16. Tears and alcohol

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𝐍𝐨𝐯𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞.

Se había cumplido un mes desde que Jungkook desapareció sin dejar rastro.  

Continuaba mirando el escritorio vacío cada día.  

Cada día perdía un poco la cordura. 

Se estaba dejando estar. 

Y eso no era para nada bueno.

La ansiedad producida por la falta de su compañero había logrado que aumentara la dosis diaria de nicotina en su cuerpo. Pero ya no le importaba, era una droga más fuerte que él en este momento.

Cigarros y alcohol. Mucho alcohol. Ponía de excusa el buen clima para tomar unas cuantas cervezas, o whiskey. Incluso en un estante contaba con varias botellas de esa amarga bebida. Las miraba siempre al volver del trabajo, ese vidrio de tonalidad cafe reflejando cada uno de sus movimientos.  

Había dejado el gimnasio, ya no encontraba motivos para ir. Se sentaba en el balcón para consumir cigarro tras cigarro, acompañando generalmente con una botella de cerveza. Miraba hacia los edificios iguales, sus respectivos balcones y la luz del sol que pasaba por arriba de las terrazas. Mordiendo el labio inferior, dio otra jalada, largando el humo con un leve gusto. Estaba comenzando a asquearse. Quería algo más... relajante. Le dieron ganas de fumar marihuana.

Se levantó rápido, buscó el pequeño frasco escondido tras el bulto de ropa en su armario, y sacó una flor. La miró con detenimiento, sus fosas nasales se inundaron con el fuerte aroma de ésta, y procedió a colocar un poco en el picador y armarse uno. La primera calada le proporcionó algo de relajación. Estiró las piernas, largando el humo de la tercera calada. Su cuerpo se relajaba poco a poco, haciéndolo sentir adormilado. Fue hacia su cama, se tiró dentró en la habitación, se acomodó y dejó que los efectos del canabis aparecieran. Unos diez minutos más tarde, estaba profundamente dormido. Sus sueños no eran otra cosa que una lámina negra, sin sonido, sin nada.

Despertándose alrededor de unas dos horas, asustado pensando que había dormido más de cuatro o cinco. Al ver el reloj, vio que faltaba poco para la hora de la cena, por lo que decidió levantarse, estirando todo su cuerpo, relajado y sin un pensamiento atravesando por su mente. Se sentía tranquilo. Y eso era lo que más necesitaba; un poco de liberación.

Esa noche descansó como nunca después de tanto tiempo. La cama era tan cómoda que parecía algodón. Las sábanas tan suaves como un ligero roce y la almohada le proporcionaba comodidad.

Más sin embargo, todo bienestar se esfumó cuando su mente, tan apropiada, decidió recordarle que Jungkook no iría a trabajar. Que tendría que ver su escritorio vacío. Otra vez.

¿Por qué carajos tenía que sentirse tan de la mierda?

La taza de café más las tostadas llenaron su estómago, y el camino a la oficina no fue tan eterno como otras veces.

Atravesó la puerta. Y nuevamente un lugar desocupado a su lado. 

Agonía.

-𝙹𝚞𝚗𝚐𝚔𝚘𝚘𝚔. 𝙷𝚊𝚌𝚎 𝚞𝚗 𝚖𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚜𝚎́ 𝚗𝚊𝚍𝚊 𝚍𝚎 𝚝𝚒.
𝙿𝚘𝚛 𝚕𝚘 𝚖𝚎𝚗𝚘𝚜 𝚑𝚊𝚣𝚖𝚎 𝚜𝚊𝚋𝚎𝚛 𝚜𝚒 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚜 𝚟𝚒𝚟𝚘.
𝐌𝐞𝐧𝐬𝐚𝐣𝐞 𝐞𝐧𝐯𝐢𝐚𝐝𝐨. 𝟏𝟏:𝟒𝟎 𝐚.𝐦.

𝑀𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠.

𝑀𝑖𝑒́𝑟𝑐𝑜𝑙𝑒𝑠.

𝐽𝑢𝑒𝑣𝑒𝑠.

𝑆𝑎́𝑏𝑎𝑑𝑜.

-𝙹𝚞𝚗𝚐𝚔𝚘𝚘𝚔. 𝙿𝚘𝚛 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛. 𝙲𝚘𝚗𝚝𝚎𝚜𝚝𝚊 𝚖𝚒𝚜 𝚖𝚎𝚗𝚜𝚊𝚓𝚎𝚜.
𝙴𝚜𝚝𝚘𝚢 𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚊𝚍𝚘.
𝐌𝐞𝐧𝐬𝐚𝐣𝐞 𝐞𝐧𝐯𝐢𝐚𝐝𝐨. 𝟗:𝟓𝟖 𝐚.𝐦.

𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑔𝑜.

𝐿𝑢𝑛𝑒𝑠.

𝑀𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠.

𝑀𝑖𝑒́𝑟𝑐𝑜𝑙𝑒𝑠.

-Tae, ¿puedo hablar contigo? 

-Sí, dame un segundo que agarro la cigarrera y vamos. 

-Está bien. Voy a la terraza, te espero ahí

Estaba a tan sólo dos escalones de ver el cielo algo nublado. Le haría bien ver algo más que concreto y paredes, y escuchar algo más que teléfonos sonando y faxes tragando hojas a cada hora. Dispuso alado de la barandilla una mesa con dos sillas, colocó en el centro el cenicero y espero a su amigo.

-Hola -dijo él con cierta pesadez en su voz. 

-¿Qué te pasa, Chim? Hace días que estás así. 

-No sé. Me siento raro. No tengo palabras para describirlo. 

-Estás así por Jungkook, ¿no?.

No hubo respuesta, el silencio lo dijo todo. Su mirada estaba perdida, ya casi no podía disimular el amargor consumiéndolo por completo. Lo miró sabiendo que esperaba una respuesta, la cual le torturaba y no deseaba admitir. El castaño le dirigía un gesto interrogante, esperando. No tenía el coraje para soportarse a sí mismo escucharse decir lo que su mente tanto anhelaba sacar. Hasta que no soportó la mirada de su compañero.

-Sí -comenzó-. Es por él -pausó un segundo sus pensamientos antes de lanzar la bomba-. Lo extraño. Extraño venir con él al trabajo. Extraño sentirlo cerca. Extraño verlo en el gimnasio. Me hace mierda ver su lugar vacío todos los días, ansioso de verlo cruzar la puerta con ese porte y esa sonrisa tan atractiva hasta el punto de derretirme por dentro. Ansío cada mañana ver un mensaje de él, he soñado con él, cosas que jamás pensé soñar...

-Chim-lo interrumpió, sorprendido ante las palabras salidas de sus labios- ¿te estás escuchando?  

-¿Por?

-Park Jimin. Estás admitiendo que extrañas a Jungkook. Sólo escucha bien tus palabras y te darás cuenta de que lo que realmente tratas de decir. 

-No te entiendo, Tae. Sí, admito que lo extraño, pero no sé por qué no me siento mejor al soltar todo esto.

-Eso es por que extrañas algo más que su presencia. Esta noche consúltalo con la almohada. Piensa bien en lo que me acabas de decir. Y ahí encontrarás la razón.

Se levantó sin dejarle contestar.  

Embobado.  

Duro como estatua.

Se preguntaba qué habrá querido decir Taehyung con eso. Además el admitir que lo extrañaba no lo hacía sentir del todo aliviado, como si le faltara algo más.  

𝟏𝟒:𝟑𝟎 𝐩𝐦. Salió del edificio, se dirigió a su parada para tomar el bus y esperó su llegada.  

𝟏𝟓:𝟏𝟓 𝐩.𝐦. Entró a su departamento, aún sorprendido.

𝟐𝟐:𝟒𝟎 𝐩.𝐦. Salió al balcón a disfrutar del cielo despejado. Recordó su juego de niño e intentó buscar sus constelaciones. Sólo encontró dos, sonriendo así ante la imagen dibujada en su mente de él siendo cargado por su padre esa noche de verano en donde quedó fascinado por el manto negro, la Luna llena resplandenciendo en el punto más alto siendo acompañanda por las estrellas más brillantes. Prendió un cigarro, el cual a la segunda calada lo entabacó, apagándolo en el cenicero que se encontraba alado él.

Volvió a entrar, mirando cómo Shiro se relamía sus patitas en el sillón. Sonrió al verlo.

La cama le ofreció comodidad inmediata sin pensarla se metió en ella. Las sábanas lo abrazaban con delicadeza. Y, por un momento, antes de dormirse, juró haber sentido el brazo de Jungkook rodeando su cintura, el calor de él recorriendo su espalda, su perfume. 

Susurró su nombre.

Su corazón latió con fuerza. Volvió a sonreír.

BETWEEN CHAINS •KOOKMIN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora