La sangre entre guardiana y duquesa.

ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔙.

La menor comenzó a abrir los ojos cuando sintió que una cabeza apoyaba en su hombro, pudo descubrir al instante quién era por el olor característico que emanaba. Decidió apegarse a ella también mientras intentaba sacarse la vagues de los ojos. —¿Te hice esperar mucho?— Preguntó con voz grave y ronca por el sueño interín se giraba un poco para ver el rostro de la mayor.

Ella movió su vista y se colocó mejor para que ambas miradas se pudieran ver al mismo momento sin interrupción alguna. —Me hiciste preocupar, haciendo que buscara por cada rincón del castillo, pensando de que alguien te había raptado.— Le reprochó recibiendo un: "Nmmm...", como respuesta, a base de que la menor se estaba estirando ahora mismo hacia adelante escapando de la mirada mordaz que le daba.

—Necesitaba hacerlo a esto antes de que me dijeras que no de nuevo. Necesitas estar un poco alejada de tu estudio por unos días.— Explicó apoyándose ahora en ella alzando la vista hacia arriba para poder contemplarla. —Perdón por hacerte preocupar y que tuvieras que salir a buscarme a todos lados.— Expresó apenada, la mayor le dio un beso en la cabeza para tranquilizarla en consideración.

—Ya tenías demasiado con cuidar día y noche el castillo. Hablando de eso... ¿No tenías que ir a ver los viñedos como me dijiste ayer?— Levantó una ceja mientras que de a poco iba apretando el agarre sin que la menor no se diera cuenta, porque ella ya presentía que se iba a alterar e iba a salir corriendo a verlos al instante sin siquiera cambiarse de ropa. 

—¡Cierto! Tengo que ir.— Se despegó del pecho de Alcina para al intentar levantarse le fuera imposible hacerlo, pues la matriarca no la dejaba ir. —Mi señora, tengo que ir. Se nos hará tarde así.— Le recordó para que la dejara ir al menos sin intenciones de cambiarse la ropa. 

—No. Primero vas y te cambias, comes algo y justo ahí vas a ir a ver el viñedo.— Ordenó al pie de la letra con una mirada severa y con la voz con firmeza. —Te conozco, sos capaz hasta ir a en pijama si es una cosa mínima.— Y si que la conocía muy pero muy bien la mayor, más en los casos de que hacía locuras. En especial cuando quería hacer todo a las apuradas para así terminar de una forma peor.

La peliblanca refunfuñó observando para otra parte y haciendo una mueca, tuvo que dejarse cargar porqué sabía que Alcina no la iba a dejar escapar y además por la gran diferencia de fuerza. Cuando llegaron a la habitación para cambiarse, la joven tuvo que hacerlo sin rechinar, pues quería ir rápido y ver si no había pasado algo. La mayor la veía atenta a ver qué movimiento hacía.

—Alcina.— La llamó y está captó su atención dejando de ver la ropa que se iba a poder para ir a la casa Beneviento. —Nada de vestidos.— La mayor puso cara de:"¿En serio? ¿De nuevo?", en protesta ya que quería llevar de vuelta sus vestidos puestos. —Si hermosa, de nuevo.— Agarró la ropa idéntica a la de ayer para pasársela y se fuera a cambiar. La matriarca tuvo que hacerlo resignada, sacarse a medio vestir el vestido para ponerse la otra ropa.  Luego de unos minutos de estarse cambiando ambas, fueron al comedor a desayunar solas; las niñas seguían más dormidas como perezosos. Ambas mujeres estaban en un silencio tranquilo mientras comían el desayuno. 

—Si llega a suceder algo, te grito.— Le comentó refiriéndose a cuando vea el viñedo. La dragona dejó su taza de té en la mesa para girar su vista hacia ella 

—De acuerdo, iré a ver qué sucede si gritas. Y deja de privarme de mi elegancia con mis bellos vestidos.— La miró un poco seria haciendo reír a la menor que trataba de no atragantarse con la comida en la boca. —Mi tigresa, los modales.—

—Lo dice la mujer que me está haciendo reír.— Dice tosiendo y hablando como puede, la mayor hizo una cara de ofendida con diversión llevando su mano a su pecho creando más dramaturgo.