Capitulo 4

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Jiang Cheng se removió cómodamente entre la suavidad de las sábanas como seda y el fragante aroma de las flores de magnolia flotando en el ambiente, a la par con un delicado incienso. 

Eran las notas familiares y tranquilizantes que inconscientemente recordó percibir durante su infancia, en aquellos momentos bochornosos con un tierno niño.

Girando su desnudo cuerpo contra la colcha blanca, bordada con precioso patrones de nubes en tonos plateados; enterró la cara contra la almohada y resopló adormilado. Esta almohada no era tan suave pero el aroma le relajaba. Parece que había sido usada por alguien que tiene un aroma corporal muy bueno, nada oloroso.

Una cama cómoda, el silencio agradable y la tibieza de los rayos matutinos, todo en conjunción, invitaban a seguir sumergido entre los placeres de una siesta que no recordaba haber tomado.

¿Eh?

¿Por qué estaba dormido aquí?

¿Desde cuando terminó el día y por qué no tenía memoria de ese periodo de tiempo?

Con un escalofrío recorriendo su espina dorsal; a través de aquella espalda delgada de exquisita apariencia suave que yace expuesta expuesta al viento; Jiang Cheng se reincorporó de la cama con lentitud. Estaba pálido y desconcertado, con los ojos bien abiertos, porque ya había comprobado que no lleva ropa que cubra su torso.

Aferró las manos contra esta suave colcha, reacio a comprobar si había más partes de su cuerpo donde no estaba llevando ropa... ni siquiera sus túnicas interiores, con las que duerme siempre.

El escalofrío aumentó hasta que la piel se le erizaba por todo el cuerpo.

Rígidamente se sentó sobre la cama y con una sensación de furioso terror, observó cuidadosamente a su alrededor: está en una habitación amplia, hay una pila de libros acomodados sobre estantes por allá; en la pequeña mesa al centro, descansaba una flauta y papeles a medio escribir. La tinta todavía fresca y había un rastro de gotas como si alguien hubiera quitado el pincel con prisa. Pudo ver un armario por el otro lado, medio abierto, desde donde se asomaba parte de unas vestiduras blancas. En el extremo de una pared había pinturas y más pinturas magníficas que inmortalizaban los bellos paisajes místicos de Gusu y sobre un pequeño mueble en la otra esquina, junto a una ventana que daba vista a las montañas entre nubes; estaba el incensario con una delgadísima espiral de humo, de sutil aroma.

Jiang Cheng tragó en seco, su garganta se sentía como si estuviera tragando millones de agujas hirvientes. Se movió más hacia la orilla de la cama; su cabello se había esparcido como una cortina de seda, brillante y profundo tal cual obsidiana. Cada movimiento dejó al descubierto sensaciones por la parte inferior de su cuerpo. La suave colcha le está rozando en la entrepierna y en sus muslo. El cabello se le desordenó, esparcido hacia la cintura baja. 

Sí... estaba completamente desnudo.

Su mente confusa y atónita comenzó a pensar a una velocidad vertiginosa, evocando cada mínimo recuerdo de lo que había pasado, y luego, cuando logró arrastrar esa pequeña parte de recuerdos reprimidos, se sintió extremadamente horrorizado.

Recordó tambalearse al haber sido tocado en su nuca, por aquellos dedos largos y tibios de Lan XiChen. No le quedaban muchas fuerzas en sus piernas, así que este mismo atrevido jade, se había ofrecido a llevarlo de vuelta a su dormitorio.

Jiang Cheng tuvo muchas lagunas mentales y memorias que le parecían absurdas. Recordaba que había sentido mucha fiebre, le dolía mucho el cuerpo y empezó a temblar, quejándose lastimeramente como si fuese una criatura indefensa. Unas manos gentiles pero firmes, lo sujetaron de la cintura y había una voz muy inquietantemente profunda, susurrando a su oído. No recordaba qué fue lo que le dijo, pero lo apartó y le dio un puntapié.

Me convertí en Omega [XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora