que nadie más me lo dijera.

- Te amo Dean. No lo olvides nunca, pase lo que pase.

Vacía [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora