ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 ℑ𝔙.

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Una pequeña tigresa corría desesperada por todo el castillo Dimitrescu, cerrando puertas y abriendolas, tratando de seguir un patrón y a la vez esquivar todos los objetos que se encontraba adelanté suyo. En un momento al querer mirar hacia atrás se percató que la mujer que la venía persiguiendo ya no estaba, eso la extrañó bastante . Pero todas sus dudas se desvanecieron cuando fue cargada en los brazos de la gran mujer. 

—Te atrapé, ahora obtendre mi recompensa.— Alcina como venganza le empezó a dar besos por toda la cara a la pequeña peliblanca que soltaba risas por las cosquillas que le hacía su señora.

—¡Noo, Ledi! ¡Ya es demachiado!— Al ser tan pequeña todavía le dificultaba pronunciar algunas palabras, pero se eso se arreglaba con las clases de la matriarca. La gran mujer rió en respuesta y sonrió de forma ladina. 

—Dilo de vuelta a lo de Lady, pero está vez completo.— Ella no iba a mentir, le parecía muy adorable y tierno cuando lo decía de esa manera. La menor se quedó callada un momento pensando en las palabras que tendría que usar para ello.

 —¡Ledi Dimitecu! ¡Ledi Dimitecu!— Logró decir como pudo sonriendo en el proceso haciendo que el corazón de Alcina se enterneciera por la ternura que emanaba la pequeña Pandora.

—Muy bien, ahora practiquemos con mi nombre. Di Alcina, como puedas.— La menor abrió la boca intentando pronunciar palabras en sus labios como había hecho su señora.

—A... ¡Aci! ¡Aci!— Eso hizo que la mayor soltará una carcajada junto con una sonrisa. La pequeña siempre lograba hacerla sonreír o reír, cosa que muchas veces sólo lo lograban las niñas hacer. Pero quién hubiera sabido que esas sonrisas se convertirían también en otro tipo de sonrisas cuando la menor creciera, cuando se volvería más fuerte logrando proteger a su señora de cualquier mal que se apareciera por las puertas del castillo. Y de que un sentimiento floreciera en el corazón de ambas.

—Es Alcina, Alcina pequeña.— Toco su nariz haciendo reír a la pequeña. Ésta la miró a los ojos para luego decir.

—Pilla pilla, jugad jugad.— Pandora le pide a su señora jugar al pilla pilla. La matriarca sonrió y asintió en respuesta, llamó a las niñas para que ellas jugaran también.

—¿Jugar al pilla pilla?— Preguntaron las tres a las vez un poco confundidas mirando a su madre y a la más pequeña.

—Sí, Pandora tiene ganas de jugar y quiere que ustedes también se unan a jugarlo.— Explicó viendo como Daniela tomaba a Pandora por los brazos para alzarla y elevarse con ella en brazos.

—¿Jugamos al pilla pilla, eh? Síii.— Le dijo de forma juguetona haciéndole cosquillas a la pequeña que reía mientras se sostenía a Daniela para no caerse.

—Lo siento, yo no puedo. Tengo que descuartizar un cuerpo...— Cassandra intentó irse pero no lo logró porque su hermana mayor la agarró por la capa antes de que pudiera irse. Y su madre la miró con una ceja alzada y los brazos cruzados esperando a ver si se podía escapar ahora. —¡Bien! Jugaré.— Dijo refunfuñando.

—Me parece perfecto, comenzarás vos cariño por intentarte escapar.— Dijo su madre de forma burlesca junto con una sonrisa.

Cassandra rodó los ojos para después irse a una esquina y empezar a contar mientras tanto las otras se iban a esconder.

☽♙♢ 🀩 🂡 🀩 ♢♙☾

Era un día como cualquier otro en la mansión Dimitrescu, Alcina en su estudio, las sirvientes limpiando, cocinando y demás, las niñas descuartizado un cadáver de una mujer o hombre o animal como de costumbre, excepto una cosa; Pandora había empezado a entrenar. En su cabeza residía la idea de querer proteger a su señora y a las niñas a toda costa.

La sangre entre guardiana y duquesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora