Capítulo 17: El Origen.

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Pasadas las semanas, y después de aportar las pruebas necesarias para que el responsable fuera encarcelado, el pueblo volvía a respirar tranquilo.

- Papá, ¿seguro que esto vuela? –la pequeña de cabellos dorados sujetaba la cometa mientras su padre preparaba el hilo.

- Ahora verás. Víctor, déjame un momento la silla.

- Oye, oye jefe, ¿a que me levanto a por ti? –el joven agente, cansado de las muletas, había optado por otro medio de transporte.

- ¿Pero Víctor puede andar? –preguntó la inocente pequeña.

Y de pronto, la colina se inundó de risas, una cadena de risas que empezó por la de un triunfador jefe de policía, disfrutando de la compañía de su familia.

- Miguel, tu teléfono- Laura, la mujer del jefe, sacaba del bolso el teléfono y lo entregaba al jefe.

- ¿Qué pasa, cariño?

- Toma, es una llamada, pero no pone ningún número.

El jefe tomó el teléfono y respondió a la llamada, mientras Víctor y la pequeña jugaban con una cometa que revoloteaba sobre el cielo del atardecer.

- ¿Dígame?

- Disculpe las horas, ¿es usted el jefe de policía? –una voz madura, susurraba misteriosamente desde el otro lado.

- Sí, ¿pasa algo?

- Me presento, soy Samuel Gallardo, psicólogo de la prisión. Quiero pedirle un poco de su tiempo, pues necesito una charla con usted sobre el preso de su localidad.

- ¿De cuánto tiempo estamos hablando? Ahora mismo no es el mejor momento, acabamos de empezar a disfrutar de la tranquilidad, lo último que quiero ahora mismo es escuchar algo de esa sucia rata.

- Miguel, ¿Quién es? –la cara de preocupación de la esposa del jefe se contagió entre todos los presentes.

- Tranquilos, es un...

- Un viejo amigo –susurró el psicólogo.

- Si, exacto. Es solo un viejo amigo, la sucia rata de Samuel, ¿no es así? –la risa nerviosa del hombre hizo al psicólogo llevarse la mano a la frente.

Los presentes asintieron, y distraídos por el disfrute de la niña con su cometa, ignoraron la conversación del jefe.

- Si quiere podemos hablar esta noche, pero necesito que sea cuanto antes. Esto me preocupa demasiado.

- ¿Podría resumir?

- Es demasiado complejo como para eso, necesito explicarlo con detalles.

- Está bien, solo conteste a esta pregunta. ¿Puede poner en peligro a mi gente?

- Sí, si no se aborda pronto.

- Espere un momento –el jefe apartó el teléfono de su oído y se dirigió a la multitud –Disculpadme, pero voy a tener que volver al pueblo un rato, resulta que este cabroncete va a hacerme una visita rápida.

- ¡Miguel! –su mujer estaba enfadada.

- ¿Qué pasa? Será solo un momento...

- Digo que cuides las palabras que sueltas por esa boca –y se giró disimuladamente, guiando la vista del jefe hacia la pequeña, que miraba desde abajo con ojos grandes y atentos.

- Desde luego Jefe, que poca vista...

- ¿Quieres llegar rodando antes que yo? –el jefe no pudo evitar reír antes de terminar la frase, y el joven le siguió el juego, dejando a las pobres mujeres procesando su estupidez.

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