Capitulo 11

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—Uff... es un grandísimo idiota—susurró irritada, cepillando sus cabellos castaños sin delicadeza alguna frente al espejo. 

Sentía cierta pena por aquella chica pero no podía evitar tener a la vez un poco de envidia y, ya que ella prácticamente era un libro abierto, su malhumor se había vuelto algo obvio en su comportamiento diario. No lo podía evitar. Siempre se dejaba llevar por sus sentimientos descolocados como, por ejemplo, su sostén en aquel momento, este se había corrido para un costado sin que se diera cuenta y no parecía tener ganas de volver a su posición inicial. Entonces reaccionó, "¿mi sostén?" pensó, confundida. Casi de inmediato se ruborizó, así que por eso era que la estaban mirando con tanto detenimiento en el mercado. 

Suspiró. "¿Por qué todo lo malo me tiene que suceder a mi?" Ya con su pelo completamente desenredado miró por la ventana corriendo hacia un costado las cortinas, al mismo tiempo que buscaba con la vista alguna estrella. Para su mala suerte, aquella era una noche nublada. El ambiente pesado y húmedo le provocaba un leve dolor en el pecho, como si algo malo estuviera a punto de pasar. Automáticamente sus labios delineados, como los de una muñeca de porcelana, se fruncieron. Algo no estaba bien. 

Se recostó sobre el respaldo de la silla procurando no caerse de espaldas. "¿Qué demonios está pasando?" pensó, poniéndose seria. Algo o alguien la llamaba. No por su nombre, ni mucho menos por celular, solo era una efímera sensación la que la guiaba a algo... no podía explicarse ni así misma qué era. 

Ella debía de ser la personificación de la candidez porque por ese pequeño y casi inexistente presentimiento salió prácticamente corriendo de su hogar sin siquiera dar explicaciones a su hermana mayor; de todos modos ella no estaba en aquel momento ya que se había ido a una de sus fiestas. Recordarlo le provocó un breve vacío en el pecho. Sacudiendo su cabeza vigorosamente se concentró una vez más en la sensación misteriosa que le estaba llamando e intentó encontrar su origen. 

Corriendo, y teniendo cuidado de que no se le levantara mucho la falda, llegó finalmente al origen de esa energía desagradable y tenebrosa. Dando pasos cuidadosos y tratando de hacer el menor ruido posible, cruzó una calle llena de hojas secas que guiaba a un almacén de apariencia lúgubre. Acercándose sigilosamente alcanzó a escuchar dos voces que mantenían una discusión, una parecía estar más tranquila que la otra. 

Mientras se apoyaba en una pared mugrienta, sintió un pequeño escalofrió, una de las voces le resultó extrañamente conocida. "¿Gumball?" se preguntó, arrugando la frente. Miró a través de una grieta que había en la pared y lo que vio la sorprendió. De sus ojos empezaron a brotar lágrimas que caían una tras otra con rapidez, no podía desviar la mirada, su cuerpo parecía no responderle y en su pecho algo se resquebrajó. "¿Qué le están haciendo?" pensó, tapándose la boca para ahogar un grito.

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Él estaba pegado a una pared mohosa y pareciera que este hubiera cubierto gran parte de sus brazos y piernas, inmovilizándolo por completo. Estaba fuera de sí, escupía insultos sin cesar y su cara, sumergida en la furia y el odio, parecía a punto de estallar. 

Es que aún no lo podía creer, lo tonto que había sido, ahora por su culpa no solo él estaba en peligro sino que también su amada. Se sentía furioso, no solo con esa p*ta rastrera sino también consigo mismo. Sabía que sin importar cuánto grite no podría echar para atrás el tiempo.  Pero aún así, dentro de él seguía creyendo que aunque fuese a último momento alguien, quien sea, vendría a salvarlo. 

Agotado de tanto gritar, se detuvo por un par de segundos para tomar aire, simultáneamente, cerro sus parpados, intentando descansar tan solo un poco. Al volver a abrir los ojos pudo sentir su corazón queriendo escapar de su pecho. 

La poca luz que entraba a través de un tragaluz roto apenas lograba dar a ver lo que estaba ocurriendo.

Delante de Gumball se podía ver a una mujer enfermizamente delgada, de piel pálida casi del mismo blanco de su pelo y unos ojos rojizos como rubíes que centelleaban de emoción acompañados por una sonrisa maliciosa. Ashley.  

En su mano derecha se podía ver una daga de mango negro, pero lo que más llamaba la atención a Bonniebell era un signo bastante extraño que le resultó conocido, este estaba en la hoja del arma. 

Ashley se acercó con paso ligero a Gumball y contempló su expresión de puro odio, encantada, tomó entre sus dedos alargados su mentón y lo levantó, para quedar cara a cara con él.

—¿Qué? ¿Acaso ya te tranquilizaste?—preguntó con tono burlesco.— Qué mal... porque me comienzo a ¡ABURRIR!

Clavó la daga con fuerza en el lado izquierdo de la cadera de él, sonriendo satisfecha, al oír un grito adolorido de parte de este.

Realmente le dolió, sentía un gran ardor en la herida, como si de a poco se estuviera quemando por dentro.

—¿Por qué tienes que ser tan aburrido? ¡Vamos! Ódiame más, mucho más...—dijo para después romper a reír con ganas.

—Créeme... no podría odiarte más...—ella le miró aún riendo un poco—... aunque hay algo que aún no entiendo... ¡¿POR QUÉ ME HACES ESTO?!

Ella se quedó en silencio, ¿realmente estaba pensándolo recién a estas alturas?

—Porque, creo, que ya no me sirves para nada y a la vez estoy tan... aburrida...—canturreó, expresándose de manera inocente, pero evidentemente falsa. 

—¡HIJA DE P*TA!

—Así me gusta, bueno, ¿listo para mo...?—apenas comenzaba a pronunciar "morir" cuando se escuchó el ruido de una flecha viajar con rapidez a través del lugar, dándole en el pecho a Gumball.

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"NOOO!..." todo esto paso porque ella no tuvo el coraje para salvarlo. Todo era su culpa. Algo, dentro de Bonnie, se hizo pedazos y de tanto morderse la lengua para no gritar este comenzó a sangrar. No lo podía creer, simplemente no lo podía creer... 

Se dejó caer de rodillas mientras su mirada como una puerta al alma, mostraba que tan destrozada estaba esta. Sabía que ya había visto todo, que tenía que salir corriendo antes de que la encontrasen, pero... su cuerpo no le respondía.

Un amor envuelto en sangre *cancelado*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora