Esto es únicamente una adaptación del libro "¿Estás lista para Velos?" de la escritora Alissa Brontë.
***
Estaba sentada en el sillón. No sabía que era la primera mujer que había llevado allí, pero con el Akane, todo estaba ocupado y no se le había ocurrido ningún otro lugar a donde llevarla.
No tenía que haberlo hecho, se había prometido mantenerse al margen esa primera noche y así había sido, hasta que se le había ocurrido olerla. No debió acercarse a ese delicado pie: perfecto, suave y con ese olor que desprendía... Había derrumbado sus barreras sólo con su aroma. No era el olor artificial que la piel adquiría tras usar perfumes, era su propia esencia: esa sutil e íntima que sólo algunos eran capaces de reconocer. Y eso la hizo pensar que, de alguna forma, estaba apropiándose de una parte muy personal de ella, una parte que guardaría para sí. Ese aroma, que ahora era también suyo, que las haría disfrutar de una conexión diferente. Su sexo se tensó por el deseo, apretándole bajo el pantalón, pero no podía dejarle ver su urgencia, su necesidad; si lo hacía, estaría perdida.
Necesitaba satisfacer esa hambre que se había despertado feroz, podía ver lo necesitada que estaba de atenciones y se las iba a dar. Un capricho que no debería permitirse, pero era tarde. Su cuerpo cálido no había dejado de agitarse entre sus brazos, casi como si de verdad la necesitara. Y tal vez fuera así. Sólo importaba esa noche, al día siguiente se habrían olvidado la una de la otra.
No volverían a verse, nunca.
Sería como si no hubiera pasado, pero, quizá, por unos segundos, el infierno que llevaba dentro se aplacaría y la culpabilidad que le apretaba las entrañas aflojaría su férreo puño y la dejaría respirar de nuevo.
Además, no podía alargar la velada demasiado, ya que por la mañana temprano tenía una reunión importante y no estaría bien visto que la nueva accionista de la empresa llegase tarde.
Nada bien.
Se acercó a ella con cautela. Parecía un gatito asustado. Era evidente que era la primera vez que acudía a un sitio como ése. Podía adivinar, por su postura, que no estaba acostumbrada a que el sexo fuera tan sólo un intercambio de placer entre dos personas sin que hubiese sentimientos de por medio.
Se acercó despacio, como una pantera que no desea asustar a su presa, y se arrodilló frente a ella. No podía esperar a volver a saborear su piel, a acariciar el arco perfecto de sus pies; eran irresistibles, no podía esperar a dejarse embriagar de nuevo por el aroma que desprendían. Nunca había entendido qué era lo que tenían los pies femeninos para lograr alterar sus sentidos, pero, si hubo un tiempo en el que le preocupó, quedaba atrás el tratar de hallar una respuesta.
La mujer le devolvió la mirada con la respiración agitada. Su pecho subía y bajaba, y ella, en un acto inconsciente, se relamió al pensar en los pechos que ocultaba bajo el vestido. Advirtió que tenía una figura bonita, elegante y proporcionada. Sus suaves curvas invitaban a ser acariciadas sin descanso y se lamentaba porque no tenía mucho tiempo esa noche.
Llevaba el largo cabello recogido y no podía estar segura del color de éste porque las luces rojas otorgaban a todo un aspecto distorsionado de la realidad, pero de eso se trataba. La boca, de labios gruesos, no se molestaba en disimular nada y eso le gustaba. Parecía una niña inocente a la que el diablo tentaría y, además, disfrutaría empujándola a pecar. Se esforzaría por hacerla querer permanecer en su infierno, por hacerla desear no salir nunca de allí. Hacerla anhelar, por encima de todo, al diablo que era.
Tras una última mirada a la mujer, acercó la nariz al tobillo de ésta y depositó un suave beso. Acarició la pantorrilla bien torneada y subió, con extrema delicadeza, la mano hacia sus muslos, deslizándolas sobre la suavidad de la media que las cubría.
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¿Estás lista para el diablo?
Fiksi PenggemarCamila está cansada de que todo en su vida gire en torno a su aspecto. Por eso, una noche acude a Velos, un local exclusivo y diferente donde lo que menos importa es la apariencia y en el que todo está permitido. Lauren Jauregui está harta de ir sin...