Capítulo 2.

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Del nos guía por la entrada del personal del hotel mientras nos da instrucciones, señala la zona del servicio y se asegura de que sabemos con qué clase de clientela vamos a tratar.

En conclusión: unos pijos.

Puedo soportarlo. Tras comprobar que mi abuela estaba bien, prácticamente me empujó por la puerta de la calle y me lanzó las Converse negras antes de prepararse para ir al bingo con George y el grupo de jubilados del barrio.

-¡Que no haya nunca nadie con una copa vacía! -exclama Del por encima del hombro-. Y aseguraos de devolver todas las vacías a la cocina para que las laven.

Sigo a Sylvie, que sigue a Del, y escucho atentamente mientras me recojo la melena con una goma del pelo. No parece muy difícil, y me encanta observar a la gente, así que esta noche promete.

-Tomad. -Del se detiene, nos planta una bandeja redonda a cada una, y me mira los pies-. ¿No tenías ningún zapato negro plano?

Siguiendo su mirada, agacho la cabeza y me levanto un poco las perneras del pantalón negro.

-Éstas son negras. -Muevo un poco los dedos de los pies dentro de las Converse pensando en lo mucho más que me dolerían los pies si estuviera llevando otro calzado.

No dice nada más; pone los ojos en blanco y continúa guiándonos hasta el caótico espacio de la cocina, donde decenas de miembros del personal del hotel van de un lado a otro gritando y lanzándose órdenes los unos a los otros. Me pego más a Sylvie mientras continuamos caminando.

-¿Estamos sólo nosotros? -pregunto, de repente algo alarmado. Tanta actividad frenética sugiere que habrá muchos invitados.

-No, también estará el personal de la agencia que suele utilizar. Sólo somos refuerzos.

-¿Es que hace esto muy a menudo?

-Es su principal fuente de ingresos. No sé por qué conserva la cafetería. -Asiento pensativamente para mis adentros.

-¿El hotel no ofrece un servicio de catering?

-Sí, pero la gente que estás a punto de alimentar y de dar de beber manda, y si quieren a Del, tendrán a Del. Tiene mucha fama en estas cosas. Deberías probar sus canapés. -Se besa la punta de los dedos y yo me echo a reír.

Mi jefe nos muestra la sala donde va a tener lugar el acto y nos presenta a los numerosos camareros y camareras del otro equipo. Todos parecen aburridos y fastidiados. Es evidente que para ellos esto es algo frecuente, pero para mí no. Estoy deseando que empiece.

-¿Preparado? -Sylvie coloca una última copa de champán en mi bandeja-. La clave está en sostenerla con la palma de la mano. -Coge su propia bandeja con la palma en el centro-. Y levántala un poco hasta el hombro, así. -Con un movimiento experto, la bandeja asciende y aterriza sobre su hombro sin que las copas se rocen lo más mínimo. Me deja boquiabierto-. ¿Lo ves? - La bandeja desciende desde su hombro hasta la altura de su cintura-. Cuando les ofrezcas las copas, sostenla aquí, y cuando te desplaces, súbela de nuevo. -La bandeja asciende y aterriza sobre su hombro una vez más sin problemas-. Recuerda relajarte cuando estés en movimiento. No vayas tieso. Inténtalo.

Deslizo mi bandeja llena por la superficie y coloco la palma en el centro.

-No pesa -digo sorprendido.

-No, pero recuerda que cuando las copas vacías empiecen a sustituir a las llenas pesará todavía menos, así que tenlo en cuenta cuando la subas y la bajes.

-Vale. -Hago girar la muñeca y elevo la bandeja hasta mi hombro con facilidad. Sonrío ampliamente y vuelvo a bajarla.

-Has nacido para esto -dice ella entre risas-. Vamos.

A Desired NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora