Capitulo 6

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Jiang Cheng tenía otro de esos inexplicables episodios de fiebre.
Solo que este fue bastante diferente a los anteriores. Perdió la fuerza en las piernas, ahora estando de rodillas en el suelo; su cuerpo parecía haber alcanzado el punto máximo de calor, liberando un dolor indescriptible que lo hizo temblar y gemir descontroladamente.

No podía levantarse, su mente era un lío, poco a poco desvaneciendo la razón y la voluntad.

Una parte en su vientre bajo punzaba, esa región también era donde el calor se concentraba con mayor fuerza como si un metal caliente presionara sus entrañas; parece pulsar por dentro, en una mezcla de dolor y cosquillas, que ascienden rápidamente hasta su corazón, este mismo que comienza a latir con fuerza, bombeando sangre caliente por todos lados.

Jiang Cheng estaba tan desconcertado y avergonzado consigo mismo, porque esos ruidos escapando de su boca, eran casi vulgares. Hizo un intento por sellar sus labios, pero sus movimientos se volvieron lentos y torpes.

¡¿Qué le estaba pasando?!

Otro latido, se concentró desde su vientre y hacia más abajo, donde sentía que sus pantalones se estaban poniendo húmedos, tan incómodo.

Mientras más se esforzaba por controlarse o pensar, las ideas se le escapaban y ahora un innombrable deseo quiso tomar el control de toda su voluntad: "Quiero que me toquen".

¡¿Cómo es posible que estuviera pensando algo tan lascivo?!

Luchó contra estas escandalosas ideas, emergiendo a borbotones, cada vez que sintió el latido por el área de su vientre.

El calor se disparaba como corrientes electrizantes hacia cada uno de sus miembros y entre la tempestiva confusión mental, logró aferrarse a la mano blanca que estuvo a su alcance. La piel estaba fría, aunque fue tan agradable, que tiró de la mano con algo de urgencia, frotándola contra el costado de su rostro.

Los dedos estaban fríos, vagando alrededor de sus mejillas sonrojadas. Estallidos de frialdad penetraron la profundidad de su corazón, aliviando un poco la fiebre tormentosa.

Ni siquiera sabía lo que hacía, Jiang Cheng tan solo pensaba en el alivio de algo rozando su piel, las mejillas, la barbilla y hasta los labios.

Cuando las yemas de los dedos ajenos tocaron el contorno de su boca, escuchó el jadeo de sorpresa de la otra persona y aquella mano contrajo los dedos, girando la muñeca, con un sumiso intento de liberarse. Pero no lo dejó.

No es porque quisiera, el loto se sintió poseído por algún espíritu lujurioso, buscando consuelo en la primera persona cercana.

Está muy mal.

Es demasiado desvergonzado esto.

Sin embargo, no tuvo la oportunidad de controlar sus propias acciones.

Frunciendo el ceño, Jiang Cheng volvió a aferrarse a la mano y la urgió a descender por su cuello ya humedecido con la fina capa de sudor. Sin tener ya uso de una razón, su cuerpo se volcó a los instintos de utilizar aquella mano, como una especie de consuelo a la "comezón" de todos los lugares calientes.

Este loto recién floreciendo en el arte de intimar, descubrió las mieles de ser tocado con un afecto que en realidad él había inducido; le gustó tanto, dejándose llevar por la fiebre que nubla su razón, que dirigió la mano hasta la línea de su cuello. 

Los dedos largos y fríos, ya se habían vuelto tibios en contacto con su piel. Se movieron dócilmente hasta dar una caricia a lo largo de todo el cuello. Descendiendo poco a poco, limpiaba el sudor y se deleitaba con la suavidad caliente. La mano terminó por internarse entre los pliegues de la túnica, en ese cuello en V, que cubre el pecho masculino de Jiang Cheng.

Me convertí en Omega [XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora