Recolección de información

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Zhongli salió de la funeraria y se dirigió hacia Childe, que seguía sentado en la valla de madera. "Disculpa la espera."

"No te disculpes, compañero, me he presentado sin avisar", respondió Childe alegre.

Zhongli se le quedó mirando. Su sonrisa era realmente sincera y, a pesar del brillo inexistente en sus ojos, la mirada que se encontró tras las pestañas pelirrojas transmitía felicidad. "Hoy estás de muy buen humor. ¿Es por algo que se pueda saber?"

"Hmmm, me han encomendado una tarea especial", anunció Childe con un tono alegre en la voz. "Hacía tiempo que no me gustaba mi trabajo y esto me ha levantado el ánimo."

"Tu trabajo como Harbinger... ¿no te gusta?", preguntó Zhongli curioso.

"Oh, no es eso. Es sólo que al promocionarme a Harbinger pensé que se acabarían las tareas administrativas y sería todo más... emocionante." Childe realmente pensaba que Los Once, Los Diez antes de que él formase parte, sólo se encargarían de trabajos de otro nivel. Tampoco es que estuviese muy informado de los rangos y sus funciones. Al fin y al cabo, él no se inscribió al ejército por voluntad propia.

"Ya veo."

"Supongo que como todos los trabajos. ¿A ti te gusta lo que haces en la Funeraria, Zhongli?"

"La verdad que sí. Tengo mucho conocimiento sobre las tradiciones y rituales de despedida así que me aseguro de que se hagan de la manera correcta. Sobre todo por las despedidas a los Adepti, no se merecen menos en el momento de adiós. Hay que preparar los detalles con sumo cuidado y detalle. De esta forma se demuestra respeto y agradecimiento a los fallecidos. Además es importante enseñarlo para que las nuevas generaciones puedan seguir con ello."

Aunque Zhongli sonaba muy convencido Childe no se podía imaginar trabajando en la Funeraria. De hecho, preferiría ser un Harbinger con tareas administrativas como única función. Pero a Zhongli le pegaba. Desde su punto de vista, Zhongli tenía una actitud de señor mayor para la edad que tenía. No podía ver a Zhongli como un Fatui. No, desde luego. Era un chico muy tranquilo aunque eso no significaba que no fuese fuerte. Nunca le había visto en combate, claro, pero tenía una visión Geo. Childe le veía tan atento, respetuoso y amable que no podía imaginarse a Zhongli usando su energía elemental ni contra un slime.

"¿No te gustaría ser un soldado? No un Harbinger pero algo así para Liyue, ¿parte de los Millelith?", le preguntó Childe. Podía entender que a alguien no le gustasen esos tipos de trabajo y, de hecho, deseaba que sus hermanos fuesen parte de esas personas. No quería que sus vidas corrieran peligro a cada instante.

"Es un trabajo honorable. Aún así, creo que no está hecho para mí en este momento de la vida."

Momento de la vida, ha sonado a mi padre, pensó Childe. Zhongli siempre sabía responder cortés, seguramente se lo había dicho para no ofenderle. "Hm", le pareció la mejor respuesta.

Zhongli sabía que no le había convencido la contestación. Pero aunque le considerase su amigo, no podía darle más información. Para Morax, o como Arconte Geo, seguramente ser Harbinger era uno de los mejores trabajos que podía imaginar. Él hubiese disfrutado tanto como Childe de las incontables batallas. De algún modo, Childe le recordaba al joven Morax, hambriento por las batallas y dando todo de sí en ellas. Gracias a su fuerza en combate y su perseverancia consiguió proteger a su pueblo de los otros dioses y obtener su asiento en Celestia, como Arconte. Pero para Zhongli, en cambio, era mejor disfrutar de las tradiciones de Liyue y enseñárselas a sus habitantes así como aprender de ellos costumbres mortales. Si podía evitar el campo de batalla, mejor. Es a lo que se había dedicado toda la vida y, ahora que Liyue era capaz de protegerse sola, quería caminar entre los mortales, simpatizar con ellos y amar la mortalidad, como le trató de enseñar Guizhong 2500 años atrás.

Divinidad en lo mortal | Childe x ZhongliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora