11 | Pobreza

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Cuando Taehyung regresó al establecimiento Jianlee en un carruaje, su expresión era sombría. Aunque había ofrecido su cuerpo sin reservas, Jungkook realmente lo había rechazado, y en lugar de tomarlo, lo había sentado a leer un libro durante toda la tarde, diciéndole que ese era su favorito cuando era niño.

Tan pronto como bajó del carruaje, Taehyung dio una patada al suelo con resentimiento, soltando un gruñido bajo. Sin mirar atrás, se dirigió a su habitación por la puerta trasera, cerrándola de un portazo que resonó en todo el pasillo. Afuera, un joven delicado y bonito, Yeonjun, se encogió por el ruido, asomándose con cautela.

—¿Qué estás mirando, Yeonjun? ¡Vuelve a mirarme así y te mataré! —rugió Taehyung desde el interior, su voz cargada de frustración.

El muchacho dio un respingo pero no pudo evitar sonreír tímidamente.

—Amo, ¿no lo llevaron a la Residencia del General? ¿Qué ocurrió para que esté tan enojado?

—¡Eso no es asunto tuyo! —espetó Taehyung.

¡Pum!

Un zapato bordado salió volando desde la habitación, golpeando con fuerza el marco de la puerta. Yeonjun murmuró algo ininteligible, pero no se atrevió a provocarlo más. Justo cuando estaba a punto de retirarse, la puerta se abrió de golpe, y Taehyung salió saltando en un pie.

—¡Espera! —le ordenó, su tono menos agresivo esta vez.

El muchacho, con una mezcla de temor y curiosidad, regresó de inmediato.

—¿Qué desea, amo?

Taehyung se inclinó y le hizo una seña para que acercara su oreja.

—Necesito que me hagas un favor... uno que requiere discreción.

[...]

Al día siguiente, a la hora convenida, Jungkook llegó a Jianlee y, para sorpresa de todos, pagó nuevamente cuatro mil monedas para llevarse a Taehyung a su residencia.

Al llegar, tomaron té en silencio, la atmósfera pacífica contrastando con la tensión latente. Jungkook continuó con la rutina de leerle un libro, obligándolo también a recitar poesía e historia. Todo el tiempo, Taehyung se vio forzado a leer cosas que le parecían terriblemente aburridas.

—Gastar cuatro mil hojas de plata para comprarse un muchacho que le haga compañía... El general debe ser realmente rico o completamente idiota, —murmuró Taehyung, su voz cargada de sarcasmo.

Pero sin importar cuán mordaz o irónico se mostrara, Jungkook no respondía a sus provocaciones, limitándose a mirarlo fijamente mientras estudiaba.

Al principio, Taehyung no le dio mucha importancia. Después de todo, esta era una forma más fácil de ganar dinero que vendiendo su cuerpo. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, la inquietud comenzó a apoderarse de él. Ya no podía quedarse ni sentado ni parado, cada minuto se volvía más insoportable.

—¡Ya no más! General, este esclavo realmente se está cansando, —se quejó, levantando sus esbeltas piernas y agarrando unos dulces para masticar.

Jungkook lo miró con desaprobación.

—No te llames esclavo, no me gusta, —dijo con firmeza.

—¿Cómo es que puedes ser tan molesto? —respondió Taehyung, volteando los ojos mientras masticaba el dulce con desgana.

—Te pagué por esto, así que tienes que complacerme, —replicó Jungkook, su tono serio y autoritario.

Taehyung casi se atragantó con el dulce, pero no pudo contradecirlo. Sus palabras, aunque sencillas, llevaban un peso que lo descolocaba.

[...]

Los días siguientes, Taehyung fue llevado a la residencia del general y, como si fuera un ritual, era regresado al establecimiento Jianlee en un carruaje al caer la tarde. Pero después de medio mes, Jungkook dejó de buscarlo diariamente; ahora solo lo visitaba tres o cuatro veces a la semana.

Y después, pasando los días, Taehyung notó que una semana entera había transcurrido sin que Jungkook lo buscara en el establecimiento Jianlee.

Recostado perezosamente, Taehyung dejó que su mente divagara, sintiendo una incomodidad que no lograba identificar.

—¡Amo!

Yeonjun tuvo que gritarle varias veces antes de que Taehyung reaccionara.

—¡No estoy sordo! ¿Por qué estás gritando? —respondió, irritado.

—Es la tercera vez que lo llamo. ¿En qué estaba pensando? Oh... ¿extraña al General Jeon? Hace unas semanas, venía insistentemente, ¿quizás lo hizo enojar y por eso ya no viene? ¿Se siente inquieto por eso?

—Creo que el que está inquieto eres tú, y más te vale tener cuidado o ¡te arrancaré la lengua! —amenazó Taehyung, pero de pronto algo cruzó por su mente y su tono cambió—. Por cierto, ¿qué pasó con lo que te pedí que hicieras?

—Es justamente lo que estaba tratando de decirle, —respondió Yeonjun con rapidez—. Las hojas de plata del General Jeon fueron obtenidas en la casa de empeño. La gente de ese lugar me dijo que él llevó mucha joyería de oro y plata para empeñarlas.

Los ojos de Taehyung se entrecerraron, pensativo.

—Así que el General Jeon realmente se está quedando sin dinero...

Taehyung se levantó, caminando hacia el tocador donde reposaban una pequeña fortuna en hojas de plata, cerca del equivalente a doscientas mil. La realidad se hacía evidente: por más que Jungkook fuera un general, ni siquiera él podía tener tanto dinero a mano.

Había enviado a Yeonjun a investigar, y ahora lo confirmaba: Jungkook había empeñado cerca del setenta u ochenta por ciento de sus joyas familiares. Probablemente, no había ido en los últimos días porque estaba buscando qué más empeñar para reunir el dinero necesario.

—Sabía que era testarudo, pero esto... —murmuró Taehyung para sí mismo, sin estar seguro de si lo que sentía era tristeza o una extraña forma de satisfacción.

—Amo, yo pienso que el general Jeon es diferente a esos hombres apestosos con los que ha estado antes. Parece que está siendo sincero y atento con usted. Si no le hace caso, el general podría buscar a alguien más, —sugirió Yeonjun, después de un momento de reflexión—. Hoy lo vi en la casa de empeño. Tenía un coral esmeralda en la mano, y a simple vista se notaba que era muy preciado.

—¿Qué dijiste? ¿Lo empeñó? —Taehyung se enderezó, alarmado. El coral esmeralda era una joya famosa de la familia de Jungkook; debía ser esa.

—Sí, parecía que estaba convencido... Amo, ¿qué sucede?

—Nada, —respondió Taehyung, masajeando sus sienes con un suspiro.

Con un gesto decidido, tomó una hoja de plata y la metió en el bolsillo de Yeonjun.

—Ayúdame a recuperar ese coral, —le ordenó. Tras una breve pausa, Taehyung agregó—. Dos mil no serán suficientes, esa casa de empeño duplica el precio cada vez que algo cae en su posesión.

Le entregó al joven la mayoría de las hojas de plata que había en el tocador, sabiendo que no sería fácil, pero también sabiendo que tenía que hacerlo.

Después de enviar a Yeonjun con prisa, se dispuso a esperar, mucho antes de lo que él esperaba, la música en el establecimiento Jianlee se detuvo. Una de las muchachas corrió hacia él, su rostro pálido y sus ojos llenos de alarma.

—¿Quién es? —preguntó Taehyung, arreglándose las ropas con una calma que no sentía.

—Parece que es la esposa de un general...

Taehyung sintió que un nudo se formaba en su estómago, su mente comenzó a buscar una salida, mientras intentaba mantener la compostura exterior.

[...]

Loto Rojo | Kooktae (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora