Capítulo 9: Una piedra en el camino.

1 0 0
                                    

La joven tardó menos de cinco minutos en aparecer corriendo desde la esquina de la calle de la comisaría. Llegó jadeando, se apartó los mechones de pelo castaño de la cara, y sorprendió al jefe con unas pocas palabras.

- Vengo a colaborar –sus ojos brillaban con decisión, y secó con un solo movimiento su frente empapada en sudor justo antes de entrar junto con el jefe.

Su paso era firme, fuerte. Era una mujer impetuosa y decidida. Había demostrado saber lo que estaba a punto de hacer en cuanto se apoyó en la mesa sin siquiera sentarse.

- Dispara, quiero pillar al cabrón.

- Tranquila, leona. Primero quiero hacerte unas preguntas para entrar un poco en contexto. Cuéntame lo que sepas de la relación entre Sofía y Toni.

- ¿El qué, exactamente?

- ¿Se llevaban bien? ¿Sofía te contó alguna vez algo en relación a él?

- Problemas había, como en todas las casas jefe. La cosa es que estos dos eran tal para cual, no se peleaban a penas, y cuando lo hacían era por gilipolleces.

- ¿Cómo cuáles?

- Pues cosas como quien de los dos era más despistado, o cuando a Toni se le olvidaba sacar la basura o darle los buenos días. Gilipolleces, eran muy felices.

- Entiendo. ¿Sabes de alguna mala relación que tuviera Toni con alguien? ¿Algún conflicto?

- Nada de nada, siempre fue un tío muy pacífico – al ver el rumbo que tomaba la conversación, la joven se sentó en la silla y cruzó las piernas. – No entiendo por qué hicieron eso...

- Pagará – el jefe vio como la joven apretaba los puños - ¿Qué sabes del estado actual de Sofía?

- Está jodida, la pobre no lo tiene fácil...

- ¿Has ido a visitarla?

- No quiere, desde que la mandaron a esa casa no quiere...

- ¿La mandaron?- ahora sí que comenzaba a preocuparse.

- Sus padres, no la aguantaban. Decían que lloraba día y noche, y Don Armando necesitaba dormir para rendir en el trabajo- la joven dijo eso último con un tono diferente- Aun así van a verla todos los días y... la cuidan –el tono tembloroso de ese comentario levantó sospechas.

El jefe miró a la joven, cuyos puños seguían tensos. En ese momento aprovechó su oportunidad.

- Lo sabes tú también, ¿verdad?

- Y no soy capaz de entenderlo...-la joven negaba con la cabeza mientras miraba fijamente al suelo.

- Yo tampoco, es horrible... - el jefe no sabía nada, pero ahora que había obtenido algo de información extra utilizando la ira de la joven, podía llegar al fondo de ese lío.

- No es un hombre respetable, un hombre respetable no hace eso. Es asqueroso. Es su mujer, y su hija tampoco... - la joven comenzó a sollozar y se llevó las manos a la cabeza, agarrando su pelo con fuerza.

El jefe se inclinó y extendió su brazo sobre el hombro de la joven.

- ¿Sofía...?- el jefe comenzaba a deducir cual era el problema.

- A veces... llegaba con moratones - la joven se secaba las lágrimas.

Ahora lo sabía. Sofía no sufría solo por la muerte de su amado. Ahora todo iba cobrando sentido. Pero, ¿y lo de los susurros?

El EmbalseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora