Gojo - "¿Cómo quieres tu elote?"

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Dos, tres, cuatro. ¡Ay si me alcanza! Regresaba de la abarrotería, mamá me había mandado a comprar algunas cosas para la cena.

Pero tenía muchísimo antojo de un elote, además que quería ver a Satoru. Quién sabe desde cuando me gustaba el hijo de doña Lety, tal vez desde que se mudaron al vecindario y lo comencé a ver todas las tardes.

Ese precioso hombre de curioso cabello blanco y ojos celestes que te atrapaban y te hacían querer bailar toda la noche me habían conquistado en cuestión de segundos, y no solo a mí, todas las vecinas dejaban salir suspiros cada que ese chico gritaba: "¡Va llevar los elotes!"

Pocos días desde que él y su mamá llegaron a la vecindad, comenzaron a sacar su puesto de elotes locos, en la plaza que quedaba frente a nuestro edificio.

Hablaba con Satoru de vez en cuando, nos topábamos en el tianguis o en la tienda de don Julión. Ay, como me gustaba, me ponía bien requete nerviosa que me viera con sus ojos o me sonriera.

—Hola Satoru. —saludé, llegando frente a su puesto.

—¿Cómo estás chiquita? —me sonrió automáticamente.

Me sonrojé ante su apodo, soltando una pequeña risa. «Ay baboso, pero no me digas así porque quién sabe y me va dando una de esas cosas que deja medio muerta a la gente.»

—Bien bien, ¿tú cómo estás? —devolví la pregunta.

—Aquí 'ira, echándole ganas al negocio. —espantó unas moscos con un trapo. —¿Te vas a llevar un elote bonita?

Me limité asentir, teniendo la emoción atorada en la garganta. Ay Santa Bárbara en las alturas.

—¿Cómo lo vas a querer?

"Así bien sabroso como tú" quise responder, pero no, que vergüenza.

—Como siempre si no es mucha molestia. —sonreí. —Con todo y tantito chile del que pica.

—Sale chiquita. —asintió para comenzar a preparar mi elote rápidamente.

Mantuve mi vista fija en Satoru. Sí se veía bien guapote untando mayonesa, más aún con esa camisa que se ceñía a su musculatura y su gorra hacía atrás.

Mientras esperaba mi elote preparado, tres chicas más se acercaron al puesto del peliblanco, saludándolo alegremente, incluso una de ellas le guiñó un ojo. ¡Ay 'íralas, como se atreven!

—Ahoritita las atendemos chiquitas. —las volteó a ver mientras le colocaba queso duro a mi elote.

«Igh, ¿cómo que chiquitas! ¿Mi marido no oficial me es infiel?»

Justo en ese momento, Ieiri —la prima de Satoru— apareció junto a él. Ella ya vivía desde antes en el vecindario, la conocía hace mucho tiempo, era muy agradable conmigo. Recuerdo que una vez llegó a defenderme de un tipo que, prefiero no recordarlo.

—Ay Ieiri, ¿me ayudas preparando un elote? —le dijo suplicante, moviéndose de un lado a otro.

Hizo una mueca automáticamente. —¿Me lo dices a mí? —Satoru asintió con un puchero. —Vete a la goma primo, es tu puesto.

—Ándale no seas garra. —su puchero se pronunció aún más. —'Ira, si me ayudas te compró una cajetilla de cigarros y no le digo nada a mi tía.

Cholo Kaisen | OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora