Capítulo 13: La pista definitiva.

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Y me juró que lo vio, aunque parezca totalmente surrealista, estas cosas son reales querido lector. Pero no es mi deber ahora justificar los hechos paranormales, debo limitarme a narrarte esta historia.

- ¡Muéstrate antes de que dispare! ¡No voy a dudar!

Nadie respondió a la amenaza del jefe, y la puerta chocó la pared que había detrás, haciendo resonar el golpe en aquel pasillo largo y vacío. Nadie entró, pero sí que había alguien invitando al jefe a salir, un adolescente de cabellos rizados, que se dio la vuelta y comenzó a andar por el pasillo.

- ¡Eh! ¡Juan!

Pero el chico no escuchaba, solo andaba mirando al frente mientras el jefe le seguía.

Cuando llegó al final del pasillo, se detuvo en seco, quedando por un momento cerca del jefe. Pero antes de que este pudiera ponerle la mano encima, el chico desapareció, y la puerta del baño se abrió dando un portazo, dejando ver que la luz estaba encendida.

El jefe temblaba, lo que veía era real, no cabía duda. Reconocía cuando estaba consciente, pues poseía unos sentidos muy agudos. Su piel detectaba que algo no estaba bien, pero sus piernas no respondían, simplemente seguían adelante en dirección a aquello, aquello que era tan real.

- Maldita sea...

No quería entrar, pero a pesar del pavor, sabía que no había peligro alguno, algo le decía que eso no había venido a por él.

Y asomándose cautelosamente a la puerta del baño, comprobó que no había nada además de una nube de vapor, seguramente Laura se había dado una ducha caliente y había dejado la puerta cerrada. Pero aquella nube de vapor no estaba acompañada por calor, sino por frío, un frío que no era normal en una noche de agosto.

- Dios, si estás ahí, ten piedad y no dejes que me atormenten más...

Entre el silencio, surgió un sonido peculiar, un sonido que normalmente no debería apreciarse de una forma tan clara, pero que esa noche, quería ser escuchado. El sonido de unos dedos chirriando mientras dibujaban algo en el espejo, aquel espejo empañado por el vaho misterioso. El chirrido era intenso, era un solo trazo. Esos dedos espectrales no se levantaron ni una sola vez hasta que el jefe entró, decidido.

Si el destino decidía que su última noche sería esa, él lo aceptaría, pero aún no quiso Dios que el hombre descansara, no mientras el caso estuviera sin resolver.

Y allí presenció aquellas extrañas escrituras en letra cursiva, un fragmento ilegible que parecía contener información valiosa.

- Mierda... ¿qué hago con esto?

La respuesta llegó de forma inmediata, y el jefe sintió un susurro espectral en su oído, un susurro que se sintió demasiado real como para ser parte de un mal sueño. Sintió el cosquilleo en su oreja y entonces lo vio.

Los seres humanos no estamos hechos para comprender algo más allá de la vida terrenal, y en las ocasiones en las que algo ajeno a esta se nos presenta, la confusión y el miedo se adueñan de nuestro cuerpo. Así pasó con el cuerpo del jefe, al ver que no estaba detrás de él, sino rodeando su cuello. El hombre saltó hacia atrás y chocó su cabeza con la estantería donde se encontraban los productos de higiene, volcando la mayoría. Por azar o por fuerza del destino, en el regazo del hombre cayó un pequeño espejo, y entonces comprendió. Era la herramienta necesaria.

El hombre se levantó decidido, y deseando no volver a ver esa visión, se colocó de espaldas al espejo, y levantó el pequeño por encima de su hombro hasta cuadrar el fragmento dibujado.

"Quien menos culpa tiene,

sufre siempre la peor parte

la  última pista está

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