Todo estaba oscuro. Solo había una pobre luz que no me dejaba ver más allá de una mancha que había en el suelo. Olía fuerte, pero no a algo asqueroso.
- ¡Sacadme de aquí! -comencé a gritar, patalear y a dar golpes y patadas por toda la habitación.
Oí unos pasos que se acercaban a mí. Cada vez se hacían más fuertes, y a cada golpe yo iba apretando más los nudillos.
Hasta que la puerta se abrió.
- Jhon...
- Hola pequeña, hace mucho que no nos veíamos -tenía una sonrisa daleada. De esas que sabes que no te van a hacer ningún bien.
- ¿Qué hago aquí?
Jhon se fue acercando a mí, hasta estar a un palmo de mi cara, olía a limpio. A colonia nueva y suavizante para la ropa.
- Pues verás, me he enterado de algo que no me ha gustado nada, ¿sabes? Y tú me vas a ayudar a solucionarlo.
Sabía de lo que hablaba, lo sabía perfectamente. Pero no podía hacerlo.
- Y si me niego... ¿qué harás?
- Bueno, estoy seguro que no quieres que le pase nada a la pequeña Sophia... a tu hermana pequeña.
En ese momento no podía respirar. No me llegaba el aire a los pulmones y necesitaba apoyarme en la pared, pero no lo hice. El orgullo antes que todo.
- Eres un jodido monstruo.
- Lo sé, pero mora por donde puedo seguir durmiendo.
- ¿Y ese quién es? ¿Tu secretaria? ¿O tal vez tu aprendiz?
Era un chico alto y moreno, de pelo castaño, y podría ser atractivo si no tuviese ese aire de superioridad.
- Jonan Parker, encatado -sonrió, pero muy lejos de parecer amable.
- Y bien Ally... ¿qué dices, me ayudarás a saber dónde está?
- Te llevaré allí, pero no creas que voy a ayudarte.