Finalmente decidió Earth no llamar a una ambulancia.
Pero en cuanto Mix se recuperó del mareo, insistió en llevarlo al hospital. Personalmente, él odiaba los hospitales: las luces, los olores, el sonido de las sirenas de las ambulancias le desbocaban el corazón. Hacían que reviviera la tarde en que su hermana había sido ingresada al borde de la muerte.
Aun así, quería que Mix pasara un chequeo.
Mix , por su parte, se resistía.
Se cruzó de brazos y clavó los talones como si quisiera pegarse al suelo.
–No necesito ir al hospital. –Te has desmayado dos veces en media hora –dijo Earth–. No voy a dejarte solo hasta que te vea un médico. ¿Y si te desmayaras por la noche y te golpearas la cabeza?
Mix hizo un mohín como de niño pequeño.
–No digas tonterías. Primero propones que nos casemos y ahora quieres llevarme a Urgencias. Van a pensar que estoy loco. Estar embarazado no es una enfermedad.
–Quiero que te miren el dedo también. –dijo Earth, cambiando de táctica–. Tienen que asegurarse de que no te queda ningún trozo de cristal. No puedes arriesgarte a que se te envenene la sangre.
–Aahhh.
Earth le tendió la mano y Mix la tomó tras una breve vacilación. Él cerró los dedos y se asombró de lo menuda que era la de Mix comparada con la suya. Todo él era menudo. A su lado se sentía como un gigante: apenas le llegaba al hombro con zapatos altos y podía abarcar su cintura con sus manos. Aunque eso dejaría de ser verdad cuando avanzara el embarazo. Earth no conseguía salir del asombro de que Mix estuviera embarazado, y de que en su interior, la combinación de su ADN y del de Mix estuviera dando lugar a una pequeña criatura.
Pensar en traer al mundo un niño del que sería totalmente responsable le provocaba un pulsante dolor de cabeza. ¿Y si no sabía hacerlo? Ser padre no era sencillo; él no tenía ni idea de cómo serlo; ni siquiera se le daban bien las relaciones familiares. Mantenía a la gente a distancia, incluso a aquellos que más le importaban.
Por eso prefería las relaciones transitorias, sin carga emocional, sin ataduras. En ellas no se hería a nadie. En cambio, ¿Y si hacía daño emocional a su hijo? Para alcanzar su plenitud, los niños necesitaban una relación estrecha con sus padres. Él se había sentido cercano a su madre hasta que su padre se quedó con su custodia después de un amargo divorcio, para acabar abandonándolo en un internado en cuanto se cansó de hacer de padre. Después de tantos años de vivir alejado de su madre, no había conseguido recuperar la relación que habían tenido con anterioridad.
Earth sabía que la culpa no era de ella. Su madre había hecho todo lo que estaba en su mano para hacerle sentir amado y deseado.
Era él quien tenía el problema.
Se había prometido no volver a ser tan vulnerable; no necesitar tanto a alguien a quien pudiera perder. Se había enseñado a ser autónomo. Por eso ya solo necesitaba cubrir necesidades físicas, y quizá por eso el sexo con Mix había destacado entre una larga lista de relaciones impersonales. Hasta tal punto que todavía sentía la impronta de su piel en su cuerpo, y cada vez que lo rozaba sentía el eco erótico de sus movimientos como si se tratara de réplicas de un terremoto.
Pero mientras que casarse con Mix resolvería un problema, era plenamente consciente de que podía causar otros. Él podía ofrecer un acuerdo, pero no amor. La noción de amar a alguien despertaba todos los demonios de su infancia, esos que le susurraban: «Si amas a alguien, lo pierdes; si amas a alguien, lo pierdes».
Se comprometería mientras durase su matrimonio, pero no podía prometer nada más.
Earth acomodó a Mix en su coche antes de ponerse al volante.
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Deseo sin control - Earth Mix
RomansaEl conocido y reconocido Playboy Earth Pirapat no conseguía sacar de su cabeza su noche con el dulce e inocente Mix Sahaphap. Pero cuando llegó a encontrarse con el, para ofrecerle una relación pasajera, descubrió que su noche de pasión había tenid...