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El día sábado había llegado, y con él el esperado partido de fútbol entre escuelas. Estaba de más decir que la ventaja no corría de lado del equipo de la escuela, no después de que sus jugadores estrellas y el capitán mismo hubiesen estado suspendidos durante semanas.

Había pocas cosas que a Jungkook le importaban realmente, pero una de esas sin duda era el fútbol, y por más que lo intentara, no lograba concentrarse en el partido que estaba por jugar.

Como era de esperarse, no podía parar de pensar en Jimin. Él sabía que el de lentes le reprocharía si llegase a saber que se dejaba distraer de sus planes a futuro por una relación, pero no había nada que podía hacer para evitarlo.

El hecho de que faltaran un par de minutos para que el árbitro tocara el silbato que marcaría el inicio del partido, y que ya ambos equipos estuviesen con sus respectivas camisetas, listos para comenzar, no ayudaba en nada.

Había seguido las instrucciones del pelinegro y había dejado de molestarlo desde el día en el que fue a su casa, usando las prácticas con el equipo como forma de controlar sus impulsos de ir corriendo a buscarle.

Cuando ya estaban todos los miembros del equipo calentando, y Jungkook daba palabras de ánimo por más que él era el menos enfocado de todos, pudo ver a Taehyung llegar y sentarse en una de las bancas.

No esperaba eso, no después de todo lo ocurrido. Lo más desconcertante fue ver como Yoongi se había quedado estático mirándolo, a la vista de absolutamente todos. 

Y por si fuera poco, Taehyung no venía solo, venía con un chico. De la mano. 

Jungkook se sintió mal por quién podía o no podía seguir siendo su mejor amigo, pero no pudo evitar sentirse aliviado por el peliteñido, pues sin duda Yoongi no podría darle lo que él quería. Pues eso era algo que ya había dejado más que claro.

Embobado por el espectáculo que era Yoongi perplejo por ver al chico que trató como basura con alguien nuevo, el inicio del partido llegó.

"De seguro es solo su amigo", le dijo a Yoongi con la mano en su espalda mientras caminaban al centro de la cancha, "concéntrate en el juego".

El contrario, ignorando completamente lo dicho, le respondió, "Si ese cualquiera sigue así de cariñoso con Taehyung, tendré que tener unas palabras con él cuando esto termine".

"¿Qué mierda estás diciendo?", le recriminó Jungkook, "hace meses él te hubiese dado todo lo que le hubieses pedido y tu solo lo usabas, y ahora que él ya no te quiere es cuando lo quieres solo para ti, eres ridículo".

"Tienes razón", le respondió Yoongi, aún fulminando a los recién llegados con la mirada, "dice que soy todo lo que quiere y luego llega con alguien como todo un fácil".

"Ya cállate, hombre", le dijo el pelicastaño, "estabas tan enamorado de Taehyung que había olvidado lo imbécil que has sido con todas las chicas que te gustaron".

Ignorando las quejas del contrario, Jungkook puso toda su disposición en el partido que tenía enfrente. 

Cuando lanzaron la moneda que indicaría que equipo partiría, con él, el capitán rival y el árbitro entre medio de ambos, y esta benefició al otro equipo, supo que no se avecinaba algo muy bueno.

Dejando de lado la ventaja que recibían los contrincantes por el resultado de la moneda, en su equipo estaba el grupo de amigos que ya ni siquiera era grupo de amigos, habían faltado a prácticas durante semanas y el capitán, que se suponía debía mantener al equipo unido, estaba en todo momento pensando en alguien externo.

Y el que tenía pensado impresionar a Jimin.

Una hora después.

En efecto, todo lo que pudo haber salido mal, salió mal.

Hoseok había sufrido una caída y había sido sacado de la cancha, siendo reemplazado por un chico que no había jugado en su vida. Todos estaban desanimados porque el equipo contrario ya llevaba un gol, y lo peor de todo, al menos según Jungkook, era que el de lentes aún no se veía por ninguna parte.

El pelicastaño había hecho lo posible para sacar el partido adelante, pero por más que era visto por los entrenadores como un casi un prodigio del fútbol, se necesitaba de todo un equipo para ganar.

El segundo tiempo acababa de comenzar y, extrañamente, Jungkook ya estaba decidido a perder y no tenía planeado hacer nada al respecto. 

Es por eso que corría sin ganas y daba pases que sabía le daría vergüenza recordar en un futuro no muy lejano. Todo iba de acuerdo al plan, perder, hasta que un par de chicos del equipo contrario comenzaron a reírse de él en su cara.

Supo inmediatamente la razón. Al pelicastaño le encantaba decirlo, era un jugador muy talentoso, y las escuelas con las que jugaban siempre venían asustadas por el nivel de los jugadores estrellas del equipo, y ese miedo sin duda tenía fundamentos, pues la escuela llevaba años sin perder siquiera un partido amistoso. 

Pero habían sido unos totales incompetentes en lo que llevaban jugando, y también se habrían burlado si hubiese estado viéndolo desde afuera.

Sabía que la entrenadora los mataría por hacerles perder la racha, pero no le interesaba realmente. Por otro lado, había algo que sí que le interesaba.

Nadie se burlaba de él en su cara, y mucho menos se salvaba de las consecuencias de aquello.

"Jungkook", le llamó Seokjin al verlo caminar, apretando sus puños a los costados de su cuerpo y dirigiéndose hacia los jugadores risueños, "si yo me aguanto, tú también tendrás que hacerlo".

El pelicastaño ignorándolo, siguió caminando furioso y listo para asestar un golpe cargado de frustración.

Una vez llegó al frente de ellos, estaba listo para desatar toda su ira mientras dirigía su mano al cuello del primer chico del equipo contrario que vio. Fue entonces cuando lo oyó gritar.

"¡Jeon Jungkook!", gritó el recién llegado, en medio de todo el expectante silencio, "¡si no te alejas de ese idiota y te dedicas a ganar este partido de mierda, no creas ni por un segundo que volveré contigo!".

Crush ⎯ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora