17 - Soy real

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− ¿Estás en el mismo planeta que yo?


− ¿Eh? − Luisita levantó la vista del periódico justo antes de que Manolita se lo quitara.


− Ni siquiera estás leyendo. Has estado mirando la misma página durante treinta minutos. El teléfono sonó dos veces, y ni siquiera se inmutó. − Manolita observó a Luisita por el rabillo del ojo mientras llenaba su taza de café. − ¿Te sientes bien? Pareces agotada.


− Estoy bien. 


Luisita miró a su alrededor en busca de algo que la ocupara y la mantuviera fuera del alcance visual de su madre.


− Te estaba diciendo que hice un gran negocio con un pavo, está ocupando la mitad de mi congelador en este momento.


− Eso es genial. − Luisita sonrió. − Tendremos un montón de sobras.


Manolita bajó la cabeza y miró a Luisita por encima de sus lentes.


− Cada año te quejas de tener que comer las sobras para la semana siguiente. Como recuerdo, el año pasado querías hacer costillas a la parrilla para Navidad porque estabas harta de muerte de pavo.


− Estoy de humor para las aves, mamá, ¿qué puedo decir? − Luisita fingió interés en la máquina de hacer llaves. − Necesitamos limpiar esta cosa. Se está poniendo sucio.


− ¿Estamos viendo a Amelia esta noche?


− Ah, no. − Luisita negó con la cabeza. − No lo había planeado, voy a volver a mi oficina. Tengo que hacer un par de llamadas.


Manolita la miró extrañamente. 


− De acuerdo entonces.


Luisita se alejó, sintiéndose dolorosamente culpable por mentir; estaba viendo a Amelia esa noche, pero después de que todos los demás se habían ido a la cama. Luna regresaría el miércoles y Luisita quería cada segundo de tiempo que pudiera tener con Amelia.


Había empezado a negar su atracción por Amelia poco después de que se conocieran. Ahora las compuertas estaban abiertas, el deseo era constante, y la hacía sentir totalmente descentrada. En cada momento de vigilia, quería saber lo que Amelia estaba haciendo, pensando. Más que eso, quería tener sus manos en ese cuerpo, su boca en...


− Señor, ayúdame, soy inútil. 


Luisita cerró la puerta de la oficina detrás de ella. Nunca había conocido un anhelo como este, dulce y agonizante al mismo tiempo.




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Luimelia en - El Secreto de Sta. ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora