ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔛.

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¡Pandora! El llamado se escuchó por toda la mina hasta llegar afuera donde se encontraban las niñas.

—Al parecer la encontró.— Confirmó la del rubí en el cuello mirando hacia adentro del lugar. Cassandra y Daniela asintieron para que a la vez soltar un: "Ujum.", en respuesta hacia lo confirmado. Unos segundos después se miraron entre sí para asentir en conjunto y entrar en la mina e ir con su madre para empezar a buscar a Pandora por todo el lugar.

—¡Madre! ¿La lograste hallar?— Le preguntaron las tres al mismo tiempo al verla entrando a habitaciones para ver si estaba en alguna de ellas la peliblanca. Trataba de oír lo más que podía los pequeños latidos de ella y a la vez utilizando el olfato para encontrar su olor. Cuando paró en un momento para poder observar a sus niñas, ellas pudieron observar el cambio en sus ojos que aún se mantenían rojos, no por la rabia ya, sino por la desesperación. No necesitaron preguntarle de nuevo para ponerse a ayudar también con la búsqueda de la pequeña en aquel lugar tan grande. 

En un momento al pasar por una de las puertas oyeron un leve llanto proveniente de adentro de esa habitación, se miraron entre sí las cuatro llegandoles el mismo pensamiento: Debe estar ahí.— La matriarca acercó su mano a la manija de metal para poder tirar del lado derecho y hacia afuera para poder abrirla viendo como el lugar oscuro se empezaba a llenar de la luz de las antorchas en las paredes del pasillo. 

Empezó a recorrer la vista buscando a la causante de ese llanto, frunció el ceño hasta que sus ojos se agrandaron un poco al ver el estado en el que se encontraba la pequeña chica. Tragó duro y medio su labio inferior fuertemente, impotencia. 

Si hubiera llegado atras de ella esa misma noche, no habría pasado esto.— Se seguía culpando así misma por lo sucedido. No podía dejar de pensar en lo lenta que había sido aquella vez y ahora estaba viendo el resultado de aquella acción frente a sus ojos que de a poco se volvían a cristalizar. Sus orbes habían vuelto a su estado original mientras se acercaba a la pequeña niña que la miraba con miedo, no era a ella por lo que sentía eso, no. 

Era porque su ansiedad todavía seguía presente aunque se sienta aún más a salvo ahora, no obstante, seguía con el revoltijo en su interior que la estrujaba. Cuando vio que la dragona acercó su mano a su mejilla para intentar acariciarla fue rechazada al instante por la peliblanca que se había corrido para un costado mientras la miraba con sus ojos también con lágrimas. 

Me tiene miedo...— Insinuó al ver la acción provocada por la más pequeña, apretó los labios de nuevo para volver a intentar acercarse, se sacó el sombrero en el proceso para que la menor no le tuviera miedo o se viera más intimidante con el. 

—Pandora, cariño...— La llamó en pequeños susurros, ella la seguía mirando de igual forma hasta que recordó cuando estaban secuestrándola y separandola de Alcina: "—¡Lady Dimitrescu! ¡Lady!—", "—¡No!—", el oírla gritar de impotencia y frustración había logrado hacer que su corazón en ese momento se apretujará de angustia.

Apretó los dientes sintiendo la parte salada de las lágrimas recorrer sus labios y pera, estaba casi llorando a mares por aquel recuerdo doloroso. Sin poder pensarlo un segundo más y con una fuerza sobrehumana se abalanzó a los brazos de la mayor para poder esconder su rostro en el pecho ensangrentado de ella. —Lady... Aci...— Sus palabras salían entrecortadas junto a su llanto que daba pequeño hipos. Los grandes brazos de la mujer, abrazaron el débil cuerpo de la tigresa con cuidado de no "romperla" como si fuera una frágil muñeca de porcelana. Colocó una de sus manos en el cabello blanco con rayas negras para darle suaves caricias tratando de tranquilizar ese llanto doloroso.

—Estoy aquí, tigresita... Ya estoy aquí.— Le aseguró apoyando su cabeza con la de ella para tenerla más cerca y tratar de que sus lágrimas no se vieran. En poco tiempo las hermanas Dimitrescu no tardaron en unirse al abrazo para poder calmar también a la pequeña niña. —Ya estamos todas reunidas, Pandi. No tienes que temer más.— Añadió observando como las nenas se apegaban más a ella y a la tigresa.

La sangre entre guardiana y duquesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora