Capítulo 13 La corona hechizada.

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Tanto su espíritu cómo todo su cuerpo estaba machacado a golpes, no diferenciaba el sabor de su sangre con el de su saliva, con los ojos pedía su muerte,  si el amor de su vida lo había entregado sería un muerto errante toda su vida

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Tanto su espíritu cómo todo su cuerpo estaba machacado a golpes, no diferenciaba el sabor de su sangre con el de su saliva, con los ojos pedía su muerte, si el amor de su vida lo había entregado sería un muerto errante toda su vida.

—Eres tan patético, ¿tanto te duelen los golpes que ya empezaste a llorar cómo un niño?—el guardia le da una patada en el estómago que lo hace caer el húmedo piso de aquella mazmorra donde lo tenían.

—Gregor, no lo podemos matar, el príncipe del imperio lo quiere vivo.

Gregor sintiendo rabia porque no podía matar al pirata le da otra patada, esta vez no escuchó ningún quejido, tenía que admitir que Andreas era de mucho aguante, porque apenas había quedado inconsciente luego de horas de múltiples palizas.

—El príncipe imperial vendrá a verlo en unos minutos, así que despiértalo—dice desde la entrada.

Gregor entierra sus manos en el pelo de Andreas para así levantar su cabeza, con la otra mano golpea la mejilla del hombre.

—Despierta, no es hora de morir—le pone los grilletes y lo pega a la pared. Andreas sin nada de fuerza en sus extremidades siente como sus huesos crujen a la presión ejercida que hace el guardia.

—Quédate ahí, luego veremos qué hacemos contigo.

En ese momento hace entrada el príncipe Alden, al ver el estado de Andreas siente su respiración ponerse pesada y su corazón acelerarse.

—Salgan.

—Su majestad, no lo podemos dejar solo.

—Lo tienen encadenado y medio muerto, ¿qué me va a hacer? —su voz salía con rabia más tarde se encargaría de los guardias por moler a golpe a su hombre.

Gregor y el otro guardia que estaba en la entrada no le queda de otra que retirarse.

Andreas, quien estaba sentado en el suelo húmedo mientras su adolorido cuerpo se recargaba de la pared, abrió un ojo cuando escuchó su voz.

—Amor, tú no fuiste.

Alden cuando escucha aquello no tiene valor de mirarlo, lo amaba, es por ello que todo aquello dolía más que una bala en su corazón.

—Dime que no fuiste tú y te voy a creer— Alden se arrodilló junto a él, sacó un pañuelo y trató de limpiar un poco su rostro, no le sorprendió que se llenara de sudor y sangre.

—Fui yo, sería una vergüenza tener que llamarte esposo y convertirte en mi rey, y no solo eso, me tendrías en tus manos sabiendo mi secreto.

Andreas sonríe con dolor.

—Yo solamente quería ser tu esposo no un maldito rey, y pensé que poco a poco estaba ganando tu confianza.

—Ya ves que no—responde entre lágrimas

Un Concubino  Para El Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora