ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔛ℑℑℑ.

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Los rayos de luz que entraban por las cortinas medio abiertas y/o cerradas, los dejaban pasar sin preocupación para que llegaran al rostro de la mujer tigre que estaba siendo abrazada por su duquesa hermosa. Empezó a abrir los ojos despacio, viendo todo borroso y molesto por la luz que le estaba dando justo en la cara, se dió la vuelta para ocultarse entre los pechos de la mayor así podría seguir durmiendo más tranquilamente. Una suave risa salió de los labios de quién se hacía la dormida, abrió uno de los suyos también para verla volverse a dormir rápidamente.

Una dormilona total.— Apoyó su mano en la cabeza de su tigresa para empezar a dar suaves caricias en su cabellos blanco con machas negras. Tenía sus ondas tanto como la parte lacia de ella, ahora lo tenía bastante largo. Como siempre lo llevaba muy corto a su cabello, para el invierno siempre se lo dejaba crecer hasta casi la mitad del cuello. En eso de tanto estar analizando, sintiendo como se movía para salir de sus pensamientos y prestarle atención cuando se estuviera despertando por completo. —Amor.— La llamó para ver si podía lograrla despabilar con su voz. Como era de costumbre por la mañana; Pandora la miró a Alcina con los ojos medio cerrados-abiertos y con el ceño a medio fruncir, luego de unos segundos soltó un bostezo hacia abajo para que no le diera el mal aliento en la cara a la matriarca. Volvió a apoyar su cabeza en las tetas de la azabache antes de que volviera a decirle algo. —A levantarse que hoy hay cosas que hacer.— La respuesta que le dio fue una negada de cabeza para que ahora la contraria la abrace causando que no se pudiera levantar. —¿Es en serio?— Dijo en modo de sarcasmo dejando más caricias por el cabello de ella, a la vez que la escuchaba bostezar. 

Unos ronroneos surgieron de un momento a otro dejándolos pasar por toda la habitación. La peliblanca decidió por fin levantarse, estirándose contra su matriarca, enroscando sus brazos por el cuello de ella para poder encontrarse ambos rostros y plantar un suave beso que duró escasos segundos, ya que Alcina movió sus labios para empezar a recorrer todo el cuello de su tigresa con lamidas y besos. Por la clavícula, a los costados, por la papada y por la parte del mentón hasta llegar nuevamente los labios para juntarlos en un beso ansioso o más bien deseoso. Una movió sus manos a los cabellos de la otra, y la contraria movió las suyas hacia la cintura de la más joven apagandola más a su cuerpo. 

La temperatura entre ambas iba subiendo drásticamente, pues, ya estaban cambiando las posiciones para estar más cómodas. La matriarca se colocó encima de su pequeña tigres que la miraba con la respiración acelerada, movió la cabeza para atrás dejando todo su cuello descubierto. No había ni necesidad de encender la chimenea, por como ya estaba el calor afuera, era demasiado si solo se daban unos pocos besos ya que a los segundos se estaban ahogando en ardor. Cuando la vampiresa iba a acercarse para clavar sus dientes para poder tomar un poco de la sangre de su amada, ésta se movió incómoda en el lugar mientras apretaba las piernas como si estuviera rascando.

—¿Sucede algo? ¿Algo te pica?— Alcina no era tonta, sabía que si realizaba esos movimientos algo le estaba picando en los labios vaginales o cerca de ellos. 

La joven lo pensó un poco antes de sonrojar un poco por el hecho de que se trataba. —M-Me está picando en los labios vaginales, tal vez los exteriores. No quiero rascarme en frente de tí para no ser irrespetuosa.— Dijo avergonzada mirando para otra parte que no sea su amada para no sentir más nervios. La matriarca se quedó callada y sin poner una cara rara o algo, solamente negó con la cabeza para después una suave risa misteriosa que causó curiosidad y confusión en su amada. Decidió acercarse más a ella juntar la cabeza de la más joven con su frente para darle un mimo como ella le daba a veces.

—Permíteme encargarme de eso por ti.— Le dijo de forma lujuriosa, metiendo la mano por dentro de los pantalones cortos de su novia para que antes de llegar al destino acordado. Alzó la mirada para que ambas encontrasen los ojos de la otra. —Te haré disfrutar bastante.— Aseguró empezando a acariciar primero el clítoris de la chica que provocó que soltara un suspiro excitación. Una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de la mujer más grande al ver como estaba fascinada por la sensación. 

La sangre entre guardiana y duquesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora