Me despierto en la oscuridad, completamente desnudo y desorientado. Me lleva unos instantes ubicarme y, cuando lo hago, sonrío. Me siento relajado. Me siento en paz. Me siento saciado y cómodo. Pero, cuando me vuelvo, él no está.
Me incorporo e inspecciono el dormitorio, preguntándome qué hacer. ¿Voy a buscarlo o me quedo aquí y espero a que vuelva? ¿Qué hago? Tengo el tiempo justo para ir al cuarto de baño y asegurarme de que lo dejo todo tal cual estaba cuando la puerta se abre y Louis aparece. Lleva puestos los shorts rojos otra vez, y su semidesnuda perfección ataca mis ojos adormecidos, lo que me obliga a parpadear varias veces para comprobar que no estoy soñando. Me observa, de pie, nervioso, envuelto en una sábana y con el pelo que probablemente parezca un nido de aves.
—¿Estás bien? —pregunta mientras se acerca. Su pelo es adorable, con esos hebras oscuras salvajes y revueltas, y con ese mechón rebelde que le cae perfectamente sobre la frente.
—Sí. —Me envuelvo más con la sábana y pienso que tal vez debería vestirme.
—Te he estado esperando. —Coge la sábana y me la quita de entre los dedos hasta que sostiene una esquina con cada mano y la abre, dejando mi cuerpo descubierto ante sus brillantes ojos azules. Sus labios no sonríen, pero sus ojos sí. Se mete bajo la sábana y se coloca las esquinas sobre los hombros, de manera que ambos quedamos envueltos en algodón blanco—. ¿Cómo te encuentras?
Sonrío.
—Bien.
Me siento mejor que bien, pero no quiero decírselo. Sé por qué estoy aquí, y me duele en la conciencia y en la moral cada vez que lo pienso, de manera que no lo hago.
—¿Sólo bien?
Me encojo de hombros. ¿Qué quiere? ¿Que le haga una redacción de mil palabras sobre mi estado mental y corporal? Probablemente podría escribir diez mil palabras sobre eso.
—Muy bien.
Desliza las manos alrededor de mi trasero y lo aprieta.
—¿Tienes hambre?
—No tanta como para comer ostras —espeto estremeciéndome de asco.
Sale de los confines de las sábanas y me envuelve de nuevo con el máximo cuidado.
—No, ostras no —coincide, y me da un suave beso en los labios—. Otra cosa. —Apoya la mano en mi nuca por encima del pelo, y me obliga a volverme y a salir de la habitación.
—Debería vestirme —digo sin intentar detenerlo para informarlo de que no me siento del todo cómodo con el hecho de que sólo una sábana de algodón cubra mis pudores.
—No, vamos a comer, y luego nos daremos un baño.
—¿Juntos?
—Sí, juntos. —No le da a mi tono de preocupación la importancia que merece. Sé ducharme y bañarme solo. No necesito que me venere hasta ese punto.
Me dirige hasta la cocina y me sienta sobre una silla frente a una mesa inmensa. Doy gracias a los dioses del algodón por la sábana que separa mi trasero del frío asiento que tengo debajo.
—¿Qué hora es? —pregunto, esperando para mis adentros que no haya malgastado demasiado tiempo de mis veinticuatro horas durmiendo.
—Las once en punto. —Abre la puerta de espejo del enorme frigorífico doble y empieza a apartar cosas y a colocar otras sobre la encimera que tiene al lado—. Iba a dejarte dormir dos horas, después pensaba echarte un polvo. —Deja una botella de champán a un lado y se vuelve para mirarme—. Te has despertado justo a tiempo.
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A Desired Night
FanfictionHarry lo siente nada más entra en la cafetería. Es absolutamente imponente, con una mirada azul tan penetrante que casi se distrae al tomar nota de su pedido. Cuando se marcha, cree que no lo volverá a ver jamás, hasta que descubre la nota que le ha...