Adine
Yo: Zach me he ido
No quería interrumpir
Ya me contarás
Zach: Cómo que te has ido? A dónde?
Yo: A la playa
Zach: Con qué coche???
Yo: Con Nasser, el chico de ayer
No mentiré, ese mensaje terminó por confirmar lo rara que era toda esa situación. Por eso guardé el móvil dispuesta a ignorar los futuros mensajes de Zach, que probablemente se cuestionaba si estaba bien de la cabeza.
No, no lo estaba.
En la fiesta, no respondí a las llamadas de mi madre hasta que me llamó por quinta vez. Le pareció buena idea rebuscar en mis cajones, donde encontró un folleto de la Universidad de Artes de Londres que cogía polvo desde hacía dos años. Me llamó inmediatamente (sin importarle que me encontraba en una fiesta, y que no era el mejor momento para discutir) para decirme que si no solicitaba plaza para el año que viene, ella se iba a encargar de hacerlo por mi. Como si tuviese el derecho de tomar esa decisión.
Sí, es verdad que una vez mi sueño fue ir a esa universidad. Pero ya no. Y me frustraba tanto que no lo respetase que ni esa fiesta pudo distraerme del enfado. Además de que Zach me había dejado un poco de lado cuando se interesó en esa chica pelirroja. No le culpaba, pero sin él me aburría en ese lugar donde no conocía a nadie excepto a su hermano.
Bueno, y si cuenta, al chico que aparecía en mi vida por tercera vez en poco tiempo. El mismo que me leyó la mente cuando deseé no estar en ningún otro lugar que en la playa. Así que cuando lo propuso, acepté. De todos modos la playa sólo estaba a quince minutos de mi casa andando; si me sentía incómoda me podía marchar cuando quisiese.
Pero si era sincera conmigo misma, lo que Nasser me hacía sentir estaba lejos de ser incomodidad. Era más bien una sensación de estar al borde de un acantilado. Cómo si supiese que me iba a caer, que iba a ser desastroso, pero al mismo tiempo disfrutara de dónde me encontraba.
Al llegar a nuestro destino y darme cuenta de que había mas gente de lo normal, recordé que probablemente se tratara de la feria de verano. Como todos los años, la montaban la última semana de junio.
Nasser aparcó el coche, y al salir clavé mi mirada en mi atracción favorita, la Gran Noria.
— Nunca me he montado en una noria.— dijo seriamente mientras observaba cómo giraba.
— ¿Tienes miedo a las alturas?
Con una sonrisa pícara me miró como siempre lo hacía: como si no hubiese nada en el mundo que él no supiese.
— Tengo miedo a pocas cosas, Adine.— Qué arrogante.— La altura no es una de ellas.
Me dieron unas ganas tremendas de saber a qué tenía miedo. Sabía que debía tener miedo a más de lo que él creía y, por terca, me dieron más ganas aún de demostrárselo.
Antes de que pudiese decir nada, me cogió de la mano y comenzó a caminar hacia la caseta de los tickets de la noria. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, desde donde nuestras manos hacían contacto hasta mi estómago. De repente, mi corazón iba a mil. Me soltó la mano cuando pagó los tickets, y me sorprendí a mi misma deseando que no lo hubiese hecho.
Ya no sólo era que no entendiese a Nasser, era que no me entendía a mi misma cuando estaba con él.
A pesar de lo llena que estaba la feria la cola para la noria no era tan larga y a penas tardamos cinco minutos para poder subir. Después de sentarme en la góndola que nos tocaba, Nasser se colocó en el asiento de enfrente.
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Souls: Me da miedo perderte
Любовные романыEn el lado costero de la ciudad, Adine vive atrapada en la nostalgia de todo lo que una vez fue su padre. Se ocupa de la cafetería que le dejó al morir dejando a un lado su futuro en el diseño de moda, a pesar de la desaprobación de su madre. Todo l...