18 - Hijas

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Clarice Pendarvis se encontró con Luisita en el estacionamiento, Luisita no podía recordar cuándo había visto a la directora sin una sonrisa, pero ese día, su expresión mostraba todo menos alegría.


− ¿Está ella bien? − Luisita preguntó de nuevo mientras salía de la camioneta. Había preguntado lo mismo por teléfono, pero la expresión severa de Clarice la había sacudido.


− Tiene un labio partido y un ojo negro. La enfermera de la escuela la está mirando ahora. − Clarice le dio un fuerte abrazo y le acarició la espalda. − Está bien, cariño. Hubiera sido sincera contigo por teléfono si no lo fuera.


− ¿Me dirás lo que pasó antes de que tenga que enfrentar a los otros padres?


Clarice tomó a Luisita del brazo y comenzó a guiarla hacia la oficina de la escuela.


− No están aquí todavía. Esperé unos minutos después de hablar contigo antes de llamarlos. Lo que he conseguido hasta ahora es que Billy Meyers comenzó a burlarse de Amanda Stanton, diciendo que su padre era un infiel y mentiroso. − Clarice suspiró. − Esto, por supuesto, la molestó, y se puso histérica, y fue entonces cuando Luna intervino. − Clarice los detuvo. − Luisita, ella lanzó el primer puñetazo, el segundo y el tercero delante de muchos testigos, incluido una maestra que no pudo salir de su salón lo suficientemente rápido para detenerlo antes de que comenzara. Sabes, según la política de la escuela, tenemos una postura de tolerancia cero en esto. Es más indulgente en la escuela primaria, pero voy a tener que suspender a Luna al menos por un día.


− ¡Señor! − Luisita se frotó la frente cuando el miedo dio paso a la agravación.


− Entre tú y yo, Billy se lo merecía. Ya ha sido reprendido por acosar a Amanda y a muchos otros niños. He tenido reuniones con sus padres, seguí todos los pasos. También estará suspendido. − Clarice frotó el brazo de Luisita. − Sé que esto no te hará sentir mejor, pero si hubiera sido cualquiera de esos otros niños, habría golpeado a Billy en su trasero hace mucho tiempo.


Luisita sonrió débilmente.


− Recuerdo que le hiciste eso a Kevin McCreedy. Hasta la fecha, creo que eres la única en la historia que lo ha expuesto.


− Sin embargo, los tiempos son diferentes, Luisi. Mi espalda está contra la pared en este caso. Quería que lo supieras antes de que todos los demás llegaran aquí.


Gracias, Clarice. Luna y yo hemos tenido muchas discusiones sobre no usar los puños para resolver un problema; ella lo sabía mejor.


− Sea como sea, una niña solo no puede soportar tanto. Ve despacio con ella, ¿de acuerdo? − Dijo Clarice con una sonrisa triste. − Lo hizo por una amiga que está pasando por mucho en este momento.


Luisita asintió.


− Voy a tratar de tener eso en cuenta.

Luimelia en - El Secreto de Sta. ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora