Yo no quería tener que grita.
Pero ellos me quiere llevar al límite.
Yo no quería tener que mirar el abismo, porque no quería enfrentar al gran monstruo que descansa allí.
Pero ya no hay más caminos.
Estoy en el filo, vengo sudando frío. Me tambaleo del mareo que me produce la adrenalina de la indecisión, y como no, la incertidumbre me está soplando el cuello.
No quiero llamar a esa bestia. Solo trae dolor y muchas lágrimas.
Aun que solo estoy escuchando la presión de la gente, siempre cagándola. Siempre dañando.
Me quedo sin aire por un momento.
De repente, veo dos ojos brillantes asomándose por ese hueco enorme y oscuro. Y me lleno de terror.
Porque cuando miras hacia el abismo, el abismo te devuelve la mirada.
Ya sabe que estoy aquí.
Estoy desesperada, siento que el nudo de mi garganta crece y mi pecho tiene tanto peso que no puedo parar de suspirar con pesar. Y miro hacia atrás. Entonces, solo entonces, la respuesta me golpea en la cara como si me callera un balde de agua fría.
Estoy sola.
Sola de nuevo.
Pero quien puede estar ahí, si yo sola llegué hasta ese punto. Nadie me pueda ayudar.
Entonces, por fin puedo entenderlo. Esta lucha es únicamente mía. Lo sé.
Mil lágrimas empiezan a bajar, y yo ya perdí la noción del tiempo. No sé cuando ha pasado desde que estoy aquí.
Escucho muchos susurros que vienen de allí abajo, son muy agresivos. Pero eso no es lo que me hiela la sangre. Puedo entender cada una de las cosas que están diciendo.
- Parad ya por favor...- Digo en un fino susurro, intentando poner la mejor sonrisa pero con la cara empapada.
Siempre intento acordarme de que las cosas se pueden solucionar sin tener que luchar. No quiero luchar. No me siento fuerte. Con amor y buenos tratos.
Yo que sé, intento arreglarlo de alguna manera.
- Por favor, esto me esta haciendo mucho daño.- Y cierro los ojos. Igual si me concentro y me imagino algo que me haga sentirme mejor podré frenar mis emociones.
Aun que no funciona, lo único que logro es que los susurros ya no sean susurros. Ahora hablan con propiedad cada una de ellas.
Voy resbalando, el filo se va rompiendo y desgranando.
- ¡Por favor, haré lo que queráis!
Y como si hubiese hecho magia, de un segundo a otro ya no se escucha nada. Solo el silencio. Tan agudo y peligroso.
Sé que acabo de cometer el mayor error de mi vida.
Tres voces me piden que actúe complaciente. Otras siete me dicen que yo soy la única que puede cambiar todo, que es mi responsabilidad y que si no lo hago bien todo va ser culpa mía. Veinte se suman y me culpa de desgracias horrorosas. Sesenta me piden que mire arriba, abajo, a los lados y luego vuelva a empezar.
- ¡¡Tienes que cambiar quien eres!!- Y se callan de nuevo.
Escucho mi respiración agitada preparándome para lo que puede venir.
- TODO ES CULPA TUYA. TODO ES CULPA TUYA. TODO ES CULPA TUYA.- Y todas esas voces sincronizan un mismo grito. Fuerte, desgarrador.
Simplemente aterrador.
Y yo ya me siento cansada.
Me duele mucho el pecho y ya no puedo echar más lágrimas. El sonido es tan insoportable que me tengo que tapar los oídos.
Tengo que huir, me repito mil veces hasta que mi cerebro lo entiende.
Muevo un pie hacia atrás, mientras que mis ojos evitan mirar hacia abajo, pero algo me detiene.
No me puedo mover, ¿por qué no puedo moverme?
Siento que me desvanezco ya, tengo que huir. La situación ya me supera. Pero aun que intente mil movimientos, mis pies no se despegan del suelo.
- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Silencio de nuevo.
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Cuando hay silencio
RandomEsto es como la vida... Incomprensible, un caos, pero alguien podría sentirse identificado. Ojalá cada palabra de este pequeño diario te llegue hasta el alma.