Adine
— Entonces, ¿es doctor?
Le había servido a Nasser el café solo y los bollos, y a mí un té verde. Él se sentó en los asientos de la barra y yo preferí quedarme al otro lado, en frente de él.
— ¿Quién?
— Zach, ¿no? Ya sabes, el que me quería matar con la mirada.— dijo, como si nada. Casi me atraganto con mi té.
Negué con la cabeza.
— No es doctor, es enfermero en prácticas. Y no quería matarte con la mirada.
Me dirigió esa mirada de "sé que mientes".
— Si tú lo dices.— se encogió de hombros y se llevó el segundo bollo a la boca.
Suspiré. Era indudable lo que había pasado entre Zach y él hacía unos momentos, así que de nada servía fingir lo contrario.
— A veces Zach se pone a la defensiva.— expliqué.— Ha estado a mi lado desde que éramos niños y supongo que no se fía.
Sonrió de lado.
— ¿De mi? ¿O de todos los chicos que se te acercan?
Si no hubiese acabado mi té, me hubiese atragantado otra vez. Sentí cómo me sonrojaba, así que le di la espalda dirigiéndome a lavar mi vaso.
— ¿Que tal los bollos?— pregunté para cambiar de tema.
Soltó una pequeña risa. Se daba cuenta de que me ponía nerviosa y eso le hacía gracia. Le odié un poco por eso.
— La verdad es que me gustan mucho. Ya me pasarás la receta.
Me giré para mirarle divertida, mordiéndome el labio.
— No puedo. Es alto secreto.
— Pues tendré que robártela.— se levantó para llegar hasta donde estaba yo, al otro lado de la barra. Cuando estuvo en frente de mi, contuve la respiración.— ¿Dónde la tienes?
Extendió el brazo detrás de mi para buscar en uno de los cajones. Luego, en el que había justo tras mi espalda, inclinándose más hacia mi y tocándome al abrir el cajón. No me moví de mi sitio.
— Ya te lo he dicho.— susurré. Sin querer, dirigí mi mirada a sus labios.— Es alto secreto.
No apartó la mano de detrás de mi. Cerró el cajón despacio, inclinándose de nuevo. Su cara estaba a centímetros de la mía.
— Tú y tu secretismo.— cuando volví la mirada a sus ojos, él tenía la suya fija en mis labios.— Lo que no sabes es que soy muy curioso, y que cuanto más secretos tienes, más tengo ganas de averiguarlos.— sentía su respiración en mis labios.
Ya está.
Mi corazón iba a explotar.
Me alejé a un lado en un movimiento, y cogí el trapo de la encimera, dándole la espalda de nuevo. Mi cara estaba roja, mis entrañas estaban temblando. No se si era yo, o de repente no había oxígeno en el aire que respiraba.
Mientras limpiaba la barra, fingiendo que no había pasado nada, sentí que se movía de nuevo hacia dónde estaba sentado.
— ¿Hoy no abres la cafetería?.— preguntó después de un rato. No sonaba afectado, como si no hubiésemos estado a punto de besarnos hacia unos momentos.
Tragué saliva. Tenía que sonar tan no-afectada como él o más, si no, me iba a doler mucho mi orgullo.
— Creo que no.— dije.— Me gustaría pero se me ha ocurrido que a lo mejor podría aprovechar para limpiar a fondo.
— Sigo pensando que es demasiado trabajo para una persona.
— No eres el único.— suspiré.— Mi madre también lo piensa. ¿Pero quién va a querer trabajar por el salario mínimo en una cafetería sobre-cargada de trabajo?
Era una pregunta retórica a la que no esperaba respuesta. Desde luego no la respuesta que me dio después de unos segundos.
— Yo.
Dejé de limpiar. Le miré de nuevo.
— ¿Tú?
— Sí, ¿por qué no? Necesito trabajo.— dijo encogiendo los hombros.— Contrátame.
Alcé las cejas. Eso sin duda se ganaba el premio a las cosas que más me habían sorprendido en la vida.
— No lo sé.— contesté sinceramente.
La verdad es que sí me venía bien una mano en la cafetería; había sido difícil encontrar a alguien a quien pudiese pagar.
¿Pero él?
Después de haberle visto en esa fiesta vestido con un traje que probablemente valía más que mi casa, y después de haberme subido en un coche que seguramente valía mas que yo.
No podía imaginarle de camarero, cobrando una miseria a la hora. De hecho, no creía ni que necesitase un céntimo porque parecía que tenía dinero. Mucho dinero.
Algo no encajaba.
— Piénsalo.— dijo levantándose.— Luego me dices.
— ¿Te vas?.— pregunté, aún confundida.
Asintió.
— Se me hace tarde para algo que tengo que hacer.— dijo serio.
De nuevo la faceta seria y fría que no encajaba con el Nasser que había estado a centímetros de mi hacía unos minutos.
Cogió una servilleta y sacó un bolígrafo de su bolsillo.
Mientras escribía algo, mechones de su pelo corto cayeron sobre su frente. No sé por qué pero tuve ganas de peinárselos con mis manos.
— ¿Qué escribes?.— pregunté.
— Mi número ya lo tienes.— dijo sonriendo.— Te falta algo.
Me entregó la servilleta doblada. Luego, se marchó dejándome confundida por todo lo que había pasado.
Cuando abrí la servilleta, vi que había escrito su dirección, y debajo:
Bonitos labios, chica misteriosa.
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Nota :)¡Hola! Un poco corto el capítulo pero intensito jaja. Espero que os guste :)
He publicado dos avances de nuevas historias que comenzaré a publicar en el futuro "El príncipe" y "Por inercia", por si te quieres pasar a echarles un vistazo. Y si te gustan, dales tu apoyo y añádelas a tu lista de lectura/biblioteca.
Gracias a los que leen,
Daradeia :)
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Souls: Me da miedo perderte
RomanceEn el lado costero de la ciudad, Adine vive atrapada en la nostalgia de todo lo que una vez fue su padre. Se ocupa de la cafetería que le dejó al morir dejando a un lado su futuro en el diseño de moda, a pesar de la desaprobación de su madre. Todo l...