Nanami - "Panadero se va"

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La vida de casada es aburrida. Muy, resalto, ¡muy! Aburrida.

Cuando me case con el hijo del amigo de mi papá, pensaba que, al salir de casa, me libraría de las obligaciones que tenía en ella. Casarme sería la escapada de los gritos y reclamos de mis padres, de la obligación de cuidar a mis hermanas, de hacer todo el quehacer.

Aaah, ojala alguien me hubiese abierto los ojos, haciéndome saber que terminaría igual o peor. Ahora, no solo cuidada de una enorme casa yo sola, sino que también debía atender a un pobre estúpido que trabajaba reparando autos.

Ser una mujer casada no era como en la telenovela de las seis. No tenía ese marido caballeroso, guapo y adinerado. No me llevaba a comprar ropa cada ocho días, tampoco me traía flores, ni mucho menos era un marido amoroso.

¿Qué estaba pensando cuando me casé con este mamarracho de hombre?

Me sentía sola, y muy triste.

Bueno, eso era hasta que pasaba el panadero...

El chillido de una bocina de bicicleta me alertaba y yo ya estaba lo más presentable posible. En el barrio donde vivía había una encantadora panadería llevada por una pareja de ancianos, donde su nieto repartía pedidos de pan por la mañana y en la tarde noche.

Todos los días, Kento, el panadero en bicicleta tocaba su bocina y entregaba los pedidos a las demás señoras casadas de la cuadra. La mayoría notaba su gran atractivo, era un muchacho de mi edad, humilde y muy trabajador.

Siempre lo esperaba desde bien temprano, y luego por la tarde para recibir el pan. Mi esposo no me ponía atención cuando salía a recibir el pan, tampoco le ponía atención al panadero.

Pero él sí que me ponía atención a mi, y yo a él.

—Buenos días (Nombre). —me sonrió suave. —Traigo su pan caliente y fresco.

Me llevé las manos al pecho. —Muchas gracias Kento, ¿tienes algo de pan dulce? Olvide decirle a tu abuelita que quería un poco.

—No se preocupe, siempre traigo de más por si las moscas. —reí ante su comentario. —Traigo redonditos, champurradas... Besos, conchas y cuernos dulces.

Escondí una sonrisa. ¿Dijo besos? No conocía ese tipo de pan.

—Dame... —llevé mi índice a mis labios. —Un par de todos los que mencionaste.

—Sí como no. —asintió destapando el canasto donde llevaba el pan para colocarlos en mi traste que me gané en un supermercado.

—¿A poco no es una bonita mañana? —intenté hacer algo de plática.

Regresó su mirada a mi sin mayor expresión. —Como todas las mañanas que paso por aquí.

Esa respuesta no me ayuda...

—Aquí tiene. —me entregó mi pedido. —Son diez pesos.

Asentí sacando el monto de mi monedero y entregándoselo. No puede evitar fijarme en los detalles de él. Sus manos, su piel, el sol que hacía brillar su cabello rubio, sus pequeños pero extrañamente encantadores ojos... ¿De verdad tenemos la misma nacionalidad?

Cuando tuve el pan en mis manos me despedí de él con mi mejor sonrisa. Deseándole un buen día.

Y por primera vez en todo lo que llevo comprando pan, me sonrío de vuelta.

No sé si fue una ilusión mía, pero pude percibir un ligero sonrojo pigmentando sus mejillas. Nadie podía saberlo, mucho menos mi horroroso esposo, pero me gustaba Kento el panadero.

Mi mamá tuvo razón cuando dijo que una vivía enamorada de todos, menos del hombre que tenía al lado.

[...]

Pedaleando me alejaba de la casa de (Nombre). Creo que tengo un gusto culposo con ella.

Sé que es casada y que su esposo es un hombre machista, prepotente y desagradable. No entiendo como los peores hombres termina con las mujeres más dulces, por que sí, (Nombre) es de las mujeres más bonitas y dulces a las que le entrego pan.

Siempre me recibe con una sonrisa y cuando me da los buenos días, el resto del día es mucho mejor. A veces es un poco torpe porque me entrega monedas de más, pero eso solo la hace más linda.

A veces quisiera conocer más de ella y, si la vida fuera mágica, hacerla mi esposa y librarla de ese horrible hombre con el que se casó.

Pero bueno, ¿podría comenzar por invitarla a unos tamales?

Extras:
• (Nombre) logró ser más amiga de Kento.

• El esposo de (Nombre) comenzó a sospechar del panadero y le limitaba las salidas a recoger el pan. Varias veces salió a él y conoció a Kento.

• (Nombre) se enteró que le eran infiel.

• Kento sí logró hacer a (Nombre) su esposa.


M| adoramos los finales felices

Cholo Kaisen | OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora