10. Ataque en el desierto

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Tanto Newt como Theseus dejaron los abrigos en la maleta antes de salir al calor del desierto; quedándose en mangas de camisa. Las chicas por su parte se pusieron unas blusas de tirantes para estar más frescas, que hicieron que los dos hermanos las miraran embelesados.

- Vamos - dijo Lally, dándose cuenta de las expresiones que tenían los dos. - Despertad, que estáis embobados perdidos - dio una palmada delante de ellos, aunque más a Theseus que a Newt; éste último le inspiraba una gran ternura.
- Ejems... - carraspeó el magizoologo, recuperando la compostura a duras penas. - Sí, Lally tienes razón, debemos ir.

Le ofreció la mano a Tina, para ayudarla a subir las escaleras que llevaban al exterior. Cuando la auror se la dio, se la llevó a los labios y depositó un pequeño y amoroso beso. La chica se dejó ayudar a subir la escalera, aunque sólo fuera porque había algo que nunca había contado a nadie: que tenía un poco de miedo a las alturas. Sólo se sentía segura sabiendo que Newt subía por la escalerilla detrás de ella. La joven accionó las pequeñas palancas que abrían la maleta desde dentro para poder salir y dejar el paso libre a los demás.
Todos salieron fuera. Theseus le ofreció la mano a Lally, un poco dubitativo, para ayudarla a salir de la maleta; la profesora iba a rechazarle, pero tras una mirada de Tina pareció cambiar de opinión y aceptar el gesto caballeroso del auror.

- Ahora debemos tener un cuidado extremo - les advirtió Newt, tomando el liderazgo del grupo. - Tina y Theseus... sé que los dos sois aurores, los Jefes de vuestras respectivas oficinas, pero una expedición para rescatar un animal no es lo mismo que ir contra magos oscuros... ellos no tienen escrúpulos, pero los cazadores furtivos tienen menos escrúpulos aún. Haced exactamente lo mismo que yo...

Todos asintieron, aunque Theseus y Tina no pudieron evitar cierta expresión de ofensa, a pesar de que era obvio que Newt tenía más experiencia que ellos en aquel tipo de misiones. El magizoologo tomó la delantera de la marcha con la varita en la mano. Gracias a las fotografías conseguidas por el auror no tardaron mucho en dar con él.

- ¡Frank! ¡Frank! - Exclamó Newt, yendo hacía el caída criatura, olvidando las precauciones que él mismo había recomendado. El joven se agachó junto al Ave del Trueno y apoyó la cabeza tanto para consolarlo y que sintiera su contacto, como para comprobar sus constantes vitales. - Pobrecillo... está muy débil... pero creo que lo hemos encontrado a tiempo... Theseus, en uno de los bolsillos de mi maleta hay una botellita de dictamo... ya sabes dónde, traémela por favor.

El auror se apresuró a ir a buscar la botella, que seguía en el mismo lugar que cuando la necesitó para curar las heridas de su hermano.

- Tina, Lally, vosotras vigilad - les indicó a las dos chicas. - Al menor movimiento extraño, no dudéis ni un segundo.

Las dos jóvenes se colocaron espalda contra espalda, con la varita en la mano, vigilando tal y como Theseus les había pedido. Newt usó la poción curativa para tratar de emergencia las heridas las heridas del Frank, antes de poder ocuparse de él como correspondía dentro de la maleta.

- Tranquilo, Frank... te pondrás bien -  susurraba el magizoologo con voz dulce, para tranquilizarlo mientras le aplicaba el dictamo. Cuidaremos de ti, amigo...

Tina había sido testigo más de una vez de alguna que otra interacción de su novio con alguna criatura mágica, pero nunca lo había visto ejerciendo su labor más esencial como magizoologo: la de veterinario. Al menos no lo había visto directamente y aquello le enterneció el corazón más aún de lo que ya estaba. Además, daba la impresión de que el animal había reconocido a Newt y entendía lo que le decía con su voz dulce y tranquilizadora.

Todo estaba en silencio en aquella parte del desierto de Arizona y, por un momento, tuvieron la esperanza de que todo iba a salir bien y que podrían marcharse de allí lo antes posible. Newt había terminado de realizarle a Frank la cura de emergencia y el Ave del Trueno tenía un aspecto mucho más imponente, casi casi como cuando Tina lo había visto por primera vez en New York, unos seis años atrás.

1. Animales fantásticos: El magizoologo y la aurorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora