Capítulo 15 | Sentimientos encontrados.

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7 de agosto de 1950

¿A dónde quieres llegar, hombre arrebatadoramente insustancial?

El intenso perfume de las rosas recién cortadas embalsamaba el estudio. La clásica melodía tocada por el pianista era apenas notoria para el par de hombres que charlaban entre sí.

Song Mingi, que ya parecía bastante ebrio por la cantidad de tragos que bebió, vislumbraba desde su escritorio con la camisa a medio abotonar y el cabello desordenado.

—¿Madurar? —preguntó Choi San con un tono bastante calmado para gusto de cualquiera.

—Deja de andar jugado por ahí —dijo Song Mingi. Sus palabras sonaban torpes, señal de que el alcohol había adormecido sus labios—. El tiempo se consume esta guerra, necesito que conserves los pies en la tierra.

—Lo que sea que me intentes decir, dímelo en tus cinco sentidos. Parece que ya no tienes idea de lo que hablas —refutó Choi. A diferencia de Mingi, él no terminaba su quinto trago aún.

—Te he visto con el médico Jung —soltó de repente, obteniendo toda la atención del menor—. ¿Qué sucede entre ustedes dos?

San mantuvo su mirada en la botella de Vodka, sus músculos se encontraban tensados y un nudo se comenzaba a formar en su garganta. La sensación del sudor corriendo por su frente le causó escalofríos. El sonido del aire entrando por la ventana lo trajo de regreso a la conversación.

—Somos amigos, ¿algún problema? —respondió.

—¿Solo eso? —inquirió Mingi con una ceja levantada.

—Solo eso. Amigos. —sonrió tratando de parecer más seguro.

¿Parecer seguro para Mingi o para ti mismo? Pensó.

—Me alegra —confesó—. Pero de todos modos no te quiero ver jugando por ahí con un hombre como él.

Choi San asintió con la cabeza sin terminar de entender a qué se refería Song al decir «un hombre como él». El silencio continuó más ameno hasta que el pianista que tocaba para ellos pasó a retirarse, obligándolos a quedarse en un completo silencio. El comandante encendió un cigarrillo y comenzó a fumarlo con un aire tan apagado de sí mismo que San sintió envidia. Si él era considerado narcisista y egocéntrico, Song Mingi le ganaba por mucho más.

—¿Lo dejarás casarse con tu hermana?

—¿Debe tener mi permiso? —preguntó, recostándose sobre el sofá.

—Solo no me parece lo más adecuado considerando su fama.

—¿A qué te refieres? Tiene buena familia y tiene dinero —explicó San.

—Sí, en eso estoy de acuerdo. Tiene dinero, es médico, es inteligente y su familia tiene rasgos nobles, pero San, se mete con cualquiera. ¿Tu hermana querrá casarse con un hombre que va por ahí y tiene encuentros sexuales con otros hombres? Dios mío, de solo pensarlo se me encrespa la piel.

—Espera —exclamó, incorporándose por completo—. Sabes que son solo rumores, ¿no? Él no es esa clase de persona.

—¿No estuviste cuando contaron todo eso? Dios, el señor Kim estuvo contando todas las cosas asquerosas que hacía Wooyoung cuando se fue al campo con la brigada —dijo—. Les chupaba el pene a todos.

San se le quedó mirando. Anonadado. Perdido. Enfurecido. Tenía un batido de emociones en su estómago. Podía sentir su sangre hirviendo por las venas y el pulso agitado en su pecho. Su respiración era errática y pesada.

—¡Eso es porque lo obligaban!

—Espera, ¿has hablado con Wooyoung sobre eso?

—¡No es necesario hablarlo con él para saber que tus estúpidos subtenientes son unos aprovechados!

Fantasma de ti-sanwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora