𝐏𝐫𝐨́𝐥𝐨𝐠𝐨.

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La gran mujer soltó un suspiró de frustración y cansancio, la reunión sorpresa de Madre Miranda a las 1 de la mañana hizo que la gobernante del castillo Dimitrescu se agotará a más no poder.

Y agregando también que por parte del pesado de Heisenberg que estuvo hinchándole los ovarios a la dama, con de que ésta no llevaba su maquillaje de siempre y contando con la cara de sueño, burlándose así de la matriarca hasta que ésta no aguanto más y le tiro la primera cosa que había conseguido agarrar; el asiento donde se sentaba el hombre metal. Haciendo así que el asiento se rompiera en muchas partes.

Colocó dos de sus dedos en el tabique de su nariz para intentar calmar sus nervios, pero estos volvieron al sentir como el carruaje dejaba de moverse. —¿Qué rayos crees que estás haciendo? ¡¿Por qué detienes el carruaje?!— Su voz salía de una manera muy enojada, porque lo único que ella pensaba ahora mismo era volver a su cama y dormir.

Lady Dimitrescu... Debería venir a ver esto.— La puerta se abrió enseguida, saliendo del interior del carruaje una Alcina ya con ganas de romper algo.

¡¿Ahora que mierda quieres!? ¡No estoy de ganas para...— Su voz calló cuando al ya estar al lado de los caballos vio a un pequeño bulto en una pequeña frazada. —Tus tonterías.— La gran Jerarca se acerca al bulto para luego agacharse lo suficiente y levantar un poco la tela notando así la pequeña mirada de un bebé de unos pocos meses de nacido. Sus ojos se agrandaron en sorpresa al ver esa pequeña criatura en medio del bosque, el cual está rodeado por bestias peligrosas.

Sin pensarlo dos veces alzó a la pequeña criatura para dejarla en sus brazos y subir de nuevo al carruaje sin antes darle una mirada a su conductora que volviera a andar el paso. Al llegar al castillo Dimitrescu, la matriarca fue recibida por sus tres hijas que se emocionaron al verla, no obstante, lo que mayor fue su sorpresa era ver al pequeño ser en los brazos de su madre.

¿Y esa criatura que traes en brazos madre?— Preguntó Daniela, la hija menor de las tres hermanas.

Es un bebé, me lo encontré de camino al castillo, estaba tirado en medio del camino. Las tres abrieron los ojos más para acercarse al pequeño bebé. Este tenía el cabello blanco con unas manchas negras de rayas en varias partes de su cabello haciendo así como si tuviera cabellera de tigre.

Wow.— La mediana de las tres, Cassandra. Miraba al pequeño ser con curiosidad mientras que a la vez olía su aroma desde un poco lejos. —Mmmngh, hay que bañarlo.— Se tapó la nariz disgustada.

La mujer y sus demás hijas soltaron unas carcajadas. Ya sabían perfectamente que cuando la mujer entró notaron el mal olor en la criatura. —¿Y cómo se llamará?— Cuestionó la hija mayor de las tres, Bela.

Estuve pensando en uno desde el camino y se me vino a la mente, Pandora.

¿Cómo la caja de Pandora que oculta muchas cosas misteriosas en su interior?— Intentó acertar Daniela si era por esa razón o por otra.

Vaya, parece que por fin lees otra cosa que romance.— Se burló Cassandra, recibiendo así una mirada amenazante de la pelirroja.

Daniela, Cassandra. No es tiempo de pelearse, hay un menor presente y no voy a permitir que vea tal barbarie.— Las regañó su madre, recibiendo disculpas de ambas. Y con la respuesta, es que sí. Elegí ese nombre porque fue lo primero que pensé al verla en el suelo tirada sin rastro alguno a de alguien, además su olor es muy diferente al de un humano.

Bueno... Mientras ya que estamos revisando y examinando al bebé, fijémonos qué sexo es.— Dicho eso Daniela levantó parte de la frazada sin apuro y sin importarle lo que le dijeran sus hermanas, para así después de unos segundos terminar de fijarse que sexo era el bebé. —¡Es una niña!— Expresó con emoción hacia su madre y sus hermanas. La matriarca soltó una suave risa mientras asentía. —¡Mamá sin saber su sexo eligió un nombre perfecto!— Chilló alegre.

En realidad, yo ya me había fijado en su sexo, por eso le elegí ese nombre en específico.— Eso hizo que la alegría de Daniela cayera un 20% haciendo así mirarla con un puchero, ya que al parecer ella quería ser la primera en saber cuál era el de criatura. Una suave risa salió de las bocas de las dos hijas mayores y de la madre.

Muy bien, vamos que tenemos que decirle a las sirvientas que habrá alguien más nuevo en el castillo. Tenemos que buscar las cosas para la bebé para esta noche.— Dicho eso, las cuatro mujeres se pusieron las pilas para atender a la pequeña niña que se encontraba en los brazos de la mayor, sin poder dejar de mirar a la matriarca.

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La sangre entre guardiana y duquesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora