Geto - "Llévate un tamal"

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Los tamales son lo mío.

Y no lo digo solamente porque son deliciosos en todas sus versiones; tamales verdes, rojos, de pollo, de cerdo, de pezuña, tamales de loroco y queso, de frijoles, de elote y hasta los rositas que tienen pasas.

Lo digo porque, en mi familia, desde que mis santos ancestros están en este pueblo somos bien famosos por los tamales que hacemos y vendemos.

Mi abuela, mi mamá y mis tías son las más entusiastas en prepararlos. A mis primos y a mi nos ponen a limpiar las hojas en las que van envueltos.

Pero la mejor parte, es venderlos.

Me gusta sentir los fajos de billetes en mi delantal cuando estoy vendiendo, me gusta ver como se amontonan los billetes arrugados y viejos en nuestra canasta de venta cuando son las fiestas de fin de año y todo el pueblo quiere comer tamales los tres tiempos de comida.

Más que eso, hay algo que me gusta más... Y eso es ver al hijo de doña Marta. Todos lo conocemos como Geto, no sé si ese sea su nombre real. En caso que lo sea, me parece tan original y hasta sexy.

Conozco a Geto porque su madre es curandera. Una vez le quitó el mal de ojo a un tío y cuando mi papá se enferma del hígado siempre lo llevamos con ella.

La primera vez que lo vi fue cuando tenía una 'solitaria' en la panza y Doña Marta me sobó con crema de arroz para que saliera de mi estómago. Mi mamá dice que es mi culpa por comer mango en temporada de lluvia.

Fuera de eso, creo que esa señora es mágica porque los parásitos salieron en menos de una semana.

Tengo que admitir que fue vergonzoso. Yo estaba con la panza descubierta y a doña Marta dándome un masaje que más se sentía como golpes... Y Geto, estaba en el umbral de la puerta con cara de pocos amigos.

Pero cuando pasa frente al portón de mi casa donde vendemos nuestros tamales, ya no me mira más con esa cara.

A veces su mamá lo manda a comprar y me alegra la noche solo verlo.

—Buenas noches. —saludó con su voz tranquila, acercándose al portón de mi casa.

Mis ojos se alumbraron. —Hola, ¿de qué vas a querer hoy?

Geto negó soltando esa pequeña risa que me encantaba y me derretía. Entre más me fijaba en sus pequeñas expresiones y detalles, más atractivo me parecía.

—Hoy no (Nombre), vine a pagarles lo que te debía de la semana pasada. —de sus bolsillo sacó las monedas y los billetes exactos que quedó debiendo.

A veces mi familia y yo dábamos tamales fiados a las personas de confianza. Por supuesto que doña Marta y Geto eran de confianza.

Sonreí y acepté el dinero. —No tengas pena.

Mientras guardaba el dinero en mi delantal, Geto apoyó uno de sus brazos en el portón, inclinándose hacia mi. Cuando levanté la mirada me sorprendí y me puse nerviosa increíblemente rápido.

—¿Te cortaste el pelo? —me preguntó observándome con atención.

—No.

—Mmm, ¿te lo pintaste?

—Tampoco.

Arrugó las cejas mirándote intensamente. —Entonces, ¿comenzaste a maquillarte?

Por tercera vez negué con la cabeza. No había hecho nada lo que Geto ha mencionado y no entendía porqué de su atención.

—Pues te ves diferente. —agregó él.

Me reí sonrojándome. —Soy la misma de siempre Geto, en serio.

Bueno, mi mamá dice que el amor cambia a las personas. Quizás me veía diferente porque últimamente me sentía más enamorada de Geto que antes.

—Bueno. —me sonrío de la manera más hermosa. —Pues te ves muy bonita.

¿Bonita! ¿Me dijo bonita!

No sabía como reaccionar a su cumplido, porque nunca había imaginado que mi amor platónico me llamara de tal manera. Agarré un mechón de mi cabello y lo apreté con fuerza, mirando a cualquier lado.

—Mhh... Gra-gracias Geto.

Él sonrío ante mi reacción. Probablemente burlándose de mi en su mente... ¡Pero él tiene la culpa! No puede ir por la vida diciéndome bonita sin esperar que yo no me desmaye.

—Por cierto (Nombre), ¿qué haces el sábado?

Lo volteé a ver emocionada. —¿Sábado?

Rápido, rápido, ¿qué solía hacer de interesante los sábados? En mi mente solo se repiten las imagines de mi haciendo limpieza, ayudando a hacer tamales, mirando la televisión y fingir que adelantaba mi tarea.

—Uhmm, ¿nada? —agregué.

—Bueno, entonces vente a hacer 'nada' conmigo. Mis amigos y yo iremos a ver un partido a los campos y luego comeremos ceviches. ¿Qué dices?

¡Aaahhh! Ceviches con Geto y sus amigos el sábado, que hermoso milagro.

—Está bueno. Sí, me gustaría mucho. —dije aparentando normalidad cuando obviamente estaba muriendo de emoción por dentro.

—Chido. —me levantó ambos pulgares. —Te veo el sábado.

Con una última sonrisa, agitó su mano y comenzó a caminar lejos de mi casa, pero justo se me ocurrió algo.

—¡'Pérate Geto! —mi grito hizo que el volteara.

Metí tres tamales en una bolsa y se la ofrecí cuando se acerco con curiosidad.

—Llévate un tamal.

Cuando le entregué la bolsa sus ojos se alumbraron y sus labios formaron una sonrisa agradecida. Verlo feliz con algo tan simple como un tamal, me hizo feliz.

—Muchas gracias (Nombre), que Dios te lo pague.

Sí, ojalá Dios me los pague, o sino se los tendría que pagar a mi abuela de mi propia bolsa.

—No es nada, que lo disfrutes.

Despidiéndose de mi, sentí una mezcla de alegría, satisfacción, emoción por lo del sábado, preocupación por regalar tres tamales y... Esperen ¿de qué le di? ¿De pollo o de cerdo?

Cuando revisé las ollas me percaté que había cometido un error, todo este tiempo confundí los de cerdo con los de pollo. Me van a matar...

Extras:
• Geto acompañó a (Nombre) a su casa después de ver el partido y comer ceviche, cuando se despidió le dio un beso en la mejilla.

• A (Nombre) la regañaron por confundir las ollas de tamales y en castigo tuvo que desmenuzar pollo recién hervido.

• (Nombre) volvió a consultar a doña Marta para que le sacara la solitaria de la panza. Esa vez Geto le dijo que tenía una panza "bonita pero chistosa".

• El puesto de tamales de la familia de (Nombre) no es el único lugar donde Geto consigue comida gratis.


M| espero les haya gustado!! cuéntenme, qué tamal es su favorito? los míos son los verdes y los de elote.

Cholo Kaisen | OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora